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MEDIA COLUMNA
Periodicazo de
constructora
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Hoy ya sabemos por fin cuál fue el
verdadero motivo del destape masivo de la corrupción en toda Latinoamérica. No
es un motivo ilegítimo. Consiste en abrir a la competencia global y a la fuerza incluso el mercado de las
licitaciones de obra pública latinoamericana quebrando
en todas partes al mismo tiempo el oligopolio de los “clubes de la construcción”, empezando por
Brasil que perfeccionó el modelo.
Abrir Latinoamérica a una economía global libre es nuestra tarea para el siglo
XXI. En la infraestructura física, afortunadamente habrá competencia entre la
Ruta de la Seda china y la Red de Puntos azules (Blue Dot Network) o “América
Crece”, los planes de EEUU para contrapesar la influencia china en Sudamérica. La presencia misma de estos gigantes en la región es la consecuencia directa del
destape de la corrupción. Y, repito, es algo perfectamente legítimo.
Pero sería tonto ignorar que no solo en Latinoamérica se cuecen habas.
“Clubes de la construcción” han existido por décadas y existen aun en Europa , América y Asia. “Llave en mano” es el nombre que se da desde décadas y aun hoy a los proyectos
que gobiernos y empresas de economías desarrolladas venden a los emergentes.
Incluyen, como su nombre indica, el paquete completo con know how y
financiamiento con facilidades, que se recuperan en las tasas y los precios con que
el proveedor “favorece” al país que, por razones históricas, es “amigo” ya que habla el mismo idioma generalmente por haber sido una colonia suya en el pasado. Esto
sigue siendo una realidad. Sería tonto cerrar los ojos.
Es interesante la historia de lo que llegó a existir en el Perú a
mediados de la década de los 70, en las postrimerías de la Primera Fase del
gobierno “revolucionario”. Se creó en 1974 y se llamó el Instituto de
Investigaciones Energéticas y de Servicios de Ingeniería (INIE). Era un cándido intento –muy en modo militar- de librarse de la trampa de la “llave en mano”. Reclutó ingenieros peruanos de construcción e infraestructura, permitió la contratación
a título individual de extranjeros que aportaran know how y transferencia de
tecnología. Fue un fracaso en medio de las arbitrariedades del gobierno “revolucionario”
en una economía cerrada y trabada por el Estado.
Fue así como regresó entonces el aún incipiente “club de la
construcción” –mucho antes de los brasileños- con empresas
constructoras que descubrieron la capacidad de presión política que puede alcanzar una empresa constructora cuando tiene en la otra mano un periódico, un
canal de televisión de señal abierta. Es determinante el poder de los medios sobre el gobierno cuando
de conseguir un contrato de obra pública se trata. Los ejemplos abundan y hoy
por fin han alcanzado estado público. Hoy que el mayor de todos esos grupos se
halla en la picota, hay que decir que ya desde la década de los 80 ese modelo
fue usado igualmente por otras constructoras para propinar periodicazos al
gobierno y medrar en las licitaciones de obra pública. Me abstendré de citar nombres que todos conocemos.
Hoy, la lucha
puede contar con el faro chileno del reciente mensaje de Sebastián Piñera
llamando no solo a sus compatriotas sino, en buena cuenta, a los
latinoamericanos a declarar la guerra al mercantilismo. No solo al monopolio
estatal, cuyos servicios son una vergüenza, sino al monopolio privado: al abuso
de la posición de dominio, a la concertación empresarial y sus formas agravadas
-el oligopolio y el monopolio- en cada país y en cada uno de los sectores
principales de sus economías: la energía, las finanzas, el comercio, las telecomunicaciones.
Hay “clubes de la construcción” en cada sector de nuestras economías y es
inútil seguir pretendiendo que no existen.
El monopolio, estatal o privado –y no la tan cacareada desigualdad-, es la causa
material del malestar de los pueblos en toda Sudamérica, expresada de manera
violenta en Santiago, Quito, Bogotá y La Paz porque el enemigo -el eje Buenos
Aires-Foro de Sao Paulo-Caracas-La Habana-México- multiplicó exponencialmente la corrupción, la generalizó todo el sector público y la contagió al privado en todas partes.
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