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MEDIA COLUMNA
¿Qué fue de la promesa
de un Nuevo Mundo?
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Cuando Adam Smith escribió su famosa imagen de
la “mano invisible” para explicar que el mercado libre es la forma más
eficiente de asignar los recursos para producir, lo hizo no en “La Riqueza de
las Naciones” de 1776, sino en su ”Teoría de los Sentimientos Morales” de 1759.
Pienso que en esos diecisiete años Smith
comprendió que lo que hoy llamamos “fallas de mercado” son en su inmensa
mayoría en realidad “fallas de Estado”. Las imaginó como intromisiones de la
decisión política en una economía libre para cerrar mercados con la excusa de
“proteger” naciones y así poder generar mercados artificialmente en favor de
grupos de interés. A esto le llamo el “sistema mercantil”. Nosotros le llamamos
mercantilismo.
Quizás esos años le sirvieron a Smith para
comprender que la ”mano invisible” es en realidad una especie de idea platónica
solo posible al final de una larga lucha por la libertad de mercado en economías
avasalladas por el poder político.
Quizás Smith entrevió ya entonces que no
podía dar por descontada la existencia de las instituciones que hacen posible tener
un mercado libre. Empezando por las del registro de la propiedad. Había ya
tantas cosas bien establecidas en ese sentido en la Inglaterra de aquel
entonces –instituciones que Estados Unidos heredó-, que quizás incluso para
Smith era difícil imaginar un mundo sin ellas.
Casi 250 años después, esa es la realidad de
la inmensa mayoría de las economías emergentes del planeta. Esto es exactamente
lo que nos ha tocado a nosotros deshacer sin éxito definitivo hasta hoy.
La construcción de un marco de instituciones políticas
que permita el funcionamiento del mercado y lo regule eficazmente sigue siendo
el problema central de las economías emergentes en Latinoamérica como en Asia y
Africa y quién sabe aun en la Unión Europea y la competencia aun sin reglas
entre China y Estados Unidos.
Se trata nada menos que del diseño de un
arnés que permita poner la inmensa energía del mercado libre al servicio de
sociedades que no excluyan a las mayorías para beneficiar a unas pocas minorías
en el poder.
Esto involucra hasta hoy la polémica aun
vigente entre el pensamiento de Keynes y el de Hayek, y la posibilidad de una
suerte de “teoría del todo” que las integre. Nada menos que esta es, en cierto
modo, la incógnita que De Soto se ha propuesto resolver. Como ha dicho hace
poco, lo que genera informalidad es una formalidad que impide el acceso.
Desde los títulos de propiedad coloniales de
las comunidades andinas hasta la mentirosa “solidaridad” del sistema público de
pensiones arrasado por la política; desde las cuentas individuales del sistema
privado de pensiones de las AFP hasta la apertura automática de cuentas
bancarias individuales donde depositar hoy los bonos de emergencia para las
personas necesitadas, esta es la esencia de la cuestión del mercantilismo.
Acabar con eso fue precisamente la promesa
del Nuevo Mundo y la partida de nacimiento de los Estados Unidos de América un
cuatro de julio del mismo año en que Adam Smith publicó “La Riqueza de las
Naciones”.
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