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MEDIA COLUMNA
Ni mal menor
ni voto perdido
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
La mediación de De Soto en el paro a pedido de los transportistas
ha obligado al gobierno a rebajar los precios de los combustibles mucho más de
lo que venía regateando. Y ha puesto en evidencia también al oligopio publico-privado
escondido tras el alza brutal de los últimos tres años.
Resulta que es masiva la deuda que el Estado ha generado con todos
los peruanos que pagan su pasaje a diario y con los que les prestan el servicio.
Lo que ha conseguido De Soto es algo tan revolucionario que
sus adversarios ni siquiera se dan cuenta aun de lo que significa, u optan por una
fingida indiferencia. Es simple: desde el punto de vista del pueblo, mientras los
demás están insultándose entre sí o vociferando sobre lo que harán si llegan al
gobierno, De Soto está gobernando el país.
Ante la inoperancia del Estado, De Soto ha solucionado el
paro y lo ha hecho pácificamente, mostrando al pueblo cómo se resuelve un
problema en 24 horas en su extremo más urgente, y explicando al mismo tiempo en
qué consiste el problema detrás -el oligopolio de la empresa estatal sobre los
combustibles- y cómo derrotarlo en adelante.
El pueblo lo sabe, porque su pasaje será más barato. Los transportistas
lo saben, porque sus costos ya son más bajos de inmediato.
A estas alturas, sin embargo, el díscolo sector A/B, al que como
a la gata Flora nada le gusta y nada le acomoda, y donde las afinidades
políticas duran menos que la moda veraniega, son cada vez más los que admiten -luego
de escanear a los candidatos, cada uno en su cuarto de hora- que en esta momento
difícil el único que puede estabilizar la democracia y gobernar el Perú es De
Soto.
No obstante, no pocos se recalientan el cerebro dando media
vuelta de tuerca más de lo necesario por miedo al fantasma del "voto
perdido" o especulan frívolamente sobre cuál de los candidatos será el “mal
menor”.
Esa es la trampa. En la última recta de la carrera, el
resultado final siempre es una profecía que se realiza a sí misma. Y es fácil
de manipular. Si los electores son inducidos a creer que no queda otro remedio
que el “mal menor”, esa será su realidad.
Pero igualmente podrían, a la inversa, dejar de especular
sobre el voto perdido y el mal menor, y apostar por lo que sienten y en el
fondo saben que es mejor, y votar por lo que creen correcto sin cálculos
ulteriores ni segundas adivinanzas.
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