Donde usted
se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.
MEDIA COLUMNA
Luz al final del largo túnel
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Los indiferentes, desencantados
e indignados que componen la mitad del electorado peruano y no quieren votar, lo
harán en blanco o viciarán su voto, porque no saben que existe un camino para
salir de este pantano.
Es muy simple. El Perú tiene
todos los recursos importantes que necesita la economía global del siglo XXI:
cobre, litio, oro, tierras raras y agroindustria. Pero no puede sacarlos porque
hay un enorme malentendido sobre la propiedad de la tierra y, consecuentemente,
sobre cómo repartir equitativamente la renta de esos recursos.
Hay un millón de millones de
dólares bloqueados bajo el suelo del Perú. Cuatro veces el tamaño actual de la
economía. Años atrás la discrepancia era entre el Estado y las empresas
extractivas. Hoy es entre las empresas y quienes ocupan las tierras y bloquean
la salida de los recursos. Es un malentendido que el Estado es incapaz de
resolver y que a su vez quiebra al propio Estado peruano. Su problema actual
–el déficit fiscal que con la pandemia ha llegado al 9% del PBI y la deuda para
financiarlo, que ahora alcanza al 37 % del PBI- es un espejismo, un falso
problema. No alcanza ni a la mitad de la riqueza bloqueada bajo el suelo.
Poner esa riqueza en valor en
el mercado global bajaría la deuda a la cuarta parte porque cuadruplicaría el
PBI, y permitiría tener un presupuesto público cuatro veces mayor para pagar
por la salud universal, revolucionar la educación pública y avanzar hacia una
igualdad de oportunidades para los peruanos.
Todo depende de que exista el
respaldo de un papel creíble, que se pueda comprar y vender en el mercado
global. Eso es el crédito: buena fe. Y el Perú tiene de sobra con qué respaldar
esa buena fe.
De la brecha de la tierra hacen
fortuna no pocos, sin embargo. Estos encomenderos del siglo XXI compran tierras
a precio local, les consiguen un título y luego venden el título en la bolsa
local. Basta para hacer millonarios a algunos.
Pero quienes contralan el suelo
ya saben del abismo entre el precio local de la tierra y el precio global del
recurso. Y el bloqueo se debe a que, en esas condiciones, no puede haber acuerdo
sobre el valor de la tierra encima de los recursos. La empresa no sabe cuál es
el precio, el poseedor tampoco, el Estado mucho menos. En ausencia de un punto
de referencia compartido, solo queda una solución precaria: la venta que nunca
termina.
La verdadera solución está en
la libre oferta y demanda en un mercado de verdad. No en el remedo de mercado
local, donde la tierra no vale nada mientras el recurso tiene un precio mil
veces mayor en el mercado global. Esa es la brecha que hay que cerrar. Porque ese
abismo genera el bloqueo. La solución es un precio de mercado global para la
tierra o, lo que es lo mismo, un precio justo para la licencia social. Uno que
sea aceptado por todos y permita sacar los recursos.
En el instante en que vean
esto, los indiferentes, desencantados e indignados de hoy volverán a las urnas
porque habrán visto luz al final de este largo túnel.
La opinión en MEDIA COLUMNA representa exclusivamente a su autor.
Usted puede reenviar y publicar libre y gratuitamente cualquier MEDIA COLUMNA
tomándola de este correo o de
jorgemorelli.blogspot.com