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sábado, 1 de febrero de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 31 enero 2020


Donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
“No te llevas a mis cholos”


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


El presidente Vizcarra ha declarado que no hay forma de que Tía María camine en este gobierno. Esta decisión política se debe, obviamente, a que no están dadas las condiciones políticas. Tampoco las económicas. Para entender lo que ocurre hay que mirar el proceso con perspectiva.

No existe conflicto en Tía María en el lugar donde está la mina. Se habla de contaminación del agua del río Tambo. Es un pretexto. El río esta lejos de la mina, que además no usará agua del río porque desalinizará la del mar. El conflicto no es en el lugar de la mina sino en la periferia de Tía María, en el valle del Tambo. Y el verdadero motivo es que la mina necesitará contratar gente para la construcción.

Esa gente incluye a los jornaleros y peones que tradicionalmente trabajan la tierra y el ganado de los agricultores y ganaderos del valle del Tambo. La mina les pagará salarios a precios del mercado nacional, no del mercado local. Todos querrán irse a la mina. El conflicto no es entonces con los trabajadores. Es con los dueños de las tierras del valle del Tambo, que se quedarán sin peones para sus chacras y animales.

Esto ya lo sabía bien la Cerro de Pasco Corporation a principios del siglo XX. Para eso invirtió en las haciendas ganaderas del Mantaro, que desarrollarían la crianza de ovinos -uno por hectárea- hasta conseguir una raza que fue la admiración de su tiempo. Logró así que los comuneros del valle del Mantaro fueran mineros part-time y pudieran volver a sus comunidades para la cosecha. Una suerte de innovación del sistema de turnos de la mita andina.

El mismo conflicto ocurrió en Lircay, Huancavelica, en 1973 con la llegada de la empresa minera Buenaventura, donde -según narraba Fernando Fuenzalida- los notables del pueblo –los “mistis”- se quedaron sin comuneros que cuidaran sus animales y cosecharan sus tierras. Escuchando estos, no obstante, los inflamados discursos de Juan Velasco  Alvarado en la radio, se declararon “socialistas” y procedieron a armar un contingente de hombres que destruyera las instalaciones de la mina socia del imperialismo yanqui. Para su infinito asombro, no obstante, la mina fue defendida por los comuneros que trabajaban en ella.

Lo mismo sucedía en Corani, Puno, en 2011, según me contó Andrés Franco de la minera Bear Creek. Lo que preocupaba a los comuneros criadores de alpacas es el temor de que, por causa de la mina, se quedarían sin trabajadores para las alpacas.

El problema es la escasez de mano de obra. Y el efecto de esa oferta escasa en el precio de la mano de obra.

El viejo conflicto está perfectamente descrito en Todas las sangres de José María Arguedas, entre el hermano minero -hombre moderno, graduado en Estados Unidos- y el hermano hacendado tradicional, heredero de su padre latifundista, padrino de la mitad del pueblo. Fermín y Bruno entran en conflicto por la mina Aparcora que Fermín quiere explotar para “traer progreso”. Bruno le envía cientos de "sus cholos". Fermín busca la veta con la mano de obra de 500 peones con el sistema de turno de la mita. Pero los de la hacienda son lampeadores y cargadores. No reciben jornal, solo alimentos. Los obreros, en cambio, venidos de fuera reciben jornal. Bruno se lleva a "sus cholos" cuando advierte que estos se "contaminan de la modernidad" de los salarios. Cuando llega la trasnacional moderna –la Wisther-Bozart en la novela–, Fermín vende la mina. La empresa necesita agua y la consigue mediantw la autoridad corrupta comprando tierras a vil precio.

En suma, la minería es percibida y representada –incluso en la novela de Arguedas- como una fuerza desintegradora del orden tradicional pero incapaz de dar el salto a la modernidad. Hasta hoy en el Perú, esta es la narrativa subyacente a las representaciones colectivas del conflicto entre las comunidades y las minas.

No hemos aprendido y hemos olvidado lo que ya sabíamos. 

La solución existe, sin embargo. Está en el mercado. Pero en el mercado global, no en el mercado local, donde el trabajo y la tierra no valen nada. Tomar conciencia de esto es lo que ha propuesto Hernando de Soto al Perú.



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