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MEDIA
COLUMNA
Tirándole dinero
al problema
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Como dos gotas
de agua son los bloqueos ocurridos simultáneamente en Las Bambas, Apurímac, y
en la región de Aracataca, Colombia, cuna de lo real maravilloso.
Ambos son reclamos
de pueblos andinos por causas distintas, pero similares. En ambos el Estado se
echa la mano al bolsillo por un monto gigantesco buscando una salida. Solo hasta
allí llegan los parecidos, sin embargo.
La diferencia es
la estrategia para resolverlos, que difiere como el día de la noche. En
Colombia, el presidente Duque firma un acuerdo luego de 27 días de bloqueo en el
que el Estado invertirá 256 millones de dólares en la zona. También el Estado
peruano está comprando el resto de las tierras de la carretera de Las Bambas por
100 millones de dólares y metiendo otros 455 millones en asfaltarla,dentro de
un plan total de 788 millones de dólares, segín informan las agencias de prensa
al mundo.
La diferencia
no está en el monto. Está en que mientras Colombia va a invertir ese dinero en
salud y educación, el Estado peruano no lo va a invertir, va a gastar 100
millones de dólares entregándolos a familias comuneras y personas individuales,
a pesar de lo ocurrido siete años atrás con el dinero entregado antes en sumas
nunca vistas. No fue canalizado por los beneficiarios a la inversión en sus
tierras y en agua, sino al consumo. Hasta que, naturalmente, agotado el dinero
y recaidos en la pobreza los comuneros millonarios de la noche a la mañana, es
hora de extender la mano por más dinero. Sin orientación a las familias
comuneras respecto de cómo o dónde invertir, ¿qué otra cosa podía ocurrir? Son
ellos los
únicos responsables del despropósito? Claro que no. En su abrumadora
ignorancia, el Estado no previó que no podía suceder cosa distinta. Y lo más
descorazonador es que hoy, con este nuevo dinero, está a punto de repetirlo
mientras Colombia, en sus narices, invertirá el diinero en salud y
educación.
Nunca se resuelve un problema
echándole dinero.
En 1998 pregunté una vez al
presidente Alberto Fujimori por qué en la Constitución del 93 no se había
abierto el acceso de la tierra comunal al mercado libre. Su respuesta fue que
eso habría condenado a las comunidades andinas y amazónicas a la desaparición
por la venta masiva de sus tierras a vil precio. Antes de abrirlas al mercado, dijo,
hay que poner en valor esas tierras, las punas de todo el Perú en manos de las
comunidades, bastante más de dos millones de hectáreas desde Puno hasta
Cajamarca.
Ponerlas en valor cómo,
pregunté yo. Su respuesta: “sembrando agua y bosque” en ellas, dijo, para fundar
una industria maderera y otra textil y ganadera de vicuñas y alpacas, y una tercera
de turismo arqueológico. Luego podrían abrirse las tierras al mercado sin temor.
Retener el agua de las
lluvias en la altura, en efecto, frenaría los huaicos y pondría, además, 10 mil
millones de metros cúbicos –un lago Titicaca entero- dentro de la Cordillera de
los Andes para regar desde las punas hasta los desiertos, combatir los efectos
del cambio climático y cambiar para siempre la geografía del Perú.
Esto es lo que debió
hacerse. Es lo que todavía debe hacerse en Las Bambas por una ínfima parte de
lo que costaría asfaltar la carretera, y en toda la Sierra de los países
andinos. Es en lo que este gobierno debería invertir esos cientos de millones
de dólares que se prepara a echarle al problema sin resolverlo.
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