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MEDIA COLUMNA
República fallida
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
El Perú no es su república, que recién cumplirá dos
siglos. El Perú tiene cinco mil años de historia.
Su relación con el mundo tendrá pronto 500 años, como
Lima, y eso representa apenas la décima parte de su historia. Si la historia
del Perú se limitara a un solo día, la república apenas ocuparía la última
hora.
El Perú ha conocido en el pasado grandes eras de
progreso fundado en su propia innovación tecnólogica y organización política.
No son muchos los pueblos sobre el planeta que pueden decir eso. Aquí nació una
civilización.
La república, en cambio, no ha significado para el Perú
una era de progreso acumulativo, sino más bien una de caída y recaída en la
pobreza a pesar de los inmensos recursos con que cuenta. La república ha sido
hasta hoy un fracaso.
Ese fracaso no puede atribuirse sino a una falla grave
en la arquitectura de nuestro ordenamiento político.
Muchas veces en el pasado fenómenos naturales han
causado en el Perú la desaparición de culturas enteras. Y pandemias han matado
a millones, como la causada en el siglo XVI en su primer contacto permanente con
el mundo. Pero nunca perdió lo avanzado. Un pueblo de cinco mil años de
historia tiene una columna vertebral y raíces tan profundas en la tierra que
bien puede el vendaval llevarse las hojas y las ramas pero el árbol reverdece.
Una vez más hoy, una pandemia nos diezma. No tan brutal
y anónimamente como hace cinco siglos, pero muy duramente para los estándares
de lo que las recientes generaciones de peruanos hemos conocido, los más
jóvenes especialmente.
Los hechos muestran que poco es lo que las políticas
públicas pueden hacer en lo inmediato para controlar un fenómeno natural como
este. Pero este obedece a leyes naturales y seguirá su proceso hasta
extinguirse.
El problema sería ser la incapacidad de responder al
reto de corregir la falla en nuestra
república demagígica y fallida. Eso requiere antender al proceso de la realidad
política desde una perspectiva nueva.
El diagnóstico es que estamos en un círculo visios que
desemboca en el autoritarismo que nos devuelve luesgo a la demagogia. La falla en
el ordenamiento político se encuentra en el sistema de gobierno a causa de un
fallido equilibrio de poderes que ha originado una democracia de baja
gobernabilidad. Y esto dificulta mantener un rumbo y lo impide del todo en las
tormentas que inevitablemente llegan. La nave no tiene timón.
Pero el Perú tiene una columna vertebral fuerte. El
rumbo está claro y la crisis es la oportunidad de reconstruir la republica libres
de los lastres del pasado. Por 200 años hemos rendido culto falso e hipócrita
al dios de una república fallida. En nombre de una verdadera democracia,
hagamos que el bicentenario evite la celebración hipócrita de lo que hace mucho
debimos corregir y sea un nuevo comienzo. Incluso San Martín y Bolívar tuvieron
la visión correcta del problema y dejaron escrito dónde estaba la falla. Lo que
hace falta es un timón y la mirada en un punto firme en el horizonte.
Reconstruir la republica supone rediseñar nuestra
democracia de baja gobernabilidad para adaptarla a este siglo en el que no se
puede perder el tiempo. El Perú lo ha hecho antes. Toca hacerlo una vez más sin
temor a los fantasmas del pasado. En buena hora si eso supone romper con la
república tal como ha sido hasta hoy. La historia enseña desde Roma, una y otra
vez, que recaerermos en el autoritarismo si esto no se hace y solo para volver
al cabo de unos años a nuestra pobre democracia de baja gobernabilidad.
Lo hemos estado haciendo durante dos siglos. Y, sin
embargo, no son sino una fracción de nuestra historia.
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