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MEDIA COLUMNA
La ambigüedad
nunca es una solución
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Hace años
que todos sabemos por simple sentido común que el Estado peruano debía articular
la operación del Ministerio de Salud con la del Seguro Social. Este proceso ya ha
venido ocurriendo, y la pandemia lo ha acelerado.
Existe, de otro lado, la oferta privada de
salud, que es una porción bastante menor del mercado –tal vez una quinta parte-.
El acuerdo recientemente anunciado -entre el
Ministerio y el Seguro, de un lado, y las clínicas privadas de otro- para que el
Estado pague una tarifa plana y las clínicas reciban a los pacientes de
coronavirus es otro paso importante.
No es relevante ahora si la tarifa es la
correcta, ni si se ha alcanzado gracias al palo o la zanahoria. La pregunta es
otra. Si se va a firmar un contrato modelo entre el Estado y cada una de las
clínicas, la ambigüedad no es una solución. ¿Ese contrato es un acto voluntario,
como dice el ministro de Salud? Si lo es, resulta insuficiente. Si fuera
obligatorio no es un contrato. Si es voluntario, la atención que el paciente
requiere de inmediato está sujeta a que la clínica haya firmado el contrato. Si
no lo ha hecho, el paciente no será atendido y la supuesta solución no lo es
realmente.
La libertad de mercado no es negociable. Pero
al mismo tiempo los avances público-privados -improvisados hoy en el mercado de
la salud luego de una imprevisión de décadas- deberían dar forma a una única respuesta
de la oferta a una demanda que no puede dejar de ser atendida, y que no debe ser
atendida solo cuando el paciente tiene capacidad adquisitiva.
La respuesta tiene que ser una capaz de acomodarse
modularmente a la naturaleza de la demanda. Ante una emergencia nacional -ya se
trate de un pandemia u otro fenómeno natural, un Niño o un megasismo-, el
sistema debe responder flexiblemente como un todo articulado.
Pero debe poder revertir, una vez terminada
la emergencia, a un funcionamiento autónomo de las instituciones que lo
integran, ya sean estas privadas o públicas incluyendo al Seguro Social, un
caso sui generis de institución público-privada.
No es eso todo. La respuesta modular tiene
que incluir provisiones permanentes para la atención de emergencia a pacientes
en estado grave cualquiera sea el lugar o el momento en que se presenten e indistintamente
de si hay o no una emergencia nacional y de si se trata de un establecimiento
privado o público. Nada menos es aceptable en defecto de un sistema de salud
universal gratuito como existe en otras partes, pero a un precio que no está al
alcance del Estado peruano.
Es indispensable la competencia en el mercado
no solo entre lo privado y lo público, sino incluso entre el Ministerio de
Salud y el Seguro Social. Aunque una fusión pueda parecer a primera vista una
buena idea, no lo es. Son instituciones de distinta naturaleza. El Ministerio
es de todos los peruanos, el Seguro es de sus afiliados, que pagan por él. Que
el Estado peruano se haga el sueco al respecto y no pague siquiera la deuda gigantesca
que le tiene al Seguro solo significa que la ambigüedad nunca es una solución.
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