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MEDIA COLUMNA
Cae
la mentira
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Pedro Castillo tiene experiencia en las marchas y contramarchas de la negociación sindical, y la aplica en el día a día de su penosa gestión. Por eso un día “rechaza rotundamente” la asamblea constituyente, y otro dice que es “hora de debatirla”. Con eso aturde no solo al público sino al secretario general del partido de gobierno, Vladimir Cerrón, quien cree haber avanzado en su objetivo político inviable de una constituyente.
Castillo
avanza dos pasos y retrocede uno, mientras va socavando imperceptiblemente la
base del secretario general del partido, quien pierde poder infinitesimalmente a
diario mientras sus úcaces cotidianos en
twitter se tornan cada día más autoritarios e irreales. La salida de diez
congresistas de la bancada de Perú Libre para formar la del Bloque Magisterial leal
a Castillo es un golpe político: le quita a Cerrón toda posibilidad de amenazar
con la vacancia de la Presidencia.
Pero la lentitud del proceso es un juego extenuante que mina cada día la credibilidad
del presidente.
Es un
hecho inamovible que la asamblea constituyente es ya un imposible dentro de la
ley, la democracia y el Estado de Derecho. Para llevarla a cabo, el partido de
gobierno tendría que imponerla por la fuerza desde la calle, pero -como diría
el propio secretario general- no hay condiciones objetivas. El pueblo peruano
está indignado con el gobierno a causa de la inflación, que ya ha conocido bien
en el pasado. No va caer en la trampa de creer que la constituyente es agua
mansa que apagará el incendio cuando todo saben que es echar gasolina al fuego.
La semana
pasada ha habido, sin embargo, un avance fundamental para el debate de fondo de
la constituyente, que el presidente pide. Se ha derrumbado el argumento central
del partido de gobierno en pro de la supuesta solución constituyente. Este argumento
no es nuevo. Consiste en la falsa construcción mental de que la Constitución de
1993 fue la “constitución de la dictadura”. Jamás lo fue. Hernando de Soto y
Bernard Aronson, entonces secretario adjunto del Departamento de Estado para
America Latina, han demostrado en entrevista conjunta con RPP que
la idea primigenia de la Constitución de 1993 fue propuesta precisamente para
retornar en el mínimo plazo a la democracia luego del autogolpe del 5 de abril.
Ese fue el compromiso de Alberto Fujimori en persona ante la Asamblea de la OEA
en Las Bahamas. El hecho histórico incontrovertible, firme como un roca, es entonces
que antes d terminar el año 1992, ocho meses después del 5 de abril, se
instalaba el nuevo Congreso y el Perú retornaba a la democracia.
Las
grandes reformas que la Constitución de 1993 trajo hizo posibles trajeron 30 años
de prosperidad en que el Perú fue la estrella de América Latina, Esas reformas fueron el fruto democrático de un debate entre representantes parlamentarios elegidos por
el pueblo peruano en comicios supervisados al milímetro por la comunidad
internacional representada por la OEA.
Nunca fue
la Constitución de 1993 la “constitución de la dictadura”. Ese relato falso e
interesado fue engendrado solo después por el antifujimorismo para poder sostener
mentirosamente que la democracia no volvió al Perú sino hasta el año 2001,
cuando el antifujimorismo llegó finalmente al gobierno.
Hoy, es ese
mismo relato falso el que ha venido esgrimiendo el partido de gobierno como
pretexto para imponerle al Perú, por la vía de la fuerza, una asamblea
constituyente que esta vez sí escribiría la constitución de la dictadura del
partido del gobierno.
Este burdo
plan cocinado desde La Habana y Caracas solo tiene el propósito de hacerse de
los recursos naturales del Perú, que esas dictaduras necesitan para sobrevivir
en su miseria. Lo que por desesperación no calcularon sus autores es que los peruanos sabemos porque atravesamos ese infierno hace 30 años años y salimos de él victoriosos
con nuestro propio esfuerzo.
Nosotros estamos
en esto a la vanguardia y no, como ellos, a la retaguardia de la historia.
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