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MEDIA
COLUMNA
Primero
quienes tienen
sus
raíces en la tierra
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Primero, el gobierno afirma, a través del ministro de Energía y
Minas, que el Perú requiere un modelo para la minería que no solo genere
ingresos al fisco, sino también beneficios a la población, que cuide el
ambiente y respete la cultura local. Esto es indiscutible y debió hacerse hace
mucho tiempo –lo hemos dicho por 20 años- por iniciativa privada de las propias
empresas mineras orientadas a la siembra y cosecha de bosque y de agua en las
comunidades de las zonas de influencia de las minas.
Eso comenzó en 1999 y fue suspendido por Toledo por razones
puramente políticas.
Retomado luego el 2006 con el llamado “aporte voluntario” de 500
millones anuales deducibles del impuesto a la renta de la empresas, asombrosamente,
2,500 millones de soles en cinco años fueron ejecutados en un cien por ciento con
la intervención directa de las empresas en la ejecución de obras para las
comunidades mediante convenios de gestión en los que las empresas fueron un
dedo en las costillas de los gobiernos regionales o locales. El experimento fue
cancelado por Humala para centralizar los fondos en el Fisco nuevamente. De
nuevo el Estado antes que las comunidades.
En segundo lugar, el gobierno afirma hoy por medio de su
ministro de Economía, que pondría a las empresas mineras un impuesto a la
“sobreganancia” por los altos precios de los metales. En la pandemia esto es equitativo.
El cobre ha pasado de cuatro dólares la onza en el mercado global, gracias a la
demanda de China.
Tercero -y esto proviene del propio presidente en su mensaje de
28- no se trataría solo de un impuesto por una única vez, sino de establecer
una relación permanente entre los precios internacionales y los ingresos
fiscales. Esto supone compartir el riesgo. Bueno para el Fisco cuando los
precios internacionales suben, pero cuando caen, ¿va a compartir el Estado el
riesgo? Lo que no puede pretender es aplicar la estabilidad tributaria cuando
los precios bajan y desconocerla cuando suben. Podría pensarse en que el Estado
comparta el riesgo dentro de un rango, donde el ingreso fiscal baja con el
precio hasta un cierto piso y sube con él hasta un techo. Esto tendría que ser negociado.
Pero compartir el riesgo supone modificar el régímen
constitucional de los contratos-ley de estabilidad tributaria. Y, según confesó
el presidente en su mensaje, esta es una de las razones –no la única- por las
que quiere un cambio constitucional.
No obstante, en cuarto lugar, parece que el gobierno podría
pretender ir más allá. Hablemos claro: apuntaría a obligar a las empresas a renegociar
las concesiones mismas de recursos naturales, retirándolas a algunas americanas
o europeas para otorgárselas a otras rusas o chinas. Esto no puede imponerlo el
gobierno, menos aun retroactivamente, salvo en violación de los contratos-ley constitucionales
vigentes. Hacerlo generaría juicios masivos al Perú. Y no es algo negociable
con las empresas.
En quinto lugar, aun en esa hipótesis, el gobierno no habría
hecho sino pensar en sí mismo, en su propia conveniencia -fiscal o política- y no
en las comunidades andinas o amazónicas en cuyo nombre justifica, sin embargo, sus
actos.
Hoy por hoy, lo que las comunidades andinas quieren es la
propiedad de los recursos naturales bajo sus tierras. Es algo que este gobierno
no les dará. Ni siquiera en su utopía más extrema. Ya que ¿pará qué gobernar un
Estado que no controla recursos naturales?
Esta es, por eso, una invocación al gobierno actual a poner a
las comunidades en el centro de sus intereses. Y, ya que no va a traspasarles
la propiedad del subsuelo, debería dar a los comuneros peruanos la propiedad
real –no informal, imperfecta y ficticia- del suelo, y poner sus tierras en
valor en el mercado global.
A su vez, eso multiplicaría exponencialmente el valor de todos
los activos peruanos en el exterior –incluidos los recursos naturales-,
permitiría al Perú negociar soberanamente o de igual a igual con empresas y gobiernos
extranjeros, y reportaría al Fisco peruano más ingresos de lo que jamás soñó.
Pero debe mirar primero el interés de quienes tienen raíces en la tierra.
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