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MEDIA
COLUMNA
Soltaron
a la
bestia
de su cueva
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Desde que Fujimori
encerró a la bestia de la inflación en su cueva y puso candados
constitucionales a su encierro, nadie menor de 40 años en el Perú ha tenido
experiencia real de lo que la bestia es. La tendrán ahora porque está libre y fuera de control.
Es difícil para los
jóvenes imaginar lo que significa el universo impredecible de la inflación. La
señora que vende sus caramelos en la calle, ¿a qué precio vende si no sabe
cuánto le costará reponerlos para vender al día siguiente? Multipliquemos esa
misma incógnita en una empresa compleja con cientos de insumos. Es imposible
costear, eso es la inflación. Lo que ambos harán -la empresa y la señora- es
ponerse a recaudo con el precio más alto posible. Como todos harán lo mismo, la
inflación aumentará exponencialmente. Al principio, cada uno fijará nuevos
precios cada semana, pero llegará el momento en que tendrá que hacerlo todos
los días y luego aun varias veces al día.
Eso es lo que toca a
los afortunados que tienen la suerte de vender algo de lo que no se puede
prescindir, como el alimento. La mayoría no puede mantenerse en esa carrera y
queda rezagada, sus ingresos devorados por la inflación, hasta caer en la
pobreza extrema donde depende de un comedor popular o una olla común a la que
cada vez más gente acude y cuyos recursos no aumentan. Es imposible detenerse
sin caer, eso es la inflación.
¿Quién soltó a la
bestia de su cueva? La pandemia mundial en parte, que hizo que la oferta no pudiera
responder rápidamente a la recuperación de la demanda global. Pero, localmente,
la izquierda, en el Ejecutivo desde 2018. Es responsable de no haber sabido o
querido prever que la marea de bonos y subsidios y crédito que tan generosamente otorgó para paliar apenas el
daño de la pandemia, traería la resaca de una enorme ola inflacionaria.
Era evidente, pero la
izquierda no lo quiso ver. A Vizcarra le siguieron la defenestración de Merino,
la tardía reacción de Sagasti, el demencial proceso electoral del 2021, que terminó
con Castillo en el gobierno; y luego, aun, el fracaso del cerronismo en el premierato
al que siguió el fracaso de la caviarada en el premierato, y ahora la pugna sorda
entre unos por arrastrar a Castillo de regreso a la torpe idea de una constituyente,
y otros que lo quieren botar para poner a la vicepresidenta caviar en su
lugar.
Mientras tanto, el incendio de la inflación aumenta y solo los bomberos del BCR y el MEF apagan lo que gobierno y oposición alimentan con su estupidez. La indignación en las calles de Huancayo o de Lima, el bloqueo de carreteras en todo el territorio son la protesta contra la bestia de la inflación. El pueblo hace responsable a quien está en el gobierno de haberla soltado de su cueva. Culpa a Castillo por ser el presidente y, como tal, responsable, aunque el mal venga de antes o de fuera. Al pueblo, sin embargo, le indigna aun más la sórdida disputa por el poder en medio del incendio. Asume que la oposición comparte la culpa y, harto de ambos, grita que se vayan todos, gobierno y oposición.
En efecto, la
oposición tiene responsabilidad en esto, ocupada irresponsablemente en el frívolo
juego de vacar la Presidencia y sortear la disolución del Congreso. Hasta hoy,
no tiene otro plan que volver a vacar la Presidencia, dos veces sucesivas ahora,
con el objeto de llevar a Palacio al presidente del Congreso para ir a
elecciones nuevamente. Ni siquiera sabe para quién trabaja, ya que, para cuando
haya alistado su astuto plan, habrá otro presidente en el Congreso y no tiene
cómo saber quién será.
Ambos -gobierno y
oposición- son responsables no solo de haber soltado de su cueva a la bestia de la inflación, sino de atarle las
manos al Perú e impedirle defenderse de ella.
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