DE EXPRESO
Evo quiere el Sur del Perú
Operación
geopolítica en curso
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
La reforma política para escapar de la
trampa de la democracia de baja gobernabilidad parece una discusión bizantina
cuando tenemos al enemigo en la puerta. En efecto, hay un plan para capturar el
poder en el Perú, con elecciones o sin ellas. Viene del Foro de Sao Paulo, que
prepara su vuelta al poder, de Caracas y de La Habana, e instrumenta a Evo
Morales, presidente de Bolivia.
El plan consiste en hacerse del
abastecimiento de la energía al Sur del Perú con un sistema de distribución de
gas por vehículos desde Bolivia y una red doméstica de ductos en Desaguadero,
que son el efecto de demostración para la posterior construcción de un
gasoducto desde Bolivia -conectado a un gasoducto peruano, según el gobierno- luego
de ganar la buena pro de la licitación convocada por Proinversión que está por
ser otorgada. La empresa estatal de gas de Bolivia es uno de los dos postores.
Al efecto, Evo Morales acaba de
anunciar su próximo viaje a Moscú para conversar con Vladimir Putin sobre
próximas inversiones en hidrocarburos en Bolivia por medio de la estatal rusa
de gas Gazprom.
Los gobiernos del Perú y de Bolivia hicieron
público en el reciente gabinete binacional los días 24 y 25 de junio en
Moquegua, la tierra del presidente Vizcarra, su mutuo interés en abastecer
de gas bolivano a todo el Sur.
Por su parte, dos
empresas privadas, termoeléctricas generadoras de electricidad en el Sur –Engie
y Kallpa- procedieron a firmar con la estatal de gas de Bolivia y en presencia
del propio Evo Morales acuerdos para abastecer sus plantas. Engie construye
junto con Gazprom en el norte de Europa el gasoducto denominado Nordstream 2.
Desde comienzos de año, el gobierno de
Martín Vizcarra acordó con el de Evo Morales esta compra de gas boliviano y la
construcción de un gasoducto desde La Paz hasta Ilo supuestamente
complementario del Gasoducto del Sur, de Odebrecht.
La operación parece un negocio inocuo y
comercialmente ventajoso para abastecer de energía al Sur con gas barato. Pero
es una operación geopolítica acordada con gobiernos regionales y aliados
políticos locales pcon el propósito ulterior de hacerse del control de recursos
naturales en la región: cobre, litio, tierras raras y agua por medio del
control de la energía para su extracción. El gobierno peruano no es el cerebro detrás
de esto, tampoco el de Bolivia. Son los aliados de Evo Morales desde el Foro de
Sao Paulo, de Caracas y de La Habana.
La operación detonará en un solo día
cuando, con un pretexto cualquiera, se interrumpa el abastecimiento de gas al
Sur y la región quede sin energía. El levantamiento popular consiguiente es la
forma en que está prevista la captura del poder.
Existe una vasta red al servicio de
este designio. La propia lucha anticorrupción es instrumentada para el ruido
mediático, que permite que la opinión pública no repare en el peligro.
La propia clase política está
enfrascada en la confrontación permanente entre el Ejecutivo y el Legislativo, debatiendo
la disolución del Congreso o la vacancia de la Presidencia. Pero
el conflicto de poderes permanente no es, precisamente, sino el síntoma de la
trampa de la democracia de baja gobernabilidad, que incuba el autoritarismo. Es
lo que el plan del antisistema ha previsto. Escapar de la trampa de la
democracia de baja gobernabilidad supone corregir la falla en el equilibrio de
poderes que debilita nuestra democracia. Pero resulta una discusión bizantina
cuando tenemos al enemigo en la puerta. La salida comienza por identificar
correctamente el problema. Las guerras se pierden por luchar contra el enemigo
equivocado.
Las guerras de la electricidad
El
problema nació cuando el Estado peruano decidió cambiar la base energética del
país del petróleo al gas. Y cometió un error. Al lado de la Cordillera de
los Andes, el Perú debió girar hacia la energía hidroeléctrica. Lo demostró Jorge
Baca Campodónico -ingeniero eléctrico, doctor en
Econometria y ex ministro de Economía- en su
Linterna de popa en EXPRESO: las hidroeléctricas podrían abastecer las necesidades
de energía del Perú por los próximos 50 años. Las 20 hidroeléctricas que se
pensó construir en el Marañón en el 2011 habrían abastecido 60 mil megawatts,
suficientes para medio siglo.
Santiago Antúnez de Mayolo exploró el
Pongo de Manseriche en el Marañón buscando dónde construir una represa para
crear una caída de agua. Encontró el lugar en Huancanque, aguas arriba de
Borja, donde el río se estrecha entre paredes de roca. Antúnez de Mayolo dibujó
en su mente la represa: tendría una caída de 60 metros que generaría 7,550
megawatts, lo suficiente para reemplazar casi todo lo que producen hoy las
generadoras termoeléctricas.
A comienzos de la década, señala
Baca, la producción de energía hidroeléctrica representaba más del 80% del
total. Hoy es el 50%.
“La causa de esta sinrazón –añade-
fue la moratoria de construcción de hidroeléctricas por diez años introducida
para beneficiar el proyecto de gas de Camisea”. Es decir, el Estado necesitó crear una demanda que no existía para poder
colocar el gas, y desplazó a la generación hidroeléctrica de la producción de
electricidad.
El
objetivo fue exportar gas y masificar el consumo. Mientras la infraestructura
no estuviera en su sitio, sin embargo, había que crearle provisionalmente un
mercado al gas en la generación de electricidad. Lo que se creó fue una
competencia desleal para las hidroeléctricas.
Esto
explica por qué el Estado permitió a las termoeléctricas a gas declarar costos
que no eran reales: para que pudieran competir. Luego, lo provisional se volvió
permanente. La construcción de la infraestructura del gas quedó paralizada en el
pantano de la corrupción. El mercado de consumo que se iba a generar no alcanzó
la magnitud necesaria. Chile encontró alternativas en la energía solar para sus
minas. Y el autoengaño de los costos se volvió una trampa de la que el Estado
no sabe ya cómo escapar.
Fábula del Estado desnudo
La guerra de la electricidad ha sido
causada por la interferencia del Estado en el mercado de la energía. Mil
grandes empresas han visto su costo de energía reducirse a la mitad. Parece un
escenario ideal, pero no es sostenible, porque están comprando energía por
debajo del costo. El Estado interferió el libre mercado y el primer perjudicado
fue el propio Estado, que tiene cinco empresas de generación, todas ellas son
hidroeléctricas.
Regresar a declarar los costos reales
de las empresas termoeléctricas es hoy inevitable. Y lo saben las empresas.
Solo piden que no sea de inmediato, porque han firmado contratos que
deben cumplir.
Tod9 se origina en la fecha en que,
como en una fábula, el Estado decidió cambiar la base energética del país del
petróleo al gas. Pero este sería barato solo una vez masificado su consumo y
exportado el saldo. Provisionalmente, debe haber parecido una buena idea
crearle un mercado provisional al gas mientras se construía la infraestructura
de gasoductos y distribución masiva. El mercado provisional fue el de la
generación de electricidad con gas.
Hasta la fecha el Estado está
atrapado en esto, ataviado de una energía a precios irreales. Seguirá así hasta
que se desnude la verdad y se diga en voz alta que esta es otra reedición de la
vieja fábula del rey desnudo.
Ahora sabemos por qué el Estado peruano
no debió pasar del pétroleo al gas cuando tomo la decisión política de cambiar
la base energética del país. El error original desembocó con los años en
mercantilismo puro y duro cuando, en 2011, una segunda decisión política
estableció una moratoria a la inversión en 20 hidroélectricas del Marañon que
habrían provisto al Perú de 60 mil megawatts de electricidad, energía renovable
no contaminante suficiente para medio siglo.
A esa decisión política debemos hoy que
las generadoras termoeléctricas se hayan adueñado de la mitad del mercado. A
eso se debe la guerra actual entre las termoeléctricas y las hidroélectricas
que denuncian la mentira legalizada en la declaración de costos de las segundas.
Ni siquiera es su culpa. Esas empresas han sido llevadas a la trampa en que se
encuentra por la decisión política mercantilista que tomó el Estado.
Y a eso se debe que nos veamos hoy,
además, en el peligro de entregarle la energía del Sur a la empresa estatal de
gas de Bolivia poniendo en manos de Evo Morales y sus aliados los recursos
estratégicos del Perú para el siglo XXI: el cobre, el litio, las tierras raras,
el agua y la energía necesarias para extraerlos. Hoy estamos a un paso de que
el Perú caiga en la trampa de entregar a la estatal de gas boliviana la buena
pro de la licitación del proyecto Siete Regiones, la llave de la energía del
Sur. Ese abastecimiento puede interrumpirse a voluntad. La historia reciente de
Europa del Este muestra que el abastecimiento de energía por gas es el arma
estratégica para doblegar la voluntad política de los Estados. En nuestro caso,
como sabemos, el plan del radicalismo antisistema es capturar el poder en el
Perú. Y estamos poniéndole el arma en las manos.
El medio ambiente
El Perú debió pasar a la generación de
energía hidroeléctrica y destinar el gas -un hidrocarburo estratégico no
renovable que hoy quemamos para generar calor como si fuera carbón- a una nueva
industria petroquímica. Quemar el gas para generar electricidad
es un pobre uso de un recurso escaso. Generar calor es la más ineficiente de
las formas de emplear la energía. Y, además, quemar el gas es contaminante.
En el futuro, el Perú necesitará
cantidades exponencialmente mayores de electricidad.NO provendrán del gas. Tendremos
que cambiar nuevamente de base energética, de la del gas a la de la hidroelectricidad.
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