lunes, 1 de abril de 2019

ESTA NOCHE lunes 1 abril 2019




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MEDIA COLUMNA
La empresa es el rehén


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


El asunto de fondo es la propiedad del subsuelo, que es del Estado y lo seguirá siendo aún por décadas. El problema inmediato es la propiedad del suelo, que no tiene título ni registro. Tarde o temprano se modificará la Constitución para dar paso a que también el subsuelo sea del propietario del suelo. Pero eso tomará años todavía. Hoy el problema es que el poseedor del suelo no tiene verdadera propiedad y el mercado de tierras informal no permite la libre formación de un precio. 

Hasta los residentes veraniegos de Asia saben perfectamente que el suelo donde se halla su edificación formalmente sigue siendo de una comunidad que desapareció hace siglos, de cuyo nombre alguien se apropia. Y el Estado guarda silencio ante esto. Y el cáncer sigue creciendo en silencio.

Al no tener un título de propiedad, el poseedor –una comunidad andina, por ejemplo- no solo no tiene un precio de mercado libre, tampoco puede saber con certeza que no será estafada. Vender la tierra puede ser un salto al vacío. Alquilarla, una apuesta ciega: no hay garantía de que el inquilino no se quedará con ella. La comunidad desconfía en general, pero menos de la empresa que del Estado que se ha adueñado –por sí y ante sí- del subsuelo y no le entrega un título de propiedad del suelo que le permitiría negociar de igual a igual con la empresa minera.

Si la Corona española extendió títulos a las comunidades, ¿alguien va a creer que con la tecnología de hoy no es posible hacerlo expeditivamente?  Si no lo hace es porque no puede a causa del sinnúmero de litigios judiciales de tierras sin resolver, pero esto también es responsabilidad del Estado. O, peor aún, porque la propiedad registrada del suelo se convertiría en un estorbo para su contrato con la empresa. El Estado es responsable, entonces, por acción y por omisión. Es el enemigo de todos, porque no garantiza la propiedad.

De allí, para la comunidad, no hay sino un paso a la decisión de hacerse valer por cualquier medio. Incluso mediante la complicidad anónima en el bloqueo de una carretera o el silencio ante la extorsión. Ahí es donde prosperan las hienas dispuestas a negociar supuestamente en su nombre. La empresa entonces es solo un rehén. La extorsión es al Estado en realidad, que no responde porque no entiende que la clave está en la propiedad. 


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