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MEDIA
COLUMNA
Volverá
el conflicto de poderes
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Hay que saber que el guión de lo que viene en
adelante ya existe. El nuevo gobierno no se inaugura sobre una mesa vacía.
El Congreso tendrá diez o doce bancadas polarizadas. Y eso define las reglas
del juego.
No es que sea imposible armar una mayoría para
temas específicos, pero será sobre la base de caso por caso. Se tendrá que negociar
cada cosa. En esas condiciones no hay mayoría duradera. Será, en todo caso, frágil
y se irá desarmando en el curso del primer año.
La amenaza es la recaída en más de lo mismo: el
conflicto de poderes y su desenlace en el círculo vicioso la disolución del
Congreso y la vacancia presidencial. El orden de los acontecimientos es intercambiable.
El hecho es que el conflicto de poderes no se puede
resolver solo con buena voluntad. Las virtudes personales no pueden reparar la
falla en la arquitectura de nuestra democracia de baja gobernabilidad.
La falla está en un mal equilibrio de poderes, desbalanceado
desde el nacimiento de la República, que le dio al Congreso un poder mucho
mayor que al Ejecutivo, el Congreso puede sin proceso vacar la Presidencia,
censurar ministros e insistir en las leyes observadas por el Ejecutivo, el
Ejecutivo solo puede disolver el Congreso luego de un engorroso procedimiento.
Desde el principio se instaló en el Perú la
dictadura del Congreso. Eso no paso inadvertido ni siquiera el primer día. Ya
en enero de 1827, José María de Pando escribía que “los pueblos americanos
pasaron sin transición intermediaria del despotismo de la época colonial
directamente a la dictadura del Congreso”.
Peor aun, para fines del siglo XX un mal diagnóstico de
la enfermedad había conducido a un falso remedio. Para controlar el conflicto
de poderes que el desequilibrio genera, se optó por convertir al poder Judicial
en el árbitro del conflicto de poderes.
El resultado es que sobre la dictadura del
Congreso se instaló la dictadura de los jueces entronizada en el Tribunal
Constitucional, un poder por encima de los demás poderes que ha reinventado el
absolutismo contra el cual nació la democracia.
El TC se ha arrogado la condición de intérprete
supremo de la Constitución porque así lo establece su ley orgánica. No hay
ningún lugar en la Constitución que disponga tal cosa.
El conflicto de poderes volverá por eso, una y otra vez, hasta que
se rediseñe el equilibrio de poderes en el sistema de gobierno. En eso consiste
la verdadera reforma política que aun espera.
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