sábado, 25 de abril de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 24 abril 2020



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MEDIA COLUMNA
Mentiras blancas

Jorge Morelli
@jorgemorelli1


Hoy la pandemia universal ha suspendido el tiempo.

Unos alertan que todo en adelante será mucho peor, porque al fin hemos desembocado en la era del Big Brother global. 

Y otros creen de buena fe que el mundo no volverá a ser el mismo. Que será mejor. Son mentiras blancas.

Ambos se equivocan. Concluida la  pandemia, nuestra vida política volverá a ser exactamente la misma. No hemos trincado el timón de la nave y la marea nos lleva donde quiere. Somos actores de una obra que no entendemos.

Nuestra vida politica no será mejor, porque por complacencia o desidia imaginamos que la democracia de baja gobernabilidad que hemos tenido por 20 años es “normal”. No es así. Basta tomar nota de la actitud del nuevo Congreso.

Queremos a toda costa creer que la democracia irá mejorando con el tiempo. No mejorará en absoluto hasta que rediseñemos el equilibrio de poderes. 

Lo de hoy es un paréntesis que obliga a tomar decisiones (y lo permite). Pero no hay aún conciencia del problema. Pronto volveremos a la democracia de baja gobernabilidad y a la parálisis politica.

Así las cosas, las casandras que hablan de un futuro políticamente aciago para el Perú son profetas tardíos. Ese futuro esta aquí desde hace mucho. Es la democracia de baja gobernabilidad.

Desde la trágica republica de Roma -que produjo el asesinato de César solo para incubar el Imperio de Augusto-, el destino inexorable de las sociedades incapaces de comprender la falla en su arquitectura politica y rediseñarla es verse condenadas a repetir siempre el mismo guión sin saber por qué.

Conocer el proceso de la historia es el modo de escapar de ese destino. Porque la democracia de baja gobermabilidad desemboca siempre, inexorablemente, en  la trampa circular de la demagogia y el autoritarismo. Pero es necesario entender ese proceso político con claridad para poder enmendarlo y llevar la nave a buen puerto.

Pocos emprenden este viaje dejando atrás a unos ocupados en roer amargas raices eternamente y a otros perdidos en sueños estériles. Estamos solos. Pero recitamos la Plegaria de la Soledad: "yo no pido, Señor, sino que exista un puerto en alguna parte".


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