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MEDIA
COLUMNA
Corrupción
público-privada
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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La manera como se licitaba
años atrás la obra pública no era hermética y a prueba de las balas de la
corrupción, pero parece mucho mejor que la discrecionalidad corrupta
elevada a la categoría de institución que ha existido en los últimos años.
En el segundo gobierno de Fernando Belaunde todavía el margen de maniobra del funcionario era bastante limitado. Primero, el ministerio respectivo elaboraba el proyecto, no la empresa constructora postora en la licitación
Segundo, el Ministerio ponía el proyecto al alcance de las empresas que ajustaban sus propuestas a ese marco con un margen de hasta diez por ciento por encima o por debajo del precio publicado por el ministerio para la licitación.
Tercero y último, el comité licitador tomaba la decisión obteniendo el promedio de todas las propuestas y otorgando la buena pro a la propuesta que estuviera inmediatamente debajo del promedio.
Desde luego, la metodología no era infalible, niguna lo es, pero era simple y fácil de seguir por todos, con lo que dejaba poco o ningún margen de maniobra a la corrupción. Como todo es imperfecto, no puede descartarse que en aquellos años de inflación la falla fuera la llamada “fórmula polinómica” para el pago a las empresas, que era un secreto de especialistas.
En el segundo gobierno de Fernando Belaunde todavía el margen de maniobra del funcionario era bastante limitado. Primero, el ministerio respectivo elaboraba el proyecto, no la empresa constructora postora en la licitación
Segundo, el Ministerio ponía el proyecto al alcance de las empresas que ajustaban sus propuestas a ese marco con un margen de hasta diez por ciento por encima o por debajo del precio publicado por el ministerio para la licitación.
Tercero y último, el comité licitador tomaba la decisión obteniendo el promedio de todas las propuestas y otorgando la buena pro a la propuesta que estuviera inmediatamente debajo del promedio.
Desde luego, la metodología no era infalible, niguna lo es, pero era simple y fácil de seguir por todos, con lo que dejaba poco o ningún margen de maniobra a la corrupción. Como todo es imperfecto, no puede descartarse que en aquellos años de inflación la falla fuera la llamada “fórmula polinómica” para el pago a las empresas, que era un secreto de especialistas.
Aun así, la corrupción
a la antigua jamás habría podido inflar un proyecto al triple o cuádruple de su
valor. Eso
nunca habría sido posible sin la complicidad y el blindaje mutuo entre la
empresa y el Estado. El margen de discrecionalidad
para la corrupción que entonces existía no habría permitido el latrocinio que llegaría
después con la clandestina complicidad público-privada en el proyecto innecesario,
el sobreprecio escandaloso y la adenda descarada.
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