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vale ahora necesitar
a Segura
que no tenerlo
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
En las elecciones de
hoy el resultado de Lima no tiene ninguna importancia política. Lo importante
es que aun hay cinco
gobiernos regionales en peligro de caer en manos del radicalismo antisistema.
El caso emblemático es el de Cajamarca. Gregorio
Santos, el dirigente de Patria Roja, preso por secuestro agravado y acusado de
corrupción, el mismo que logró impedirle al Perú tener el proyecto Conga que
habría permitido evitar la desaceleración de la economía, parece haber ganado las
elecciones regionales con el 49.9 del voto, según la boca de urna de Ipsos. Las
bocas de urna tienen un amplio margen de error y las encuestas varían mucho
porque las muestras en las regiones son muy pequeñas, pero un resultado como
ese no va a cambiar mucho. Con esto están amenazados los otros tres grandes
proyectos mineros de Cajamarca. La elección de Cajamarca es una puñalada por la
espalda al Perú por atentar directamente contra la inversión minera, que es de
lo que ha vivido el Perú estos años.
Puno es el otro caso serio. Walter Aduviri es
el dirigente antisistema que lideró la protesta contra la minera canadiense
Bear Creek en plenas elecciones de 2011. En mayo, dirigió a la turba contra la
Sunat, la Gobernación de Puno, la sede de la Contraloría y saqueó la Aduana. Aduviri
no ha ganado hoy (en alguna boca de urna incluso ha quedado tercero), pero todo
indica que en Puno habrá segunda vuelta y puede voltearse la elección. Aduviri apunta
a impedir el proyecto Quellaveco, de 5 mil millones de dólares. Desconoce la
Constitución del Perú y llama a los aimaras a darse una nueva. Paralelamente, el
próximo 12 de octubre, Evo Morales, cercano a Aduviri, ganará nuevamente las
elecciones en Bolivia con casi 60% de los votos y gobernará hasta el 2020. Es
inconstitucional su reelección, pero eso qué importa.
Las otras tres regiones son Junín, Huancavelica,
Apurímac y Cusco. En ninguno ha ganado el candidato del radicalismo, pero en todos
ellos habrá segunda vuelta. En Apurímac está Las Bambas; en Junín, Toromocho. Las
cuatro regiones están, además, en la periferia del VRAEM y en ellas el
narcotráfico tratará de controlar distritos y provincias.
Así
las cosas en las elecciones de hoy, el gobierno se encuentra también ante una oposición
dentro del sistema que ha obtenido victorias puntuales en todo el país. Y el frágil
nuevo ministro de Economía, Alonso Segura, tiene el ingrato deber de mantener a
raya las feroces presiones contra el equilibrio fiscal que vendrán de las
ambiciones electorales del humalismo para recuperar posiciones para obtener una
bancada el 2016 con que blindar a Ollanta Humala del huayco de acusaciones. El gobierno
elegirá ahora entre el equilibrio fiscal y entregarse del todo a la demagogia. Ahora
que Nadine ya no postula el 2016, le hace falta un candidato presidencial. Después
de hoy, ya no basta con colocar a la cabeza de la lista parlamentaria a la
Primera Dama, Presidenta del partido, Premier en la sombra, Presidenta virtual
del Congreso. Hace falta un candidato de peso, además de un incremento masivo
del gasto público para conseguir el voto.
Lo
mejor que el gobierno puede hacer es reclutar a PPK como candidato. Es el
aliado perfecto, un estadista que cuando hace falta se transforma en topo de la
demagogia. Pensando en su plataforma electoral y no en el equilibrio fiscal, le
ha dicho públicamente a Segura que tiene que ceder en el aumento a los médicos,
los maestros y los policías. Segura está allí para cuidar el equilibrio fiscal
y hacer lo que le conviene al Perú, no al nacionalismo y menos a PPK. Sin embargo, lo que Segura enfrentará es una
tormenta perfecta luego de estas elecciones y el inicio, mañana lunes, de las
presidenciales de 2016.
Veamos.
En cuanto a retomar el crecimiento, ya está claro que la gran safra anunciada
por el gobierno para detener la desaceleración de la economía con una política
contracícilica de inversión pública masiva, simplemente no ha funcionado. De
manera que el gobierno vuelve ahora sobre el tema de incentivar a la inversión
privada.
Pero
devaluar para exportar más no es la salida. El Ministro tiene que convencer al
BCR de mantener el dólar por debajo de los tres soles. Atravesar esa barrera
psicológica desataría el pánico. El BCR considera entonces una nueva rebaja del
precio del dinero, la tasa de interés. Pero, chanfles, la inflación está cerca
del techo del rango meta (de 3%) y sigue aumentando. Bajar la tasa de interés
la haría atravesarlo como un misil balístico. Entonces, helos aquí ahora
tratando de manipular la inflación. Los precios de los alimentos se han
disparado –el pollo ha subido brutalmente por el alza del dólar y del maíz, que
es importado-, pero astutamente el gobierno rebaja los precios de los
combustibles para que el promedio no muestre la verdadera inflación. Como
parece difícil que los combustibles sigan bajando todos los meses, hay que
concluir que el BCR no va a poder bajar las tasas de interés. Volvemos al punto
de partida.
Hay
que incentivar el crecimiento de otro modo. Y solo queda reformar estructuras
básicas. Lo mejor que puede hacer el gobierno es lanzar una nueva reforma
tributaria para bajar el IGV –pero no un punto sino cuatro, de 19 a 15%- de
manera que el Estado no siga recaudando un dinero que de cualquier modo no podrá
invertir y deje de engañarse a sí mismo inflando el Presupuesto al doble para
luego ejecutar la mitad. En lugar de eso, debería permitir que esos puntos del
IGV permanezcan en manos privadas donde sí podrían ir a la inversión. Si además
aprovecha el momento para lanzar la reforma laboral que el país posterga desde
hace décadas para reducir los costos de la producción, las empresas mineras
podrán bajar sus costos, recuperar las exportaciones y retomar sus inversiones.
Y el país podrá neutralizar eficazmente al radicalismo antisistema que intenta
impedir la inversión para mantener el poder en las regiones.
La nave
del Perú podrá entonces atravesar la tormenta perfecta.
Más le
vale al gobierno entonces respaldar al ministro de Economía antes de que
renuncie. Al cabo, más vale necesitar a Segura que no tenerlo.
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