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MEDIA
COLUMNA
Cómo acabar con las burbujas
de la economía global
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Una sentencia de Hernando de Soto, citada muchas veces en
esta columna, explica que el problema de la economía del siglo XXI son los
papeles sin bienes en los países desarrollados y los bienes sin papeles en el
resto del mundo.
Las consecuencias son, de un lado, el colapso recurrente de
burbujas globales y, de otro, economías emergentes atrapadas en el pantano del
ingreso medio.
La formidable sentencia de De Soto trae implícita la solución
del problema: ambas carencias se resuelven al mismo tiempo si se consigue dotar
de papeles a los bienes de países emergentes y colocar luego esos papeles en
los mercados financieros globales. Dos pájaros de un tiro. Son las dos caras de
la misma moneda.
De hecho, De Soto trabaja ya con tecnología digital llamada blockchain
(cadena de bloques) en extender a los poseedores de tierra de todo el planeta títulos
virtuales transables en los mercados de capitales. Se trata de un mercado virtual
de alcance global donde no hace falta un título de propiedad porque la confianza
la pone el libre contrato entre las partes ante esta especie de notario de
intimidades que es el registro virtual donde, por lo tanto, no hace falta la
intervención del Estado. De ningún Estado: es el siglo XXI.
¿Usted piensa que esto es una utopía imposible? Piénselo dos
veces.
Cuando Xi Jinping anuncia la creación de la Ruta de la Seda,
el gran cinturón chino de infraestructuras alrededor del globo para el siglo
XXI, pone en valor lugares que, hasta que China se interesó en ellos, no tenían
relevancia global alguna y, por lo tanto, ningún valor en el mapa de los
recursos económicos mundiales.
Es el caso del puerto de Chancay, emblemático desde hoy para
el Perú. China ha anunciado en colaboración con sus socios peruanos de la empresa
minera Volcan una inversión de tres mil millones de dólares en la construcción
de un megapuerto en Chancay, el de mayor calado -17 metros- de la costa de
Sudamérica, que podrá recibir buques Triple E –de medio kilómetro de largo y 20 mil contenedores.
Súbitamente, por el milagro del capital –como diría De Soto-,
nuestro viejo, humilde y soñoliento puerto de Chancay, con su muelle, su playa
y su castillo, que no tenía ni aspiraba a tener esa clase de valor económico antes
de que China lo inscribiera en la Ruta de la Seda, por el solo acto de ser hoy un
eslabón de la cadena de la infraestructura global del siglo XXI, adquiere de
pronto, exponencialmente, un protagonismo económico mundial.
Chancay será un megapuerto que bien podría pensar mañana en emitir
papeles –bonos o acciones- transables en la bolsa de Nueva York en los que pueden
interesarse grandes fondos de pensiones mundiales que necesitan invertir en
proyectos seguros y de mediano plazo. ¿Imposible? Hace pocos días el FMI dijo
oficialmente que apoyaría la construcción de la Ruta de la Seda y, en ese mismo
momento, un gran fondo de pensiones europeo anunció su interés en invertir en la
nueva infraestructura global que la sola decisión política de China ha puesto
en valor.
Otras actividades en cientos de lugares del tercer mundo seguirán
pronto por este mismo camino y los bienes emergentes colocarán poco a poco cada
vez más papeles en los mercados de capitales desarrollados. Reunidas ambas
mitades, la economía global por fin quedará saneada.
Para nosotros, millones de hectáreas de punas altoandinas con siembra de agua y de bosque tendrán entonces un nuevo valor
real y virtual. Nuestros propios fondos previsionales, que necesitan crecer
invirtiendo en activos seguros de mediano plazo, pueden ser la vanguardia que
abra el camino.
Es enorme el peso de la decisión política en la creación del
valor económico. Es lo que hacen los grandes estadistas. Lo hemos sabido siempre.
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