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MEDIA COLUMNA
La orgía demagógica
del Congreso
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
El
Congreso ha producido la noche del jueves una verdadera orgía demagógica que ha
puesto fin a años de esfuerzos del país por crear una meritocracia en la
educación pública del Perú.
Se
trata de la decisión de reponer por razones políticas –no por
razones técnicas ni de justicia- a 14 mil maestros separados en 2014 por no
haber aprobado o no haber aceptado someterse a la evaluación del caso.
Son
14 mil votos comprados por todos los partidos políticos actualmente en el
Congreso. La prueba es que la ley fue aprobada por 107 de los 121 congresistas
presentes. Y, como de costumbre, el proyecto fue exonerado de segunda votación.
El Ejecutivo tiene ahora la posibilidad de objetar -observar es el término
oficial- este escandaloso caso de clientelismo mercantilista. Pero, como
sabemos por adelantado, el Congreso probablemente insistirá en su ley demagógica
con la mitad de los votos de la única cámara, y la promulgará.
Esta es, además, solo la porción visible del iceberg.
La parte bajo la superficie es bastante más grande.
Actualmente, hay unos 240 mil profesores nombrados que
se hallan dentro de la Carrera Pública Magisterial. Para ser parte es forzoso
tener título de Pedagogía. No vale ningún otro título profesional. En
otras palabras, existe un monopolio sobre las plazas de la educación pública en
el Perú que las reserva de manera excluyente para los titulados
en Pedagogía.
A consecuencia del monopolio, una tercera parte entera de
los maestros de la educación pública peruana son contratados cada año y jamás
nombrados. No se les permite entrar a la Carrera Pública Magisterial con otro título profesional. Alguna vez, Martha Hidebrandt, que
tiene título en Pedagogía, que sabe de lo que habla y a quien consulté el tema,
me dijo que para enseñar bien es más importante conocer la materia -el qué- antes incluso que el cómo enseñarla.
Hoy en el Perú un maestro contratado percibe un sueldo
igual al del maestro nombrado que recién comienza en el escalón más bajo de la
Carrera Pública Magisterial. Contratado cada año, vive al filo del
despido y no puede mejorar su ingreso porque se halla excluido del sistema. Y después hablan de inclusión.
Tampoco hay relación entre el mérito y la remuneración, pero hablan de meritocracia. La política controla las plazas de la educación
pública y el sistema es manejado por “favores” desde el Sindicato Unitario de
Trabajadores de la Educación en el Perú (Sutep). Esa es la columna vertebral de su
enorme poder. La Derrama Magisterial no es sino su expresión material.
Alguna vez, de visita en Japón gracias a la generosa
invitación de su gobierno, pregunté a un importante profesor de la Universidad
de Tokio, una alta autoridad en educación japonesa a quien pedí ver, cuál era
el momento clave de la historia de la educación japonesa. Me dijo que no era
uno, sino dos: el primero ocurrió a mediados del siglo XIX durante la reforma
Mei Ji y fue la enseñanza obligatoria de inglés en todas las escuelas públicas
de Japón. El segundo fue a mediados del siglo XX, durante el gobierno
provisional de Douglas MacArthur al final de la Segunda Guerra
Mundial, y fue la cancelación del monopolio del gremio magisterial sobre las
plazas de la educación pública japonesa. Entre las mejores del mundo hoy, la educación japonesa necesitó remover
de su camino la piedra del poder político del Sutep japonés.
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