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MEDIA COLUMNA
Problemas de
aprendizaje
No solo el gobierno,
también la oposición y hasta las vacas sagradas tienen problemas para entender
dónde está el problema de la gobernabilidad
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorge.morelli1@blogspot.com
Lo nuevo es que la
geografía de la segunda mitad del gobierno humalista será completamente
distinta de la primera.
El hecho macizo es que
el gobierno ha perdido la mayoría parlamentaria que tuvo prestada (o alquilada)
en la primera mitad. La tiró por la borda a causa de sus problemas de
aprendizaje.
Hasta que recibió el golpe
contundente de la negativa de confianza a René Cornejo. Por primera vez, la
oposición reunió en contra 70 votos de 130. Estamos en otra realidad.
En lo sucesivo el
gobierno tendrá que hablar educadamente al Legislativo. Es posible que el
oficialismo contemple ceder la Mesa Directiva a la oposición en julio en la
esperanza de reconstruir la mayoría perdida. Pero la oposición ya tiene
conciencia de su mayoría. Si el humalismo cede la Mesa, será señal de debilidad. El poder ha cambiado de
lado. Lo tuvo el gobierno, ahora lo tiene la oposición.
Nunca falta el que no
entiende el escenario y actúa como en un universo paralelo. Durante toda la
primera mitad, esa conducta ha sido la del gobierno comenzando por la cabeza
misma. Tienen serios problemas de aprendizaje.
Sin propósito de
enmienda, el Presidente, Mario Vargas Llosa y la bancada de gobierno, lejos de
reflexionar sobre lo ocurrido y crear condiciones para un diálogo constructivo,
han salido a pechar a la oposición. No advierten que con esta actitud
consolidan definitivamente la pérdida de la mayoría parlamentaria.
Y a toda costa Humala trata ahora de convertir su riña
personal de floretes con Alan García en un conflicto de poderes entre el
Legislativo y el poder Judicial. No previó que el mismo juez que defendió a
Javier Diez Canseco ante el Congreso defendería a García con los mismos
argumentos (por segunda vez). Era una guerra avisada. Humala dijo que el pleito
es del Congreso con el poder Judicial.
Mal hace el Presidente en insistir en incendiar la pradera tratando de
convertirlo en un conflicto de poderes.
La democracia mediocre
“Democracia mediocre” la
nuestra, ha dicho Vargas Llosa. Se consuela pensando que su mejoría es inevitablemente
cuestión de tiempo, un asunto cuantitativo, incremental, progresivo, paulatino.
Vargas Llosa necesita
saber que nuestra democracia mediocre no está haciendo ningún progreso gradual
en la dirección que debe.
De hecho, lo que ha
estado sobre la mesa en los últimos días es el 5 de abril. Se han pronunciado las
demás vacas sagradas –De Soto, Julio Cotler- sobre aquel episodio de 22 años
atrás. Siguen hablando de los mismo, pero lo peor es que siguen diciendo lo
mismo.
Es hora de replantear
todo el debate de la cuestión.
La transición de una
democracia de baja gobernabilidad y sin equilibrio de poderes como la nuestra -mediocre,
como dice Vargas Llosa- a una democracia seria es lo que hicieron Alemania
después de la Segunda Guerra, Francia con la Quinta República de De Gaulle en
1958, España con Adolfo Suárez al final de Franco en 1979.
Supone escapar del
círculo vicioso de la demagogia y el autoritarismo –tesis y antítesis- en que
estamos atrapados y dar el salto cualitativo a la síntesis de una democracia
con equilibrio de poderes y alta gobernabilidad, una poliarquía como la llamó
Robert Dahl el viejo profesor de Yale.
Nuestra dinámica política
actual –igual que la anterior al 5 de abril, no en balde se parecen- aun nos lleva
del peligro de la demagogia al del autoritarismo. Es una travesía entre Escila
y Caribdis.
Pero la recaída en el
autoritarismo es lo que se halla en la agenda hoy, nuevamente. Desde Cuba y
Venezuela hasta Argentina, Bolivia y el Ecuador, en pleno siglo XXI América del
Sur todavía no hace la transición desde una democracia mediocre a una
democracia de verdad. Y tampoco el Perú está a salvo de la recaída. Por eso es
que el tema del 5 de abril sigue en el centro de la mesa.
En este sentido, el
gradualismo al que Vargas Llosa se resigna es un engaño. El paso del tiempo no
arregla nada por sí mismo. Las instituciones no mejoran con el tiempo. No
pueden hacerlo cuando hay un problema de diseño, una falla en la arquitectura
misma de la democracia.
No hay equilibrio de
poderes. Es por eso que tenemos una democracia de baja gobernabilidad. Eso es
lo que ha hecho de la nuestra una república demagógica o, como prefiere
llamarla Vargas Llosa, una democracia mediocre.
Tenemos que hacer en
el Perú el esfuerzo deliberado y consciente de rediseñar el equilibrio de
poderes.
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