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MEDIA
COLUMNA
Tempestad en
un vaso de agua
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
El conflicto actual entre el Ejecutivo y el Legislativo –que
ha ocupado toda la semana- debería entablarse con mayor fuerza aun en el campo
de batalla correcto, en torno al tema fundamental de la reforma, que es la bicameralidad
y el equilibrio de poderes, y no el de la inmunidad parlamentaria, que es
irrelevante para corregir las fallas de nuestra democracia de baja
gobernabilidad.
Debería incluir también la eliminación de la vacancia por
“incapacidad moral permanente”, que no está definida en ninguna parte de
nuestra legislación, que consiste en lo que el Congreso quiera, que anula la
inmunidad del presidente de la República prevista en la Constitución burlando
las causales constitucionales de destitución, y es una espada de Damocles no
solo sobre la cabeza del poder Ejecutivo sino sobre la gobernabilidad de nuestra
democracia.
En la reunión de la semana anterior en Palacio, de los
voceros de las bancadas con el Presidente, se tomó el acuerdo de que esos dos temas
y otros de menor importancia -la inmunidad entre ellos- serían debatidos
civilizadamente en la comisión de
Constitución. No se acordó que el gobierno se limitaría a acatar sin
chistar lo que el Congreso decidiera por sí solo en estas materias. Sin
embargo, la Comisión de Constitución procedió
de inmediato a archivar el proyecto relativo a la inmunidad antes de que hubiera oportunidad de debatirla.
Si se tratara de establecer quién desató la bronca entonces, la pregunta
obligada es si no fue el Congreso acaso el que tiró la primera piedra. Esto
causó, a su vez, la sobrerreacción -algo histriónica- del Presidente, desatando
una espiral de violencia verbal que por momentos ha llegado a tocar las cumbres
sublimes del ridículo.
Una semana entera perdida, dedicada a fatigar hasta la náusea
la enésima acusación mutua de golpe de Estado, ya sea con cierre del Congreso o
con vacancia de la Presidencia. Elija el lector lo que prefiera de este menú: ambos
platos están podridos.
No queda sino comenzar de nuevo para reencaminar la reforma
hacia la bicameralidad, indispensable hoy para frenar la sobreproducción
legislativa del Congreso, que está fuera de control y atenta contra la
seguridad jurídica. Y eliminar también la vacancia presidencial por
“incapacidad moral permanente” que amenaza a la gobernabilidad democrática.
Con una mejor gobernabilidad –fruto de un mejor equilibrio de
poderes con dos cámaras-, el transfuguismo se torna irrelevante. Con ello, la
inmunidad parlamentaria deja de ser una herramienta de castigo político y
recupera su lugar, secundario, en el orden de las cosas.
Restablecida la inmunidad presidencial al eliminarse esa
causal vergonzosa de vacancia, quién se opondrá a que la inmunidad
parlamentaria también sobreviva a esta tempestad en un vaso de agua.
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