miércoles, 2 de mayo de 2018

ESTA NOCHE miércoles 25 abril 2018




ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.



MEDIA COLUMNA
Despojos de la batalla


Jorge Morelli
@jorgemorelli1 
jorgemorelli.blogspot.com


Hoy se presenta el presidente del Consejo de Ministros ante el Congreso. César Villanueva va sobre terreno seguro. La confianza de la mayoría parlamentaria al Gabinete está descontada.

El premier Villanueva debe exponer la política de su gestión. El presidente Martín Vizcarra ha adelantado que presentará medidas para generar crecimiento y trabajo para las que el gobierno -cuándo no- pedirá al Congreso facultades para legislar. Se trata, anticipa el Premier, de facultades puntuales -especiales, las llama- para la reconstrucción del Norte y otros temas económicos. Se da por descontado que estas facultades le serán otorgadas por la mayoría parlamentaria en “apoyo de la gobernabilidad” que le negó al gobierno anterior.

La cercanía con el gobierno actual no es para nada algo del agrado de la mayoría, pero no le queda mas remedio luego del aparatoso defenestramiento del gobierno anterior. En realidad la idea de que la impopularidad del gobierno contagia estuvo siempre en el primer plano de la conciencia de la oposición mayoritaria. ¿Qué es lo ha cambiado ahora? Nada. Solo que hoy es ya imposible explicarle a la opinión pública cuál podría ser la justificación de negarle la colaboración también a este gobierno.

De manera que en lo sucesivo la mayoría parlamentaria se agazapará a la espera de la oportunidad de tomar distancia. Por ahora rumia su malestar.  

No se sabe si por distracción o por diseño, sin embargo, el gobierno ha lanzado a la escena la reforma constitucional para retornar a la bicameralidad en el Congreso. El Premier dice que de la decisión depende tener "un país con institucionalidad débil o fuerte". O sea, de la decisión depende la gobernabilidad. 

Es una trapo rojo. La reforma del Congreso es la bestia negra de la mayoría parlamentaria. La iniciativa puede prosperar solo gracias a la confluencia de todas las demás bancadas. Lo que no es inviable hoy, ahora que la mayoría absoluta está quebrada.

Antes de eso, sin embargo, habrá otra batalla que dará la medida exacta de la nueva correlación de fuerzas en el Congreso, posterior a la quiebra de la mayoría absoluta: la elección de la tercera Mesa Directiva de este quinquenio.

¿Podría la mayoría parlamentaria seguir siéndolo si perdiera la Presidencia del Congreso?



domingo, 29 de abril de 2018

ESTA NOCHE sábado 28 abril 2018


 
ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.



Nada está escrito en el ADN


Jorge Morelli
@jorgemorelli1 
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El gobierno de Martín Vizcarra ha decidido hacer pasar a Fuerza Popular la prueba ácida de la colaboración ofrecida. Enviará al Congreso un proyecto de reforma constitucional para que el Perú regrese a la bicameralidad.

El argumento es que un Congreso de dos cámaras es indispensable hoy para escapar de la trampa de la baja gobernabilidad. Pero el secreto está en saber exactamente por qué. Para explicarlo en sencillo hay que simplificarlo. El congresista Kenji Fujimori lo ha resumido en reiteradas oportunidades de esta manera: la cámara única fue funcional en los 90, cuando hacía falta cambiar rápidamente el marco legal de la lucha contra el terrorismo y para la reconstrucción de la economía. Hoy esos problemas ya no existen. Hoy, en cambio, lo que hace falta es seguridad jurídica para recuperar la gobernabilidad.

Hoy necesitamos continuidad de los marcos jurídicos fundamentales y es una urgencia de primera magnitud detener la actual sobreproducción legislativa. Hoy el cambio de los marcos legales es incesante. Se exonera sistemáticamente a todos los proyectos de la regla de la segunda votación. Peor aun, la prensa organiza ritualmente un festival del rating parlamentario en el que la medida de las cosas es el número de proyectos de ley que cada congresista presenta, cuando el mejor servicio al país hoy sería derogar leyes.
  
El argumento a favor de la bicameralidad se ha desviado a una discusión bizantina sobre la supuesta necesidad de una cámara más reflexiva y otra más política. Es un absurdo.

Lo quehace falta es algo más simple: hacer deliberadamente más reflexivo el proceso legislativo como tal, frenar la vorágine que está ahogando a la ciudadanía y creando a diario nuevas y más sofisticadas oportunidades para la corrupción.

Se trata, igualmente, de encapsular el debate politico dentro del Congreso, donde pertenece, para evitar que se traslade innecesariamente, como hoy ocurre, a la relación entre el Congreso y el Ejecutivo, creando un conflicto de poderes a cada paso.

Por años Fuerza Popular ha tenido la convicción errada de que la unicameralidad está escrita en su ADN. No lo está, nunca lo estuvo. Nada está escrito. Lo que caracteriza al fujimorismo, en todo caso, es entender la naturaleza de los problemas tal como se presentan para darles una respuesta a la medida de lo que la realidad demanda.

La bicameralidad no es una idea platónica, no tiene una virtud intrínseca a sí misma, como tampoco la unicameralidad. Se trata de que las instituciones políticas deben responder a lo que hace falta en el momento oportuno. Y hoy la seguridad jurídica, que es el cimiento de la gobernabilidad, es lo que urge para garantizar la vida, la libertad y la propiedad de los peruanos.

   

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miércoles, 25 de abril de 2018

ESTA NOCHE miércoles 25 abril 2018



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Vizcarra descubre la democracia
de baja gobernabilidad  


Jorge Morelli
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Si la inversión privada no irrumpe masivamente en la escena, no habrá crecimiento.

La inversión pública no basta por sí misma para mover la economía. Es como tratar de arrancar un generador con una manivela. El arrancador de la inversión -la pública y la privada- es la gobernabilidad.

Esto ya lo ha comprendido con claridad el presidente Martín Vizcarra. Ha descubierto la baja gobernabilidad de nuestra democracia. Pero aun no ha visto exactamente dónde está la falla en la arquitectura de nuestra democracia que origina la baja gobernabilidad.

Nuestra democracia es de baja gobernabilidad por falta de equilibrio de poderes. Produce una gobernabilidad precaria, insuficiente para proveer la seguridad jurídica que la inversión necesita en la escala que hace falta. Por lo mismo, el Presidente ha comprendido también, acertadamente, que la gobernabilidad necesita de la bicameralidad.

Pero aun le hace falta ver el escenario completo. La bicameralidad es solo la parte relativa al Congreso de la fallida arquitectura institucional, uno de los tres poderes del Estado. La gobernabilidad requiere también de la reforma de los otros dos: el poder Judicial y el Ejecutivo.

Así parece avizorarlo el gobierno al convocar a las regiones a debatir la descentralización para restablecer el equilibrio interno del poder Ejecutivo.

No parece divisar aún, en cambio, el papel crucial en la batalla contra la corrupción de la reforma de la Justicia. Tampoco sabe qué hacer al respecto.

El secreto está en que no es posible reformar cada poder por separado. Lo que hace falta es restablecer el equilibrio entre los tres poderes del Estado, perdido en el Perú hace mucho tiempo. Es necesario rediseñar en la Constitución el sistema de las relaciones entre los tres poderes. Nada menos.

¿Parece una tarea imposible? No lo es. Francia lo consiguó en 1958 con el paso de la Cuarta a la Quinta República. Es lo que debemos hacer. Hasta que ese rediseño se aborde con decisión política unánime, la falla en la arquitectura institucional continuará allí y la nuestra seguirá siendo una democracia de baja gobernabilidad.



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domingo, 22 de abril de 2018

ESTA NOCHE sábado 21 abril 2018



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MEDIA COLUMNA
“O mecanismo”


Jorge Morelli
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Aparece al final de la serie brasileña del mismo nombre, dibujado en la pared, explicado a medias. Vale la pena mirarlo con cuidado repetidas veces, sin embargo, porque contiene la clave de la historia reciente de la corrupción en Latinoamérica.

La primera de las cuatro estaciones del “mecanismo” se halla en el Estado, en el caso de Brasil en la empresa estatal de petróleo, un Estado dentro del Estado.

Comienza con el listado masivo de las concesiones y licitaciones públicas o semi publicas de las obras que el gobierno decide construir. En la narración televisiva el listado se hace llegar a la segunda estación del “mecanismo”: las Constructoras. El club de las Constructoras -trece en total en la teleserie brasileña- tiene un procedimiento sofisticado para asignar cada licitación a la empresa que la va a ganar. Todas las empresas del club participan de las licitaciones, pero con ofertas arregladas, más caras, de modo que la designada gana siempre.  

Las Constructoras subcontratan luego a la tercera estación: los Operadores. Personajes sórdidos o de cuello y corbata si hace falta, los Operadores son subcontratados en negro por las Constructoras para sus operaciones en negro: aceitar el proceso burocrático para que las obras no se traben. Una no opera en negro, estructura sus operaciones dentro de su contabilidad. Es el principio del fin.

Más fundamentalmente, sin embargo, los Operadores cumplen la función crucial del “mecanismo”, hacer llegar los fondos a la cuarta y última estación: los Partidos. Todos si es posible, sin preferencias, sin ideologías.

Eventualmente, uno llegará al poder en las siguientes elecciones y al control del Estado, primera estación del “mecanismo”. Elabora entonces el nuevo listado, cada vez más grande, cada vez más caro, de megaobras cada vez más innecesarias. Y el “mecanismo” vuelve a comenzar.

La teleserie brasileña declina cualquier parecido con la realidad. La ficción siempre exagera la realidad para simplificarla. Recuerdo un film italiano de los 70: “Ciudadano por encima de toda sospecha”. El público latinoamericano sabrá juzgar. Aun la ficción proporciona las herramientas conceptuales que faltaban para comenzar a entender.   

Por años el “mecanismo” pudo ser viable porque fue políticamente posible cerrar el mercado latinomericano solo para las empresas latinoamericanas -en una pirámide de subcontrataciones-, excluyendo a las extranjeras de la competencia. Un burdo caso de mercantilismo proteccionista que por su fragilidad intrínseca no iba a durar, un vistoso y grotesco carro alegórico de carnaval.

Al desmoronarse el tinglado, ahora veremos quizás a las empresas constructoras del resto del mundo participando en las licitaciones públicas latinoamericanas subcontratando a las locales que tienen el know how. La libre competencia en un mercado global abierto habría cerrado el paso a la corrupción desde un prinicipio.  

 


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miércoles, 18 de abril de 2018

ESTA NOCHE miércoles 18 abril 2018



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El rábano por las hojas

Jorge Morelli
@jorgemorelli1 
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El presidente Vizcarra anunció el fin de la crisis política. No explicó a qué se refería. Quizás sospecha que para vencer a la corrupción primero tiene que mejorar la gobernabilidad. 

La lógica que subyace a la estrategia de la lucha contra la corrupción es que no puede haber gobernabilidad -ni desarrollo- si primero la corrupción no es puesta a raya bajo control.

Ese parece el consenso de la reunión en Palacio de la Comisión de Alto Nivel de la Lucha contra la Corrupción y con los 25 gobiernos regionales, devastados no hace mucho por la corrupción.

Ese fue el tema también de la Cumbre de las Américas: la relación entre gobernabilidad y corrupción.

El peligro es pasar por alto el orden correcto de los factores. ¿Cuál es la carreta y cuál el caballo?

La estrategia asume que la gobernabilidad es el subproducto de la victoria en esa guerra. Se enfatiza entonces un listado de decenas de iniciativas para poner a la corrupción bajo el control del Estado y la sociedad civil.

Lo que la experiencia indica, sin embargo, es que la gobernabilidad no es la consecuencia sino más bien la condición para la lucha contra la corrupción. Porque si no hay gobernabilidad, aquel listado de iniciativas, por ejemplo, no llegará a aplicarse en absoluto.

Es lo que ocurre con todas las reformas, tributaria, laboral o educativa y también con la de la descentralización para devolverle ciertas funciones al gobierno nacional, que fue la razón de la reunión del gobierno con las 25 regiones.

La relación causal entre gobernabilidad y anticorrupción no ha pasado inadvertida para la Cumbre de las Américas, donde se ha repetido como un mantra que la clave está en la institucionalidad pública. 

Pero el secreto es que si hay una grieta por la cual se cuela el agua dentro de la nave institucional, no se le echa la culpa al agua. Es la condición de la flotación. La corrupción siempre está allí. Lo que hace falta es mantenerla fuera de la institución. Y eso requiere gobernabilidad. 

La primera reingeniería institucional debería ser la reforma de la justicia. Porque es el brazo del Estado para luchar contra la corrupción. Pero esa reforma fracasa hasta ahora en el Perú porque la baja gobernabilidad  de nuestra democracia no permite llevarla a cabo. Se toma el rábano por las hojas. 

Lo que vemos ahora es que, al revés, esas instituciones han tomado a su cargo y a su manera la reforma de la sociedad y del Estado.




 

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miércoles, 11 de abril de 2018

ESTA NOCHE miércoles 11 abril 2018


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La guerra que no llegó a ser


Jorge Morelli
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El gesto de Xi Jinping ha merecido el agradecimiento de Donald Trump. Esta es una demostración asombrosa de lo que las maneras civilizadas pueden conseguir en la politica global de hoy.

Luego de una andanada de imposiciones arancelarias de ambas partes que escaló día a día hasta alcanzar la amenaza de EEUU de llegar a los cien mil millones de dólares, de pronto, en medio de una nueva y severa crisis global en Siria, el presidente chino, desde el Foro de Boao, el Davos asiático, tiene la sabiduría digna de un estratega de las artes marciales chinas de anunciar unilateralmente una reducción de los aranceles a la importación de automóviles de EEUU.

"Muy agradecido con el presidente Xi por las amables palabras de China sobre aranceles y barreras en el sector automovilístico”, escribe Trump de inmediato en Twitter.

Pero no es solo eso. Xi se pronuncia también sobre el tema de fondo por el que Trump reclamaba principalmente: los derechos de propiedad intelectual. EEUU venía afirmando que tomaría medidas porque China no los estaba respetando y obligaba a las empresas extranjeras a una transferencia de tecnología.   

Y Xi anuncia ahora que no solo respetará sino reforzará “la protección de los derechos de propiedad intelectual de las empresas extranjeras y nacionales, se alineará con las reglas del comercio internacional, aumentará la transparencia, aplicará las leyes, fomentará la competencia y se opondrá al monopolio, velará por el cumplimiento de la ley, endurecerá las penas de quienes no la cumplan y promoverá la transferencia tecnológica entre compañías nacionales e internacionales”.

Y encima de todo eso, China agrega que aumenta sus importaciones para reducir su enorme superávit comercial que el mundo observa con desconfianza y temor. Trump celebra entonces también la declaración de Xi sobre propiedad intelectual y transferencia de tecnología en los términos más expresivos: “¡Haremos un gran progreso juntos!", anuncia el presidente de EEUU.

No hay un vencedor en este conato de guerra comercial que no llegó a ser. Porque ganan ambos. EEUU en lo inmediato, en el frente económico; China en el mediano plazo político, porque ha logrado disipar el temor y ha conseguido el respeto mundial a la dimensión de estadista de su presidente. 


 

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domingo, 8 de abril de 2018

ESTA NOCHE sábado 7 abril 2018



ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.



El destino del fujimorismo


Jorge Morelli
@jorgemorelli1 
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Me reconforta escuchar a Alberto Fujimori decir hoy lo que he escrito innumerables veces, en todos los espacios de que he podido disponer: que las diferencias entre sus hijos siempre fueron y siguen siendo superables y que en el tiempo convergerán hacia el mismo movimiento, como siempre ocurrió en el fujimorismo. Me alegra doblemente oirlo viniendo de quien ahora viene porque es su voz la que tiene de sobra la autoridad necesaria para hacer ese llamado.

No son muchos los partidos políticos que superan la prueba del tiempo. Menos aún en Latinoamérica. Pero lo que invariablemente caracteriza a los que duran décadas y aun siglos -desde los liberales o los conservadores británicos o los demócratas y los republicanos estadounidenses o al que por décadas fue el sistema político japonés hasta el peronismo argentino y el PRI mexicano o el Apra en el Perú- es que hicieron espacio para la tolerancia, el debate abierto no solo interno sino en los medios, y para la existencia de dos alas que en competencia les permitieron reinventarse constantemente en la lucha política.

Esto es lo que caracteriza a lo que Giovanni Sartori denominó al sistema de partidos de pluralismo moderado -frecuente en Europa-, pero también al bipartidismo -inglés o norteamericano-, e incluso a lo que fue el sistema de partido dominante japonés.

Democráticos todos ellos, esos sistemas contrastan violentamente con los dos extremos del espectro: por un lado, el ultravioleta del sistema de partido hegemónico totallitario -como lo fue la URSS y lo sigue siendo Corea del Norte- y, en el extremo opuesto, el infrarrojo que nos resulta familiar en el Perú: el sistema de partidos de pluralismo polarizado, que multiplica exponencialmente su número y, en su versión extrema, engendra el antisistema.

El sistema estelar del pluralismo polarizado incuba en su seno el antisistema. Y, por la misma razón, engendra su propia antítesis: el germen del partido de pensamiento único sin espacio para la tolerancia y el debate. No es sino la reacción precaria e insuficiente ante el caos endémico del pluralismo polarizado. 

Esto es lo que hay que entender con claridad del mensaje de Alberto Fujimori. No es solamente un llamado a sus hijos a superar sus diferencias, sino a hacerlo dentro de un marco mayor, donde la discrepancia pueda procesarse dentro de reglas civilizadas. El fujimorismo confluirá en “un solo movimiento” en el 2021, “que es el que todos ustedes conocen”, como siempre lo hizo en el pasado. Ese es el mensaje.

Lo que Fujimori hace es un llamado al Perú a dejar atrás el conflicto estéril y el mundo primitivo del sistema de partidos polarizado para dar el paso a un pluralismo moderado, como lo hicieron los partidos europeos luego de la Segunda Guerra Mundial. Lo que Alberto Fujimori está pidiendo no es solo a sus hijos. Si el fujimorismo ayuda al Perú a dar ese paso se habría reeencontrado con su destino. 


 
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