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MEDIA
COLUMNA
Tontos
inútiles
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Un cuento de Rudyard Kipling situado en el siglo II DC al norte de
la isla británica, refiere que el emperador romano mandó contruir, de costa a
costa, la que hasta hoy se llama Muralla de Adriano para mantener fuera a los
pictos, pueblo irreductible al que Roma había renunciado a civilizar.
Pocos años después, Adriano necesitó sus legiones y mandó
construir más al sur un segundo muro, igualmente de costa a costa, cuya
vigilancia no requeriría ya de tantos legionarios estacionados en esta última
frontera del Imperio. El gobernador romano mandó llamar entonces a los jefes de
las tribus entre ambas murallas, y les pintó una mentira blanca: Roma había
decidido devolverles su ansiada libertad para gobernarse como les pareciera.
Semanas duraron las fiestas al cabo de las cuales una comisión vino a coordinar
con el legatus el proceso gradual de transición del poder. El romano desde
luego respondió que no había tal cosa y que, luego de una fecha próxima, todas
las legiones estarían detrás de la segunda muralla. Entonces cayeron en cuenta
los jefes tribales de que habían quedado atrapados entre el muro romano y las
lanzas de los pictos, que los aniquilarían.
Seguramente pensaron: esto no es para nada lo que teníamos en
mente.
Ante las elecciones hoy, la caviarada se ha partido por la mitad.
Los intelectuales votarán por Pedro Castillo pensando que no tienen nada que
perder. Ciegos, son incapaces de aceptar que lo que pueden perder es su
libertad. Y, en cuanto a la caviarada pudiente, educada en una escrupulosa conciencia
social, es un desgarramiento tener que votar contra la izquierda a la que
idealizaron viendo que los que pueden tomar el poder hoy no son moderados como ellos,
sino radicales que no dudarán en eliminar las libertades e incautar sus casas.
Moraleja: cuidado con las idealizaciones políticas. Hoy vienen a
descubrir los caviares que por décadas han sido tontos útiles de quienes desplegaron
sistemáticamente las etapas del plan delante de sus narices: desmoralizar, desestabilizar,
capturar el poder. Pensarán ahora: esto no es para nada lo que teníamos en
mente.
Es que las guerras se pierden por luchar contra el enemigo
equivocado.
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