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MEDIA COLUMNA
Donde nace la ira
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
El domingo Evo Morales ha vuelto
al poder. Las elecciones de Bolivia la semana pasada, y las del Perú, Chile y
Ecuador el próximo año son las grandes batallas políticas del momento.
Muchos creen que el populismo es el
factor primordial, porque las recientes clases medias latinoamericanas se
hallan expuestas hoy por la pandemia a la recaída en la pobreza, y ven en esto
el caldo de cultivo de la amenaza populista.
Pero pienso que lo decisivo en
Bolivia sigue siendo el factor indígena, que aun pesa masivamente en el
electorado. Es el caso también de las regiones andinas de Ecuador y del sur del
Perú, y en Chile el de las minoritarias regiones mapuches del extremo sur del
continente. La identidad étnica no es solo un factor cuantitativo, sino uno cualitativo,
que vuelve a pesar hoy en la balanza política latinoamericana.
Hace medio siglo ya desde que se
desbordó la migración masiva de los pueblos a las ciudades en todo el continente
como en todo el planeta. La migración ha cambiado la geografía política en
todas partes.
Paralelamente comenzó también una
deserción masiva del segmento educado de las sociedades que abandonó al Estado a
su suerte en todas partes.
Esta deserción abarcó progresivamente
la magistratura de la administración de justicia, la seguridad ciudadana, el
magisterio de la educación pública, la atención de la salud. Los jóvenes más
educados prefirieron las empresas modernas. Y, para defenderse del Estado
arcaico, se atrincheraron en el oligopolio privado: de la energía, de las
finanzas, del comercio, de las telecomunicaciones, de los medios.
En las economías pequeñas el oligopolio parece un hecbo natural.
Una tecnocracia mediana nacida en
el Estado pasaría desde entonces a copar la función pública en las economías y
las sociedades latinoamericanas. Con una educación técnica mediocre y una
fuerte carga de reivindicación social y política (introducidas luego de
contrabando en el derecho),el Estado se fue convirtiendo poco a poco en un instrumento
de lucha política, de confrontación y retaliación contra el ámbito privado. Y la
segmentación de lo privado y lo público fue adquiriendo un perfil social
estratificado, étnicamente identificado, que albergó con el tiempo un mal
disimulado racismo y se convirtió en el neo-etnicismo que hoy gana las
elecciones en Bolivia a la tecnocracia de Carlos Mesa, cada vez más aislada.
Sin liderazgo, carente hasta de una
narrativa convincente de inclusión, la inercia ha ido produciendo la actual dinámica
social latinoamericana. Y la pandemia ha venido a llover sobre mojado. Este el volcán
del que emanan el desencanto y la ira contestataria en todas partes.
En las elecciones de los otros
tres países andinos el próximo año se miden las fuerzas centrífugas de la confrontación
política y la división étnica, contra las fuerzas centrípetas de la inclusión económica
en el mercado y la ciudadanía en la nación.
En su Bicentenario, el Perú tendrá
que recordar que es mucho más antiguo que la República.
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