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MEDIA
COLUMNA
No las
causas
sino los
efectos
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
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Poco es
lo que puede hacer el Perú para combatir las causas del calentamiento global del
que otros países –China, Estados Unidos, India- son responsables. Lo que puede hacer es combatir sus efectos.
Hace solo
dos meses un Niño devastador trajo huaicos que han destruido vidas, poblaciones
e infraestructura de manera masiva. Y gobierno y oposición están empeñados ahora
en la reconstrucción de esa infraestrutura dañada y obsesionados en cómo hacerlo
sin incurrir nuevamente en la corrupción.
Y, sin
advertir la ironía que hay en esto, el gobierno se declara indignado y hay expertos
que se rasgan las vestiduras ante la decisión de Donald Trump de retirar a EEUU
del Acuerdo de París señalando las culpas del desastre ambiental que vendrá en
un futuro hipotético, del todo olvidados del desastre ecológico que hemos producido
nosotros mismos hace muy poco.
Somos nosotros
los autores del desastre del Niño por haber perdido el control del ciclo del
agua de los Andes y no tomar conciencia siquiera de lo que hemos hecho.
Necesitamos
invertir masivamente en sembrar agua para el siglo XXI hasta poner un lago
Titicaca dentro de la Cordillera de los Andes: diez mil millones de metros cúbicos
en cinco años. Necesitamos sembrar bosques en las punas sobre los Andes desde Puno
hasta Cajamarca.
Necesitamos
que las empresas mineras aprendan a trabajar con las comunidades andinas en
gran escala, masificando las que hasta hoy son experiencias meritorias, pero
aisladas.
Necesitamos
que los fondos de pensiones público y privados inviertan en bosque para el
largo plazo. Así, los comuneros verán crecer ante sus ojos los árboles que
pagarán por la pensión de su vejez, y ellos mismos cuidarán los bosques. Así crecerán
los fondos de pensiones junto con los bosques hasta incluir a todos los
peruanos. Y se romperá el cerco que hoy los asfixia, estancados como se hallan dentro
de los límites de la minoría de peruanos a la que alcanzan.
Necesitamos
hacer espacio para el largo plazo, ahogado hoy por la confrontación política en
la coyuntura y la inconciencia de vivir para el día.
Pero nada
de esto ocupa ningún lugar en las mentes de quienes hoy se hallan devastados porque
va a morir el planeta mañana si hoy no está EEUU en el Acuerdo de París.
REPORTE DE NOTICIAS en Internet
Las siguientes notas periodísticas de
política y economía han sido seleccionadas, editadas y ordenadas
temáticamente. No se las debe citar como
tomadas directamente de sus fuentes originales, las mismas que se indican sólo
como una forma de reconocer el crédito y agradecer la cortesía.
GOBERNABILIDAD, DEMAGOGIA, AUTORITARISMO,
DEMOCRACIA
El Comercio
Des-pa-ci-to
Carlos
Meléndez
El
presidente del Consejo de Ministros (PCM), Fernando Zavala,
ha señalado que el fujimorismo –desde su apogeo legislativo– confunde
fiscalización con abuso de poder. Ha acusado a la oposición de
“obstruccionista” y de pasar de la “discrepancia a la calumnia”. Algunos
colegas politólogos sustentan esta posición. Para Eduardo Dargent, estamos ante
una “naranja agresiva”, “intransigente y radical”, que con “actitud matonesca”,
“no pelea limpio”. Para Alberto Vergara, el fujimorismo es un “pariente pobre
del liberalismo” como lo fue Sendero para la izquierda partidista (¿es Fuerza Popular entonces
el Movadef de la derecha?), que sirve como “caja de resonancia de un
archipiélago de intereses particulares legales, informales, ilegales” (¿acaso
el lobbismo ppkausa no lo es también?). Con esta suerte de oposición desleal,
el colapso del gobierno suena inevitable.
Las
tensiones entre el gobierno ppkausa y el Congreso fujimorista se explican por
tres factores. El primero tiene que ver con el diseño institucional de nuestro
sistema político que otorga al Legislativo mecanismos de control y
fiscalización que aparecen excesivos cuando se trata de un “gobierno dividido”
(Ejecutivo y Legislativo presididos por dos partidos rivales). Cuente usted:
investidura y confianza al Consejo de Ministros; invitación, interpelación y
censura a ministros; capacidad de investigación sobre cualquier asunto de
interés público; etc. De hecho, si usted compara los números de visitas de
ministros al pleno del Congreso, interpelaciones y censuras de los últimos
cuatro gobiernos (vea el informe de Martin Hidalgo mañana en este Diario), no
encontrará el “cargamontón fujimorista” que ciertos analistas espontáneos
susurran al oído de Zavala.
El segundo problema
es de inexperiencia ante un “gobierno dividido”. Nunca antes hemos tenido a un
solo partido opositor controlando desde el primer año la rama legislativa.
Tampoco a un Ejecutivo que no se atreve a acordar una coalición política en el
Parlamento. Parecería que el gobierno ha abandonado a su propia bancada, al
punto de desaprovechar dos cuadros políticos que pueden ser puentes
multipartidarios (Juan Sheput y Carlos Bruce).
El
tercer factor es la falta de tacto del fujimorismo. Con los antecedentes
mencionados, el equilibro real de poderes es inalcanzable. El Ejecutivo es muy
débil; el Legislativo se asume todopoderoso. Entonces cualquier golpe que
ensaye el Congreso sobre el gobierno será percibido como fulminante. Si bien el
fujimorismo persigue capitalizar su rol opositor, necesita a la vez la
permanencia estable de Kuczynski.
Peruanos por el Kambio y Fuerza Popular son dos caras de una misma moneda.
Pregunten a los miembros del Ejecutivo (incluyendo presidente y PCM) si están
de acuerdo con las políticas de ajuste aplicadas por Alberto Fujimori y se
darán cuenta de cuántos son ‘fujimoristas en el clóset’. A nivel ideológico hay
una cercanía que normalmente sentaría las bases de una estabilidad política.
La gobernabilidad
democrática está en manos del fujimorismo, pero por déficit ppkausa. A este
gobierno tecnocrático y apolítico (sin capacidad política, no hay vocación
institucionalista) hay que tratarlo “des-pa-ci-to”. Está en manos del
fujimorismo la iniciativa de intentar un equilibrio “pasito a pasito, suave
suavecito”. Porque, al final, las dos derechas deberían terminar pegándose,
“poquito a poquito”.
El Comercio
Terquedad que conduce al desastre
Fernando
Rospigliosi
La
obstinación del presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y
su gobierno en no reconocer sus errores y enmendarlos los está conduciendo al
descalabro. Las últimas encuestas muestran que después del hipo provocado por
el fenómeno de El Niño nuevamente está aumentando su desaprobación. Y ese es un
problema muy grave para un gobierno que depende, más que ningún otro desde la
restauración de la democracia, de la aceptación de la opinión pública.
Su fracaso con Chinchero ha sido catastrófico. Además de la
forzada renuncia de Martín Vizcarra,
lo afecta por varios motivos. Primero, socava la credibilidad del presidente y
su gobierno. PPK se
jugó directamente por la adenda al contrato, salió a justificarla con pizarra y
plumón, puso la primera piedra en el Cusco y declaró agresivamente contra los
críticos.
Segundo, incentivó
las expectativas de que el aeropuerto se construiría de inmediato y que eso
significaría un adelanto significativo para la región. Naturalmente, ahora ya
empezaron las protestas en el Cusco.
Tercero, intervino
personal y reiteradamente en un asunto en el que él y su gobierno se abrían un
flanco muy peligroso, la presunta defensa de intereses privados cercanos. La acusación
más dura que se le hizo durante la campaña electoral –e iniciado el gobierno
también a otros de sus integrantes– es de ser un lobbista que promueve los
intereses de ciertas empresas privadas.
En
este punto lo han machacado desde las posiciones más dispares. “Hildebrandt en
sus trece” denuncia intervenciones presuntamente irregulares de funcionarios
públicos y privados (“¡Chinchero era una trafa!”, 26/5/17). El congresista
fujimorista Héctor Becerril ha resumido su crítica en su cuenta de Twitter:
“PPK y Zavala toda la vida se dedicaron a los lobys y de pronto llegan a ser
pdte. y premier, obviamente miran al país como un botín” (30/5/17).
Desde
ángulos diametralmente opuestos arremeten con las mismas acusaciones.
Los únicos que
parecen no darse cuenta de sus errores son PPK y
sus colaboradores. Más allá del desastre de Chinchero, se empeñan en no
reconocer que carecen de estrategia y operadores políticos, lo que para un
gobierno precario constituye un peligro supremo.
No es
que sean tontos o poco inteligentes, es que porfiadamente se niegan a admitir
sus desaciertos y enmendar la trayectoria. No es un consuelo, pero muchos
gobernantes en todo el mundo han padecido –y padecen– el mismo defecto.
La extraordinaria
historiadora norteamericana Bárbara Tuchman escribió una suerte de historia
universal de la terquedad política, “La marcha de la locura. De Troya a
Vietnam”, donde analiza cómo gobernantes a lo largo de la historia han
transitado al despeñadero por no rectificar el rumbo, a pesar de las evidencias
que mostraban que estaban equivocados: “Un fenómeno que se advierte a lo largo
de la historia, en cualquier época y lugar, es la tendencia de los gobiernos a
emprender políticas contrarias a sus propios intereses”.
Un elemento clave,
dice Tuchman, es la testarudez de los gobernantes: “La terquedad, el origen del
autoengaño, es un factor que desempeña una función importante en el gobierno.
Consiste en evaluar una situación a partir de ideas preconcebidas, eludiendo o
rechazando cualquier indicio de signo contrario, y actuar en función del deseo,
sin dejarse desviar por los hechos”.
Es
decir, la realidad es olímpicamente ignorada, como están haciendo PPK y sus
principales colaboradores. Ellos insisten en que tienen el mejor equipo y lo
están haciendo todo maravillosamente. Solo les falta comunicar mejor sus
éxitos.
Como anota Tuchman,
no hay nada inevitable, “siempre existe la libertad de cambiar o de desistir de
un rumbo contraproducente, si el político tiene la valentía moral de hacerlo.
[...] Sin embargo, reconocer el error, reducir las pérdidas, alterar el rumbo
es la opción más repugnante para quienes ejercen el poder. Un jefe de Estado
casi nunca se plantea la posibilidad de reconocer un error”. Y eso es porque
tiene la irreprimible necesidad de proteger su ego. Cuanto más se haya
comprometido en una política el ego del gobernante, “más inaceptable es la
retirada”.
Así, PPK y su gobierno
persisten tercamente en el mismo rumbo que lleva al Titanic que pilotean en
curso de colisión con el iceberg. El problema es que ese barco es el Perú y
todos estamos a bordo.
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