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MEDIA COLUMNA
Los pueblos ya han
esperado demasiado
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
La deuda del Perú llegaba a 27% del PBI
antes de la pandemia y llegará quizá al 39% ahora, debido al gasto de la
pandemia. Muy por encima del límite del 30% que no se debía sobrepasar sin
poner en peligro el grado de inversión del Perú en el sistema financiero global.
El PBI de EEUU era de 21 millones de
millones de dólares antes de la pandemia. El de China, de 14 millones de
millones de dólares. El PBI mundial, unos 87 millones de millones. La deuda de
EEUU hoy es de 110% de su PBI. La mega deuda mundial –ante la cual nadie sabe
qué hacer- alcanza a 300% del PBI mundial.
Lo que hace posible el crédito es una de
dos cosas: la garantía que lo respalda o la credibilidad de quien lo recibe aunque no tenga garantía (o esta sea solo aparente).
Hoy el mundo entero ha tomado prestado sin
garantía tres años de su futuro y los ha gastado ya por adelantado. Semejante
deuda es ya simplemente imposible de pagar dentro de los parámetros normales. Hay
que pensar fuera de la caja. Se puede multiplicar la garantía que la respalda.
Hernando de Soto estima que existen en el
planeta unos 150 millones de millones de dólares en recursos naturales
bloqueados bajo el suelo por quienes controlan la superficie y no permiten
sacarlos sin recibir una tajada equitativa.
Esos recursos, entonces -sin incluir lo que no está bloqueado-, valen hoy en el mercado global más de cuatro veces el PBI de EEUU y de China sumados, cerca del doble del PBI global y más de la mitad de la deuda mundial.
Para poner en valor esos recursos en el
mercado mundial -y sanear la deuda mundial con esa garantía-,sin embargo, es
necesario poner en valor al mismo tiempo las tierras que se hallan sobre ellos.
De otro modo, simplemente, quienes las controlan no permitirán sacar los
recursos naturales que se hallan debajo.
Hace años dijo De Soto algo que cambió el
juego: “el problema del siglo XXI son los papeles sin bienes en los mercados
financieros desarrollados y los bienes sin papeles en el resto del mundo”. Son
las dos caras de la misma moneda. Esos recursos naturales y las tierras sobre
ellos son los bienes sin papeles que pueden crear nuevo valor real que devolver
a los papeles sin bienes del mercado global.
El valor de esas tierras, sin embargo, no
puede fijarlo la empresa que tiene la concesión del recurso otorgada por el
Estado respectivo. Tampoco pueden determinarlo quienes ocupan la superficie
sobre el recurso. Menos aun puede hacerlo el Estado. Solo el mercado –la oferta
y la demanda- puede hacerlo. Pero no el mercado local, donde esa tierra no vale
nada, sino el mercado global en las bolsas de Nueva York, de Toronto o de
Londres.
Solo de ese modo habrá un precio aceptado
por todas las partes. Solo de esa manera el valor de la tierra encima se moverá
paralelamente al valor del recurso debajo. Solo así quienes controlan la superficie
recibirán la parte que equitativamente les corresponde del valor de los recursos
naturales.
El diálogo simplemente no basta y nunca
bastará para enmendar lo que no funciona. La propiedad es la clave del
problema. El mercado es la mayor fuente de energía económica en el mundo, pero
solo la propiedad es el arnés que puede ponerla al servicio de todos.
Las comunidades andinas y amazónicas y los
pueblos pobres de la tierra ya han esperado más que suficiente.
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