ESTA NOCHE,
donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.
MEDIA COLUMNA
Del bosque a la
montaña
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
John Maynard Keynes
es el padre de la conferencia de Bretton Woods que en 1944 ató el dólar al oro,
creó el Fondo Monetario y el Banco Mundial, y lanzó a la economía global a un
crecimiento jamás visto, apuntalado por la decisión política, que traería
treinta años de prosperidad asombrosa al mundo entero.
Pero la receta resultó
ser adictiva. Trajo aparejado un costo: el de la estatización de la economía y
la demagogia política. Friedriech Hayek lo denunció ese mismo año de 1944 en Camino de servidumbre contra el
comunismo y el fascismo, esas patologías del Estado. Hayek fundó la sociedad
Mont Pelerin para difundir ese pensamiento. Este portal, Café Viena, lleva ese
nombre en su honor. El argumento lo resumió él mismo en una entrevista
publicada aquí: “el socialismo es imposible, porque presupone que una autoridad
única puede utilizar todo el conocimiento disponible. Una vez que somos
conscientes de que podemos utilizar el conocimiento de millones de hombres,
queda claro que la suposición del socialismo simplemente no es correcta”. Son
sus palabras.
Mucha agua ha pasado bajo
los puentes entre Bretton Woods y Mont Pelerin.
Desde que en 1972
Richard Nixon cortara la atadura del dólar al oro establecida por Keynes en
Bretton Woods, un oceáno de dinero cada vez más grande ha inundado la economía
global y, una tras otra, han venido colapsando burbujas globales cada vez más
grandes dejando cada vez mayores estragos. Hoy, los gobiernos de las economías
desarrolladas –sin saber qué hacer ante los efectos de la última de las burbujas
globales, la de 2008- se han embarcado en una cruzada para reactivar las
economías con gasto público mediante reducción de impuestos y masiva inversión estatal
en infraestructura. Un nuevo ciclo keynesiano, dicen, pese a que Keynes ató el
dólar al oro para prevenir y advertir contra el descontrol monetario.
Los bancos centrales,
encabezados por la Fed de EEUU, han tratado de controlar ese oceáno de dinero
con un balde, con política monetaria. La Fed ya tiró la toalla. Ha cedido ante
el poder político y el sentido común. Tendrá en adelante una política de “paciente”
espera. No se atreve ya a subir la tasa de interés por temor a frenar el
crecimiento. Ni podría. Habrá, pues, un nuevo colapso global. Es demasiado
tarde para impedirlo con políticas monetarias.
La pregunta es qué
haremos al día siguiente.
En lo que nos toca, si
la Fed no sube la tasa de interés, tampoco subirá el dólar (ni los rendimientos
de los bonos del Tesoro de EEUU). Subirán las bolsas, que reflejan el
crecimiento de las empresas, y el cobre, que se mueve con ellas. El Perú vende
cobre. Bolsas y cobre caerán, sin embargo, cuando las asustadizas aves del
capital se espanten del colapso global. Entonces subirá el oro, que es el
refugio donde se guarecen las aves hasta que se les pasa el susto. Del cobre y del
oro vive el Perú. Del primero en las vacas gordas y del segundo en las flacas.
Si cuando uno baja el otro sube, no le irá tan mal al Perú en otro eventual colapso
global. Así ocurrió en el de hace una década.
Nuestro problema es
interno. En las economías emergentes en general la prudencia retrocede y la
demagogia avanza desde hace años. En el Perú estamos resistiendo apenas el
avance arrollador de la izquierda radical antiminera y su comparsa caviar de tontos
útiles. Las reformas están detenidas. El gobierno intentó al principio del
quinquenio relanzar el crecimiento con inversión pública. Descubrió que la
inversión pública no responde. No conseguirá relanzar la privada mientras no restablezca
la gobernabilidad. El caso emblemático de
Conga se repite hoy en Las Bambas. La principal mina de cobre del Perú tiene que
sacar la producción por una carretera secundaria porque la principal está
bloqueada.
Con el colapso global
veremos nuevamente una fuga masiva de capitales de las economías desarrolladas
a las emergentes. Los veremos venir, como en 2008, pero esta vez no podemos
desaprovecharlos. Necesitamos reformas masivas en salud y educación, en
libertad para la economía y gobernabilidad para la decisión política. Es la
última oportunidad.
Si el mundo
desarrollado redescubre hoy a Keynes, nosotros necesitamos descubrir a Hayek. Si
las economías desarrolladas se internan nuevamente en la oscuridad del bosque de
Bretton Woods, escalemos la cumbre de Mont Pelerin. Allí hay más luz y se respira
mejor.
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