miércoles, 30 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 30 setiembre 2020



 

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MEDIA COLUMNA

¿Alguien manda

en este partido?

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

El Apra recibe a Roque con sentimientos encontrados. Todos piensan allí que no ha renunciado definitivamente a la candidatura de la Estrella, porque, si no, para qué inscribirse ahora y no esperar más bien a hacerlo después de las elecciones para levantar la moral. Pero se van a llevar una sorpresa. Puede ser congresista, y en buena hora, para lo cual necesita la inscripción. Los sentimientos encontrados se deben a que hay quien piensa que financiará la campaña del partido no importa quién sea el candidato –que son los más-, y los que quisieran que lo fuera él mismo -que son los menos-. Porque, claro, es la derecha. Y el dilema existencial que Haya barajó por la vía de la doble negación –“ni Washington ni Moscú”- y que Alan sabiamente dejó de lado, necesitaría una nueva lectura unánime de sus herederos. Hoy, sin embargo, en el viejo partido los herederos pugnan por el legado. O sea, en esa nave nadie manda.

 

Algo parecido ocurre en Acción Popular, el navío ya carenado de Fernando Belaunde. Los partidos sobreviven con dificultad a la muerte de sus líderes, como las estrellas al hidrógeno combustible, para estallar luego vistosamente en fragmentos. Las fuerzas que tiran de Acción Popular hacia ambos lados son las mismas que amenazan al Apra: izquierda y derecha. Esa pugna también la zanjó el propio Belaunde, como Haya, y muy tempranamente con su notable lema: ni a la izquierda, ni a la derecha. “Adelante”. Hoy, sin embargo, como diría Belaunde, que amaba las metáforas taurinas, ni el lema está a salvo de los espontáneos. Irrumpió en el ruedo un émulo de Paniagua a quien la ocasión le pareció inmejorable para dar un salto al vacío. Acabó corneado en la enfermería.  

 

Solo el tiempo dirá si los viejos partidos tradicionales podrán soportar la presión simultánea de esas dos gravedades sin desgajarse de cuajo. Y veremos también si los nuevos partidos tradicionales sobrevivirán a las suyas propias. No entraré en esto ahora.

 

La conclusión es que, si el elector desea saber si alguien manda en un partido –cosa que es un elemento de juicio para decidir el voto- solo tiene que observar cómo votaron las bancadas en la segunda vergonzosa intentona de vacar la Presidencia en este quinquenio. Si el voto fue unánime es porque, malo o bueno, esa nave tiene un capitán. Si se dividió es porque allí nadie manda.

 

Algunos partidos lograron sobreponer la unidad a las discrepancias internas. Esa es toda la diferencia. Las estrellas jóvenes pueden resistir las fuerzas de la gravedad antes de caer en la entropía vencidas por la segunda ley de la Termodinámica. Es una cuestión de física, no de fe. Tal como las estrellas no son dioses, sino materia, los partidos políticos no son sino medios. No son y nunca fueron fines en sí mismos, como en otro tiempo creimos.

 

Seguimos despertando del sueño metafísico. El mundo no es perfecto, es real.  

 

          

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domingo, 27 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 27 setiembre 2020


 

 

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MEDIA COLUMNA

Milagro del equilibrio momentáneo

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

No faltarán ahora los tontos que critiquen a los candidatos por inscribirse en un partido político para postular en las elecciones. No saben que los partidos ya no son lo que eran. Hoy son solo caballos para la carrera electoral. El que gana la carrera es el jinete.

 

Partidos y líderes hoy son –siempre fueron- medios y no fines en sí mismos.

 

Tradicionalmente, un partido solía tener tres pisos, de arriba para abajo: ideología, programa y organización. Hoy no son sino organización en el mejor de los casos. La ideología ha muerto, y todos tienen, con variantes ínfimas, el mismo programa: la igualdad, el paradigma de nuestra era.

 

Pero entienden la igualdad no como igualdad de oportunidades para todos, sino como abolición de las identidades a menos que estén “representadas”. Han entendido al revés. Los partidos tienen incorporada la noción –más bien el chip mental- de la “representatividad” como meta superior y mérito máximo de la democracia. Y malentienden la representatividad como la “cuota” que cada grupo de identidad necesita alcanzar en un cuerpo político –plancha presidencial o lista parlamentaria- para poder existir.

 

Pues les tengo noticias. Eso es corporativismo. Además, tiene serias limitaciones prácticas. Reto al más pintado a imaginar cómo se puede meter Lima en el Callao o el mar en un balde. La inmensa diversidad de la sociedad peruana no puede ser equitativamente incorporada por el mecanismo absurdo de que cada identidad o grupo de interés necesita un representante para alcanzar su inclusión.

 

Esto no es solo una torpeza, sino que es inconstitucional. Según la Carta, un representante no está sometido a mandato imperativo. Y esto no se refiere solamente al partido en el que se encuentra circunstancialmente, sino a los electores mismos que lo llevaron a la curul.  Y, sin embargo, la premisa de la “cuota” es que quien ha sido electo está moralmente obligado a hacer lo que sus electores dicen. Es más, se da por supuesto que, por la naturaleza misma de su identidad ya sea racial o de género, no tiene otra alternativa de cualquier modo. No puede pensar por sí mismo. No es libre.

 

Algunos partidos recuerdan todavía vagamente la idea de la libertad, pero ya nadie se atreve ya a mencionar en público a la autoridad política. Con las justas se habla de gobernabilidad –que es el contrapeso necesario de la representación- para no herir la susceptibilidad de quienes sufren ataques de ansiedad cuando es necesario hablar de autoridad política legítima.

 

Y, sin embargo, autoridad, libertad e igualdad son las ideas que han dominado sucesivamente la historia política moderna. Cada uno de esos paradigmas tuvo su momento bajo el sol y no se edificaron negando en cada etapa al paradigma anterior, sino construyendo sobre él, en una pirámide trunca, para balancearlos en un equilibrio estable al que llamamos democracia.

 

Equilibrio relativamente estable siempre, sin embargo. Porque la democracia es un milagro. Es como esos juegos mecánicos que hay en los parques de diversiones donde una barca oscila como un péndulo a un lado y otro cada vez más hasta quedar inmóvil en el aire en equilibrio momentáneo perfecto. Pero siempre bajo amenaza de deslizarse en la demagogia o el autoritarismo.        

 

          

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sábado, 26 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 25 setiembre 2020

 

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MEDIA COLUMNA

La respuesta está

en la pregunta

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

La encuesta nacional de CIT del 10 al 12 de setiembre hizo esta pregunta: “si mañana fuesen las elecciones, ¿por cuál de los siguientes candidatos a la Presidencia de la República votaría Ud.?”.

 

Ante la lista cerrada de candidatos presentada por la encuestadora, la respuesta fue: No sabe/no opina (29.3%), Salvador del Solar (10.7%), George Forsyth (9.3%). 

 

La encuesta urbana y rural de Ipsos del 9 y 10 de setiembre hizo la misma pregunta: “¿si mañana fueran las elecciones presidenciales y se presentasen los siguientes candidatos, por quién votaría usted?”.

 

Ante la lista igualmente cerrada de candidatos, la respuesta fue: Ninguno, no precisa (32%), Forsyth (23%).

 

Lo primero que llama la atención es que ambas encuestas coincidan en mostrar que los indecisos son más o menos los mismos -32% en un caso y 29% en el otro-, lo que significa que es temprano para opinar. 

 

Ambas encuestas, sin embargo, pese a haber sido realizadas en los mismos días y a haber fraseado la pregunta de manera casi idéntica, muestran dos resultados diametralmente diferentes para el joven alcalde de La Victoria, que obtiene en una el 23% del voto y en la otra el 9.3%.

 

¿Cómo es posible tal cosa?

 

Como en todas las encuestas, la respuesta está en la pregunta. O, en este caso, en la lista cerrada que acompañaba a la pregunta. Mientras la encuesta de CIT incluyó a Salvador del Solar en la lista cerrada, la de Ipsos omitió, no por error, mencionar al ex primer ministro.

 

Hay que concluir que, ausente el gran Pantaléon de la lista cerrada, sus votos migraron donde el ex arquero de Alianza Lima. En otras palabras, los votantes de George Forsyth y los de Salvador del Solar serían los mismos e intercambiables.

 

¿Qué misterioso vaso comunicante hay entonces entre Del Solar y Forsyth que permite a sus votos migrar de uno al otro?

 

Hace poco, Del Solar hizo un llamado a constituir lo que llamó un ”espacio de conversación” al que convocó a Forsyth con nombre propio (como también a Julio Guzmán y a Jorge Nieto).

 

Si tal vínculo no existe, sin embargo, Forsyth haría bien en aclararlo, porque el ex presidente del Consejo de Ministros del gobierno actual es percibido como el candidato del oficialismo. Y ese virus se contagia.

 

Lo cierto, en todo caso, es que no podrán ir ambos a la contienda si su electorado es aproximadamente el mismo y, al parecer, se quitan los votos entre sí.  

 

     

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miércoles, 23 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 23 setiembre 2020

 


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MEDIA COLUMNA

Salir de la amnesia

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 


“La manera de quebrar a un hombre o a

un país es la misma: quitarle la esperanza”.


 


Estuve zapeando toda la hora. Este domingo pasado a las ocho de la noche, como hace ya demasiados años, una vez más el aire enrarecido, asfixiante de los programas dominicales de Cuarto Poder y Panorama era irrespirable.  

 

La obsesión de la culpa y el castigo ha llegado ya a tales niveles en los medios que ni siquiera advierten la total desconexión que tienen hoy ya con los televidentes, diga lo lo que diga el rating. No se dan cuenta del profundo desprecio que le inspiran a la gente de a pie.

 

Es la otra cara de la clase política, castigada por el pueblo en las últimas elecciones parlamentarias para reemplazar al Congreso disuelto. El ausentismo fue de 25% de un total de 21 millones y medio de electores hábiles. No fueron a votar 5 millones y medio de peruanos, y los votos blancos y viciados fueron otros tres millones. Sumados a los ausentes, suman 8 millones y medio de peruanos, el 41% del total de los electores.    

 

El 59% por ciento restante son los 13 millones de votos que se dispersaron entre 20 partidos. La bancada más grande alcanzó un millón y medio, algo más del 11%. La ultima en pasar la valla consiguió 6%.

Pese a que el sistema de conversión de votos en escaños está sesgado en favor de las primeras bancadas y en contra de las últimas, los electores se las arreglaron para atomizar al Congreso. El 41% de ausentismo y voto blanco o viciado y la fragmentación del 59% restante fueron la protesta de los millones de peruanos que pulverizaron el Congreso para castigar a la clase política. 

 

Dejaron bien en claro su indignación con una clase que no resuelve los problemas, que los posterga y los esconde y medra de una democracia de baja gobernabilidad. Y a este Congreso, que no representa a nadie, no se le ocurre nada mejor en medio de la tormenta que echar por la borda a quien, mal o bien, se encuentra al timón de la nave.

 

Son ya demasiados años en que el Perú es humillado a diario por la corrupción de la política y también por quienes viven de ella, aunque solo sea por mostrar a diario sola y únicamente el rostro de la vergüenza.  Son demasiados años en que los peruanos se ven obligados a bajar la cabeza ante sus vecinos, ya sea porque la nuestra fue, supuestamente, la peor de las respuestas a la pandemia con el más ineficaz dispendio de recursos. Y el desencanto y la desesperanza incuban a diario la depresión o desatan la violencia.  

 

Pero de pronto, en otro lado de la señal abierta, tropecé con De Soto hablándoles a los peruanos de su país y de su futuro, mostrándoles su enorme potencial olvidado, la riqueza de su espíritu, devolviéndoles la fé perdida, la confianza en sí mismos. Tenemos un Estado fallido –les dijo- y hay que reformarlo. Y les mostró que es posible hacerlo.

 

Hace muchos años que no escuchaba eso. Porque hubo un tiempo, lo recuerdo muy bien, en que los peruanos estaban orgullosos de sí mismos.   

 

     

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domingo, 20 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 20 setiembre 2020



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MEDIA COLUMNA

Proceso de lo grotesco

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

Para entender a un árbol no hay que roer las raíces amargas, ni extasiarse en el canto de las aves en las ramas. Simplemente hay que mirarlo desde cierta distancia. La foto del momento nunca basta, lo que importa es la película en movimiento. No se conoce al árbol rolando las raíces  sino retrocediendo para mirar con perspectiva. Solo así se entiende el proceso del cambio en el tiempo.  

 

Miremos el proceso del sainete que terminó el viernes risiblemente en el Congreso.

 

Comenzó con la vacancia de la Presidencia anterior, fallida en el primer intento, pero forzada luego obsesivamente para conseguir la renuncia del presidente. No se derroca al poder sin consecuencias. Es un hoyo negro y nadie sabe lo que hay al otro lado. El vacío de poder siempre es llenado por lo que hay. Y lo que hubo fue un mandatario astuto y una presidencia improvisada.

 

No era ningún misterio que la vacancia traería consigo el recrudecimiento agravado del conflicto de poderes existente entre el Congreso y el Ejecutivo desde el día mismo de las elecciones de 2016. Todo puente fue dinamitado entonces, todo intento de diálogo acallado o reprimido, todo esfuerzo por reconstruirlo perseguido.

 

Luego de  la vacancia retornamos al conflicto de manera aun más sangrienta. No había que ser adivino para entender que  acabaría con pérdida no solo política sino personal para una de las partes, incluso con la privación abusiva de su libertad.

 

El siguiente eslabón en el proceso sería el intento del Congreso de direccionar el nombramiento del Tribunal Constitucional con el objeto de que el TC, renovado, tomara cartas contra la venganza política mal disfrazada de justicia. No obstante, fue evidente que no habría en el Congreso los votos necesarios para cambiar al Tribunal. El empecinamiento, sin embargo, fuera ya de todo sentido común, sirvió en bandeja al Ejecutivo la disolución abusiva del Congreso como resultado. Se dirá hasta el fin de los tiempos que fue arbitraria. Es una discusión bizantina. El hecho prevaleció porque la opinión pública lo avaló.

 

La retaliación del nuevo Congreso, heredero del encono, vendría con la siguiente censura del gabinete. No le bastó con eso. Luego de la cabeza del presidente del Consejo de Ministros, el Congreso pidió la del primer mandatario en la intentona insensata de vacar la Presidencia de la República por segunda vez en el quinquenio.

 

La cadena de despropósitos no podía desembocar sino en el fiasco que el país ha sido obligado a presenciar mientras las familias luchan como pueden contra la pandemia y las empresas bregan contra la quiebra de la economía.

 

Este es el proceso político de los últimos cuatro años visto desde cierta distancia. Poco tienen que ver en él los actores. El guión estaba escrito de antemano, porque no hicimos ni hemos hecho hasta hoy nuestro trabajo. El milagro de la mayoría parlamentaria absoluta, que tuvo la oportunidad del siglo de corregir la falla en la arquitectura del capítulo político de la Constitución de 1993, dejó pasar la ocasión. No comprendió cuál era su deber. No pagó la deuda que tenía con el Perú.  

 

Lo que hemos visto el viernes no es sino el desenlace de este sainete grotesco.

       

 

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sábado, 19 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 18 setiembre 2020

 

 

 

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MEDIA COLUMNA

Los pueblos ya han

esperado demasiado

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

La deuda del Perú llegaba a 27% del PBI antes de la pandemia y llegará quizá al 39% ahora, debido al gasto de la pandemia. Muy por encima del límite del 30% que no se debía sobrepasar sin poner en peligro el grado de inversión del Perú en el sistema financiero global.

 

El PBI de EEUU era de 21 millones de millones de dólares antes de la pandemia. El de China, de 14 millones de millones de dólares. El PBI mundial, unos 87 millones de millones. La deuda de EEUU hoy es de 110% de su PBI. La mega deuda mundial –ante la cual nadie sabe qué hacer- alcanza a 300% del PBI mundial.

 

Lo que hace posible el crédito es una de dos cosas: la garantía que lo respalda o la credibilidad de quien lo recibe aunque no tenga garantía (o esta sea solo aparente).  

 

Hoy el mundo entero ha tomado prestado sin garantía tres años de su futuro y los ha gastado ya por adelantado. Semejante deuda es ya simplemente imposible de pagar dentro de los parámetros normales. Hay que pensar fuera de la caja. Se puede multiplicar la garantía que la respalda.

 

Hernando de Soto estima que existen en el planeta unos 150 millones de millones de dólares en recursos naturales bloqueados bajo el suelo por quienes controlan la superficie y no permiten sacarlos sin recibir una tajada equitativa.

 

Esos recursos, entonces -sin incluir lo que no está bloqueado-, valen hoy en el mercado global más de cuatro veces el PBI de EEUU y de China sumados, cerca del doble del PBI global y más de la mitad de la deuda mundial.

 

Para poner en valor esos recursos en el mercado mundial -y sanear la deuda mundial con esa garantía-,sin embargo, es necesario poner en valor al mismo tiempo las tierras que se hallan sobre ellos. De otro modo, simplemente, quienes las controlan no permitirán sacar los recursos naturales que se hallan debajo.

 

Hace años dijo De Soto algo que cambió el juego: “el problema del siglo XXI son los papeles sin bienes en los mercados financieros desarrollados y los bienes sin papeles en el resto del mundo”. Son las dos caras de la misma moneda. Esos recursos naturales y las tierras sobre ellos son los bienes sin papeles que pueden crear nuevo valor real que devolver a los papeles sin bienes del mercado global.

 

El valor de esas tierras, sin embargo, no puede fijarlo la empresa que tiene la concesión del recurso otorgada por el Estado respectivo. Tampoco pueden determinarlo quienes ocupan la superficie sobre el recurso. Menos aun puede hacerlo el Estado. Solo el mercado –la oferta y la demanda- puede hacerlo. Pero no el mercado local, donde esa tierra no vale nada, sino el mercado global en las bolsas de Nueva York, de Toronto o de Londres.

 

Solo de ese modo habrá un precio aceptado por todas las partes. Solo de esa manera el valor de la tierra encima se moverá paralelamente al valor del recurso debajo. Solo así quienes controlan la superficie recibirán la parte que equitativamente les corresponde del valor de los recursos naturales.

 

El diálogo simplemente no basta y nunca bastará para enmendar lo que no funciona. La propiedad es la clave del problema. El mercado es la mayor fuente de energía económica en el mundo, pero solo la propiedad es el arnés que puede ponerla al servicio de todos.

 

Las comunidades andinas y amazónicas y los pueblos pobres de la tierra ya han esperado más que suficiente.

 

 

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