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MEDIA COLUMNA
Derriben
las narcoavionetas, ya
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Poca gente sabe hoy que tuvimos en los 90 una estrategia
antidroga que redujo a la tercera parte las hectáreas de coca.
Y menos gente aun sabe que tuvo éxito porque se basó en la
ley de la oferta y la demanda. Esa política logró que los
cocaleros se pasaran a otros cultivos por su propia voluntad. El mecanismo fue
simple: bajar drásticamente la demanda de hoja de coca en la chacra.
A menor demanda e igual oferta, el precio se derrumbó por
debajo del de los cultivos alternativos, que el gobierno promovía activamente.
Y los cocaleros dejaron de serlo.
Lo difícil fue la decisión política. El gobierno ordenó a
la Fuerza Aérea derribar las narcoavionetas que venían de Colombia y desobedecieran
un protocolo estricto de comunicaciones de radio y señales con el que se les
ordenaba aterrizar. Ubicarlas en el aire fue posible con la colaboración de los
radares Awac de Estados Unidos, que enviaron a nuestros aviones las coordenadas
con la posición de las narcoavionetas en vuelo.
Más de cien narcoavionetas tuvieron que ser derribadas
sobre la Amazonía para que el narcotráfico tomara la estrategia en serio, hasta
que los pilotos colombianos se asustaron. Las narcoavionetas entonces dejaron
de venir, ya no hubo quien comprara, la demanda desapareció, el precio se
derrumbó y los cocaleros se pasaron solos a los cultivos alternativos. En menos
de dos años, las 125 mil hectáreas de coca existentes se convirtieron en 34
mil, menos de la tercera parte. Las cifras oficiales aparecen en los registros
de Naciones Unidas. Han sido sistemáticamente disimuladas o escondidas a la
opinión pública en el Perú.
Es, sin embargo, la única política contra el narcotráfico
que ha dado resultado. Hoy es necesario aplicarla nuevamente para detener a las
narcoavionetas que vienen ahora de Bolivia y de Brasil, no ya de Colombia. Es
lo que viene proponiendo el almirante y parlamentario Carlos Tubino.
Esto es lo que hizo el gobierno de Alberto Fujimori. Pero
no lo hará este gobierno, porque para eso hay que tener ía pedido decisión
política.
Qué estamos haciendo
Lo que ha ocurrido en los últimos años, en
cambio, no verdadera decisión política.
Lo que hemos hecho es autoengañarnos. No es que sea especialmente criticable la
esforzada labor de Devida, sino que la estrategia no tiene proporción con la
magnitud del problema.
El desorden institucional, además, no hace sino estorbar
la estrategia. Ultimamente, parece que hasta el nuevo ministro de Agricultura ha
creído su deber hacerse cargo del narcotráfico. Según versiones de prensa, habría
pedido ir solo -léase sin Devida- a una reunión con los cocaleros del VRAEM, y
firmó cualquier cosa. En este caso, un acta según la cual el brazo ejecutor de
la erradicación, el Corah, ya no entraría al Vraem como estaba previsto. Y también
que la erradicación queda condicionada al avance de una "reconversión
productiva" de los cocaleros. Como esto es inaceptable para Devida -porque
implica abandonar las metas de erradicación oficialmente establecidas-, la
situación desembocó en un callejón sin salida en el que la jefa de Devida
terminó malamente echada del puesto. Y esto condujo al nombramiento del hermano
del presidente del Congreso en Devida, quien en sus primeras declaraciones asume
como propias no solo la “reconversión productiva”, sino también las metas de
erradicación antes dichas.
Todo esto mientras el Premier declara por su
lado que el protagonismo de la lucha antidroga está ahora en manos del Ministro
de Agricultura. Si el Ministro es hombre del Premier, el nuevo jefe de Devida
es hombre de Palacio. ¿Estamos de vuelta en el nudo de guerra y la intriga
palaciega que llevó a la renuncia del premier anterior?
En lugar de la decisión política sobre la interdicción
aérea, el gobierno ha producido un caos institucional y permite una lucha de
poder en el centro de la política antidroga.
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