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MEDIA
COLUMNA
El ayni
del munay,
el
llankay y el yachay
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Hay buenas
y malas noticias. Comencemos por las malas. Las elecciones han dejado agotados
a todos. Al electorado, indiferente. A la oposición de mal talante. Al gobierno
sobrepasado. No obstante, no es momento para rabietas. La mala noticia es que seguimos
en medio de la tormenta perfecta.
El Banco
Central de Reserva reconoce al fin que el crecimiento apenas será de 3.1% este
año (otros pronósticos privados ya hablan de entre 2.9 y 2.5).Y ya se siente en
todas las actividades. Todos compramos menos y vendemos menos, desde alimentos
hasta automóviles.
Y la
mala noticia es también que el BCR reconoce ahora también, por fin, que la
inflación será de 3% este año. Ese es el techo de su “rango meta”. Había venido
engañándose –digamos, para ser benevolentes- con el cuento de que la inflación
estaba bajo control porque, si bien los alimentos subían –especialmente el
pollo que come maíz importado con dólar más caro-, los combustibles bajaban. ¿Qué
creían, que los combustibles iban a bajar todos los meses? En el Perú no
veíamos esta clase de manipulación desde antes del shock de Alberto Fujimori. Ahora
comienza a sincerarse la situación por sí misma, porque ya no se la puede
ocultar.
Y esta
es dura. Aun si la inflación no atraviesa como un misil el techo del “rango-meta”,
será en el mejor de los casos igual al crecimiento de la economía. O sea, por
primera vez en décadas, la economía peruana no crecerá en términos reales este
año. El crecimiento real será igual a cero.
¿Qué
esperaba el gobierno? Desperdició su tiempo soñando con “transformaciones
estructurales” que estaban solo en su imaginación y programas sociales populistas
copiados de los brasileños (cuando aún tenían dividendos políticos). Y hoy la inversión
privada no quiere saber ya nada y la inversión pública no puede compensar su
ausencia. La primera prefiere esperar hasta
que los actuales ocupantes de Palacio se hayan ido. Y la segunda se halla en
estado de coma, no reacciona al ataque de la corrupción porque nadie se atreve
a firmar nada por temor a acabar en la cárcel.
La
buena noticia es que cuando se toca fondo no se puede ir ya sino para arriba.
Jaime de
Althaus ha hablado de un ayni, del intercambio recíproco de nueve reformas
concatenadas. Podríamos reagruparlas en tres:
·
las que tienen que ver con el munay (la
decisión política): la reforma de la justicia y de la policía; la reforma electoral
y el rediseño de la descentralización (y del canon y la recaudación local).
·
las que tienen que ver con el llankay (la productividad),
donde la reforma laboral y la tributaria son los instrumentos para
desinformalizar la economía.
·
las que tienen que ver con el yachay (el
conocimiento): la desregulación y la reforma administrativa de todos los
sectores, comenzando por la educación y la salud.
Es
posible, en efecto, canjear a los trabajadores la reforma de una legislación
laboral obsoleta por una verdadera desinformalización del trabajo y la economía;
es posible canjear a los empresarios una legislación tributaria arcaica por impuestos
simples y justos, pagados por todos; es posible exigirle todos al Estado una
educación y salud de calidad a cambio de nuestros impuestos. El pueblo peruano
entiende naturalmente el lenguaje de la reciprocidad. Es su idioma ancestral. Todo
lo que hay que hacer es exponérselo de una manera simple y ordenada.
Si al gobierno
actual no le queda ya tiempo, o no está en condiciones de liderar este ayni del
trabajo, el conocimiento y la decisión , lo que debe hacer es dejar al menos de
estorbar y despejar de obstáculos el camino para que el próximo gobierno pueda lanzarlo.
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