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MEDIA COLUMNA
Paralizados ante la Hidra
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
El desconcierto y la desazón, el aturdimiento, el desencanto
y la desesperanza ante el panorama de la justicia peruana es más alarmante y peligroso
aún que el caos de la justicia.
Sobre todo, porque la causa del problema es obvia y la
solución está inmediatamente al alcance de la mano.
El problema es la indebida autonomía de las
instituciones que componen la administración de justicia, que les impide formar un sistema.
Y la solución es tan evidente que pasa inadvertida. Consiste en devolverle a la Corte Suprema las atribuciones de
las que ha sido sistemáticamente despojada durante décadas.
Es necesario ver con claridad. Lo primero que falta hoy
es una sola cabeza, en lugar de una Hidra de siete cabezas.
La Corte Suprema es la cabeza del sistema de justicia. Al
interior de ese sistema, bajo la Corte Suprema deben hallar su lugar las demás
instituciones: el Ministerio Público y la Procuraduría, cuya autonomía indebida
los ha llevado a los extremos a que han llegado. Y también la Junta Nacional de
Justicia, que reemplazó al Consejo Nacional de la Magistratura en la función de
nombrar por sí y ante sí a todos los jueces y fiscales de la República
incluyendo a los supremos.
Como era previsible, la JNJ ha tenido tan poca fortuna
que hasta ahora no se ha podido designar a sus miembros a causa de las reiteradas
denuncias que han descalificado a todos los postulantes. Como consecuencia, existen actualmente 260 casos de fiscales y jueces sancionados y con
propuesta de destitución que no pueden serlo y permanecen en el sistema
suspendidos. Otros se hallan investigados y otros recluidos en prisión y no
pueden ser sustituidos porque no hay una Junta Nacional de Justicia que nombre
a sus reemplazante.
Devolverle al poder Judicial sus funciones y al Ejecutivo y al Legislativo la facultad de designar a los jueces supremos es indispensable para restablecer el equilibrio de poderes que se ha perdido.
Devolverle al poder Judicial sus funciones y al Ejecutivo y al Legislativo la facultad de designar a los jueces supremos es indispensable para restablecer el equilibrio de poderes que se ha perdido.
El Tribunal Constitucional, por último, es un caso sui generis. El juez supremo Javier Villa Stein ha hecho pública en varias ocasiones la opinión de que el Tribunal debería
ser una Sala de la Corte Suprema. Pero es posible que los poderes del Estado –incluida la
Corte Suprema- requieran por ahora, hasta que se restablezca el equlibrio perdido, un árbitro y un contrapeso en el control constitucional
concentrado.
El problema, sin embargo, está ante todo en las mentes. Estamos paralizados. La maquinaria de la justicia se ha detenido y gira en el vacío cortando cabezas. Hemos llegado al punto final del caos, al estado terminal de la segunda ley de la termodinámica y la entropía: el cero absoluto, el universo frío donde ya nada se mueve.
Es hora de despertar y matar a la Hidra. Es muy simple.
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