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MEDIA COLUMNA
Volver a creer
en la política
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Lescano ha salido del bolsón de
los demagogos y se ha radicalizado. Lo que quiere es desplazar a Verónika del
extremismo de izquierda radical para ocupar su lugar. Desde su punto de vista,
la jugada es un acierto. Verónika ha decidido representar el papel de la monja
en campaña, y Lescano puede tener éxito y pasar a la segunda vuelta.
Lo mismo hace López Aliaga en
el otro extremo del espectro político. Se radicaliza. Cada día dice algo más
desafiante y se aleja del centro moderado. Agrede deliberadamente , hiere
incluso con frases duras contra la eutanasia y la tolerancia en cuestiones de
género.
Es el indicio de que la campaña
se está polarizando. No podía ocurrir otra cosa con un sistema de partidos
atomizado, como el que tenemos, que ni siquiera es un sistema. La segunda
vuelta será una lucha por restaurar el centro político. Pero no la primera, en
la que el centro ha desaparecido y parece una vieja pintura que ha perdido el
color.
Lo que ocurre es que el centro
no podrá ya ser restaurado. Se cae a pedazos. El centro necesita ser refundado,
no restaurado. Y esto requiere pensar fuera de la caja. Necesita un marco nuevo
donde se absuelvan la contradicción entre los extremismos. Hemos fatigado esas
contradicciones. Ya no movilizan a nadie.
No son las convicciones
ideológicas las que mueven los corazones. Son las emociones las que lo hacen. Y
en un momento en que el pueblo peruano se halla abandonado a su suerte, desposeído
y reducido a la condición de mendigo del siguiente bono del gobierno; cuando la
solidaridad con el prójimo ha desaparecido y solo el gesto de empatía es eficaz
para atravesar el muro de hielo del desaliento y la desmoralización de que hemos
sido objeto, es hora de darse cuenta de que hemos caído en una trampa.
Esto no ocurre por casualidad.
Obedece a un plan según confesara muchos años atrás un espía tránsfuga de
inteligencia. El plan tiene cuatro fases: desmoralización es la primera.
Desestabilización, la segunda. La tercera es la captura del poder. La cuarta es
la “normalización”, la institucionalización de la mentira oficial.
La primera etapa es crucial.
Puede tomar veinte años. Se halla completa cuando los habitantes de un país están
ya convencidos irremediablemente de que su país es el peor engendro del planeta
entero y que todo esfuerzo es inútil.
Este es el punto en que nos
encontramos en el Perú. Hemos sido desmoralizados, cocinados a fuego lento
imperceptiblemente. Esto se expresa en el lugar común de que la política es un
asco del que hay que huir. Ya decía Platón, sin embargo, que el castigo para
los que no se ocupan de la política es ser gobernados por los que sí lo hacen.
No suelen ser los mejores.
Por eso la atomización, por eso
la polarización del espectro político, por eso prospera el extremismo y se
muere el centro político. Refundarlo es posible. Pero solo puede hacerlo quien
tenga la herramienta correcta para pasar a la segunda vuelta, que es escuchar
al pueblo y consultar siempre su opinión. Porque ese es su derecho.
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