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MEDIA COLUMNA
De la soberanía a la propiedad:
deconstruyendo Escazú
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Si
el Congreso ratificara el Acuerdo de Escazú, las controversias ambientales en
territorio peruano pasarían a ser resueltas por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) y administradas por la CEPAL, desconociendo la
Constitución del Perú con el objeto de abrir una grieta para la injerencia
política de esas organizaciones supranacionales en la soberanía peruana.
Escazú
es
un presente griego, el perfecto caballo de Troya de la astucia política caviar
para recortar la soberanía del Perú en nombre de la supuesta defensa del
ambiente convirtiéndola en un derecho humano.
Pero es una falacia: la defensa de los derechos humanos
no necesita de una soberanía supranacional, que es su principal enemiga. Porque
no necesita de ninguna soberanía –ni global ni nacional- que no sirva al
reconocimiento del derecho de los ciudadanos a la propiedad de la tierra respaldado
por el Estado para su puesta en valor en el mercado global.
Pero
es necesario desmontar, deconstruir el engaño. Paradójicamente, este se funda
en el mito de una mítica soberanía global sabia y omnisciente, que en realidad
esconde una reinvención del absolutismo. Ese mito es reaccionario. Instrumenta
a los ciudadanos de unos Estados a pensar que, en nombre de un refrito del
derecho natural, puede abolirse legítimamente el derecho positivo de otros
Estado y los derechos de sus ciudadanos. O sea, unas mentes ilustradas y
magnánimas saben más que las de unos nativos mezquinos e ignorantes a los que
hay que civilizar. Esta es la mentira detrás de la propuesta política de
izquierda hoy en todas partes.
Claro
que la globalización trae beneficios para la libertad: mercados abiertos
abaratan los costos de producir global y localmente, permiten un papel en la
economía global para las economías emergentes. Cediendo incluso,
cuidadosamente, competencias del Estado nacional a entidades supranacionales para
prevenir que el proteccionismo mercantilista –como el que hoy vemos nuevamente-
arrastre a todos inexorablemente a la guerra, como la historia demuestra. Y es
innegable también que otras competencias son ventajosamente cedidas por los
Estados -sobre todo las relativas a costumbres locales- a algunas pocas de las cinco
mil etnías existentes en el planeta que han hecho de la descentralización su
bandera. Así es como el Estado nacional ha ido despojándose de competencias en
un proceso histórico de cuatro siglos para ir entregándolas progresivamente hacia
arriba y hacia abajo, en dirección de entidades supranacionales y subnacionales.
Pero
en este proceso hay fracasos, construcciones supranacionales fallidas –como hasta
la fecha la Unión Europea o la Comunicad Andina-, y falsas descentralizaciones que
disfrazan movimientos independentistas para crear nuevos Estados nacionales con
los mismos vicios en el ejercicio de la soberanía. Y falsas regionalizaciones también,
que reproducen localmente el centralismo, como en nuestro caso. Todos estos
fracasos reproducen mecánicamente una seudo soberanía en el territorio que se
impone por encima del derecho de los ciudadanos a la propiedad de la tierra,
para comenzar. Y esto vale tanto para las organizaciones que pretenden imponer una
soberanía supranacional al Estado nacional, como también para Estados
nacionales que no reconocen el derecho de sus ciudadanos a la propiedad de la
tierra. ¿Y no es esto acaso un atentado contra los derechos humanos?
El
proceso histórico es uno que va gradual y libremente del concepto de la soberanía
al de la propiedad.
“Invocamos
al Congreso de la República a que no ratifique el Acuerdo de Escazú por ir en
contra del espíritu y los principios de soberanía”, dice al respecto la alta
oficialidad de las FFAA peruanas en el retiro. El Congreso debe enviar al tacho
este burdo engaño. Es demasiado tarde para el burdo truco de Escazú. Quizás
desgraciadamente aun funcione en otros lados, pero no en el Perú. Acá ya
conocemos las malsanas ficciones jurídicas que esconden propósitos políticos. La
CIDH y su brazo operativo, la CEPAL, no van a engañar a nadie acá con su pueril
estratagema para capturar furtivamente el poder creyendo que nadie se da cuenta.
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