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MEDIA COLUMNA
Todos han
perdido
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Es hora
de decirles a los que se empeñaron contra viento y marea en la vacancia de
la Presidencia en el 2018 que lo que hicieron fue abrirle al enemigo las
puertas de la ciudad, que habíamos guardado y defendido durante 30 años.
Es la
complicidad del enemigo con los de adentro lo que hacía sospechoso el presente
griego. Debimos verlo hace año y medio tan solo. Hoy el enemigo ya ha introducido
su Caballo de Troya.
Hace año y medio muchos creyeron que se puede derrocar al poder sin consecuencias, que el vacío respetará las formas escritas en un papel. Qué imprudencia. No se puede entrar a un agujero negro creyendo que se controla lo que ocurrirá al otro lado. La consecuencia es la que hoy vemos: el pueblo desprecia a la clase política entera.
Hace año y medio muchos creyeron que se puede derrocar al poder sin consecuencias, que el vacío respetará las formas escritas en un papel. Qué imprudencia. No se puede entrar a un agujero negro creyendo que se controla lo que ocurrirá al otro lado. La consecuencia es la que hoy vemos: el pueblo desprecia a la clase política entera.
Todos
cayeron en la trampa de la corrupción montada por el enemigo. Si una empresa se
rehusaba a entrar, quebraba. Si un partido se negaba, perdía. Lo devoró todo el
mecanismo operado por la empresa brasileña obedeciendo a su patrón del Partido
de los Trabajadores, del Foro de Sao Paulo, de Caracas, de La Habana.
Dos elementos de juicio permiten asumir fundadamente que eso fue así. Primero, el encargado de los negocios de la empresa en el Perú tuvo reparos en entregar una suma enorme al candidato de izquierda con cuyas ideas no comulgaba. Pero su jefe -que tampoco comulgaba- lo obligó. Obedecía órdenes políticas. El indicio es que, cuando fue finalmente encarcelado, su propio padre, el viejo patriarca de la empresa, declaró públicamente que si su hijo era encarcelado fueran preparando dos celdas más: una para el expresidente brasileño hoy en la cárcel y otra para su sucesora. Esto demuestra que era el poder político el que mandaba y no a la inversa.
Dos elementos de juicio permiten asumir fundadamente que eso fue así. Primero, el encargado de los negocios de la empresa en el Perú tuvo reparos en entregar una suma enorme al candidato de izquierda con cuyas ideas no comulgaba. Pero su jefe -que tampoco comulgaba- lo obligó. Obedecía órdenes políticas. El indicio es que, cuando fue finalmente encarcelado, su propio padre, el viejo patriarca de la empresa, declaró públicamente que si su hijo era encarcelado fueran preparando dos celdas más: una para el expresidente brasileño hoy en la cárcel y otra para su sucesora. Esto demuestra que era el poder político el que mandaba y no a la inversa.
La causa
material de esta historia se remonta a los 70, cuando el mercantilismo
proteccionista se convirtió en el modus
operandi brasileño en todos los sectores de la economía y la sociedad,
tanto hacia afuera como hacia adentro del inmenso país. Eso fue detectado y
analizado por sociológos de la época que llegaron a identificar a las argollas
de poder económico que cerraban los mercados para sí con el curioso nombre de
“panelinhas”. Esto era lectura obligatoria para los estudiantes de Antropología
Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica ya en
ese entonces, casi 50 años atrás. Bien visto, no era un secreto para
nadie.
Mucho antes de eso, sin embargo, ya era posible para los aficionados a la Geopolítica sospechar que el imperialismo brasileño podía resultar peor aún que el yanqui. El antecedente histórico son los “bandeirantes”, que penetraron los territorios de las misiones abandonadas por los jesuitas -expulsados del Imperio español a fines del siglo XVIII- lenta, silenciosa, incesantemente, como avanzada comercial de un plan político de apropiación del territorio. Doscientos años después se organizaría de nuevo la penetración del mercado peruano y otros de la región de forma encubierta reclutando cómplices, subordinando empresas y partidos al mecanismo avasallador del Foro de Sao Paulo y la izquierda del Partido de los Trabajadores de Brasil. Y ya sabemos: empresa que no acataba, quebraba; partido que no se sometía, perdía inexorablemente.
Mucho antes de eso, sin embargo, ya era posible para los aficionados a la Geopolítica sospechar que el imperialismo brasileño podía resultar peor aún que el yanqui. El antecedente histórico son los “bandeirantes”, que penetraron los territorios de las misiones abandonadas por los jesuitas -expulsados del Imperio español a fines del siglo XVIII- lenta, silenciosa, incesantemente, como avanzada comercial de un plan político de apropiación del territorio. Doscientos años después se organizaría de nuevo la penetración del mercado peruano y otros de la región de forma encubierta reclutando cómplices, subordinando empresas y partidos al mecanismo avasallador del Foro de Sao Paulo y la izquierda del Partido de los Trabajadores de Brasil. Y ya sabemos: empresa que no acataba, quebraba; partido que no se sometía, perdía inexorablemente.
Hay que
tener claro, sin embargo, que fue el plan político el que instrumentó la acción
de la empresa y no a la inversa. Hasta hoy el mecanismo no se halla del todo al
descubierto. Sus aliados locales siguen disimulando, callando, medrando.
Hasta hoy
utiliza el enemigo la debilidad que le ha abierto las puertas de la ciudad. La imprudencia
trágica de este acto no pasa inadvertida para el pueblo peruano. Por eso no hay
ni habrá nunca ganadores en esta guerra. Todos han perdido.
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