miércoles, 2 de enero de 2019

ESTA NOCHE miércoles 2 enero 2019


                                           ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
La democracia manipulada


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Desde que Winston Churchill pronunció su famosa sentencia acerca de que la democracia es la peor forma de gobierno con excepción de todas las demás, mucha agua ha pasado bajo el puente de Londres para que la democracia inglesa haya venido a resbalar en el fiasco del “brexit”.

En verdad la calidad de la democracia es el tema central de la política del siglo XXI. Y la acusación explícita o implicita es que la democracia puede ser manipulada mediante la tecnología.

Décadas atrás apenas, la manipulación del voto se hacía burdamente: se quemaba las ánforas o se impedía votar. Hoy, se dice, no hace falta manipular el resultado electoral, hoy se “manipula” la voluntad del elector.

En la consulta del brexit británico, por ejemplo, se afirma, que se habría “manipulado” al votante a través del manejo segmentado de información sustraída de millones de usuarios de una red social por una sofisticada empresa inglesa dedicada a la asesoría de campañas políticas. El mismo procedimiento se habría utilizado luego, se dice, para “manipular” la voluntad de los electores norteamericanos en favor de la elección de Donald Trump. Estamos cerca de que similares acusaciones se hagan a Jair Bolsonaro en Brasil, a Iván Duque en Colombia, a Sebastián Piñera en Chile y a Mauricio Macri en la Argentina de parte de la izquierda.

La pregunta cae por su peso. ¿Puede la tecnología manipular la voluntad? ¿En serio? ¿Cuánto, en realidad, se puede “manipular” la voluntad del elector como consumidor de promesas?

Si se hace llegar a grupos segmentados información en favor o en contra de lo que ese consumidor aprecia o rechaza para reforzar su adhesión o su rechazo, ¿califica eso como “manipulación”?

Califica de lleno si la información está distorsionada (nunca es totalmente falsa). A esto se llama hoy “incepción”: una media verdad sembrada colectivamente y hábilmente formulada en un lenguaje que se “viraliza” en las redes para convertirla en realidad virtual. Es el precio de la posmodernidad.  

Pero cuando la información no es falsa aunque sí direccionada hacia segmentos de la opinión pública, ¿califica esto también como “manipulación”? ¿O alcanza esta a una opinión pre existente un lenguaje que la expresa? Porque esto y no otra cosa es el periodismo.

Suele decirse que hay una delgada línea roja entre la información y la opinión. No es cierto. La información conlleva opinión siempre, inexorablemente, lo sepa o no quien la enuncia. Ser conciente del color del cristal con que se mira y confesarlo al lector, al televidente, al radioyente es la prueba ácida del periodismo.

No hay nada que temer en la información cargada de opinión, siempre que se sea conciente de ella y se la comunique al que escucha. La objetividad es imposible en el periodismo, pero no la veracidad. Siempre he creído que esto es lo que quería decir César Vallejo en su famoso verso: “confianza en el anteojo, no en el ojo”.

No hay que temer al anteojo como tal, sino a su negación. La incepción de las llamadas fake news recurre a la “manipulación” para despistar a la opinión pública. Pero no hay manipulación posible de la voluntad si la información y la opinión son claras en cuanto a su origen y su destino, su fuente y su propósito.

El peligro de la hiperinformación de hoy no es su proliferación incontrolable, sino su control. El mejor antídoto contra el “big brother” de George Orwell es que detrás de quien maneja la cámara haya otra grabando.

  
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domingo, 30 de diciembre de 2018

ESTA NOCHE sábado 29 diciembre 2018


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MEDIA COLUMNA
Pax global para la
guerra comercial


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Donald Trump acaba de anunciar “un gran progreso” en al acuerdo de paz para la guerra comercial con China.

Luego de hablar largo con el presidente de China, Xi Jinping, ha dicho que el “deal” está avanzando muy bien. Desde luego, como siempre en estos casos, todo viene en un  solo paquete. Son varios los acuerdos que cubren “todos los  temas, áreas y puntos en disputa” y se cierran todos o ninguno. Significa que el acuerdo va a tener que ir más allá de lo estrictamente comercial para entrar en el terreno político.

En lo comercial, los chinos ya han levantado los aranceles a los autos americanos y han vuelto a comprar soya de EEUU, y hay un proyecto de ley para prohibir la transferencia forzada de tecnología. Trump pide además cambios estructurales en el sistema comercial chino, especialmente en cuanto a derechos de propiedad intelectual. Probablemente lo obtendrá también.       

Los ojos de todos están puestos en los términos de detalle del acuerdo comercial, para el que hay 90 días de plazo. Pero no hay que perder de vista el bosque por mirar el árbol. El acuerdo comercial será posible en realidad solo si hay un acuerdo en el escenario mayor: un marco de acuerdo político global.

Respecto de la propuesta de China de construir la Ruta de la Seda, el cínturón global de transportes y comunicaciones, por ejemplo. Ambas partes tienen que decidir en cuanto a eso quién es Napoleón y quién Josefina. O sea, qué va a hacer o dejar de hacer cada quien.

En este sentido, no es razonable pedirle a China que abandone el proyecto que está en no solo en su interés sino en el del resto del planeta. Ya son más de 55 los países que se han adherido a la Ruta de la Seda. El Perú todavía no termina de hacerlo aun cuando se ha comprometido y firmado ya algo limitado en ese sentido. Oponerse a esto haría que EEUU quedara pesimamente mal ante la comunidad global.

El acuerdo comercial supone en el plano políico que EEUU acepte aunque sea tácitamente que el proyecto de la Ruta de la Seda global debe seguir adelante sin obstáculos. La idea de que el tren transoceánico que atraviesa America del Sur desde Sao Paulo hasta Paita -que los chinos están dispuestos a financiar con crédito- les ha llevado a hacer advertencias a los países emergentes acerca de la trampa de endeudamiento y la posterior dependencia de China. Y a formar su propio cinturón de islas alrededor de Asia.   

Los europeos quisieran construir ese tren, pero no de Sao Paulo a Paita sino a Ilo, pasando por Bolivia. Pero al Perú le conviene tener ambos y, si tiene que elegir, debe elegir el de Paita, que le da salida a la soya de Brasil al Asia y, de retorno, salida a los fosfatos de Bayóvar para la agricultura de la soya en Brasil.

La construcción de la red ferrocarrilera de EEUU hace 150 años fue el punto de partida de la verdadera puesta en valor de la modernidad de Norteamérica. Estos son los términos que no aparecerán escritos en el acuerdo comercial, porque van mucho más allá de la economía hasta la medula misma de la cuestión de la hegemonía global en el siglo XXI y sí acaso realmente debe haber una. China se ha adelantado y no guarda silencio al respecto: repite y repite que jamás tendrá ambiciones hegemónicas. Esto trae a la memoria acuestiones de geopolítica territorial que son en gran medida cosa del pasado. EEUU debería confiar en nosotros, los latinoamericanos -sus viejos y confiables aliados, como dice- si no quiere o no puede hacerlo del todo en China.

Este tema -que es esencialmente también el de la tecnología de las comunicaciones globales- causa el recelo norteamericano porque China tiene su propio Internet, su propio Whatsapp, su propio Netflix, y sus redes parecen inaccesibles desde Occidente, aunque no necesariamente lo sean.    

Por eso la prueba ácída del acuerdo de paz que ponga fin a la guerra comercial no tienen que ver con el comecio de hoy sino con el de mañana. Es en realidad la firma de algo que no estará en el acuerdo de hoy: el marco de un paraguas poltico para el siglo XXI, una nueva pax global. Nada menos.

  
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domingo, 23 de diciembre de 2018

ESTA NOCHE sábado 22 diciembre 2018 s


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MEDIA COLUMNA
Ni palo ni zanahoria


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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La bancada de mayoría en el Congreso tiene ahora que luchar por su supervivencia. Es posible que la censura de la Mesa de Salaverry, sin embargo, no sea el camino para lograrlo. Para comenzar, no está claro que la bancada tenga los votos para hacerlo y, si no lo consigue, puede partirse de nuevo.

En lo inmediato, si se crean las dos bancadas pendientes -la de los Avengers especialmente-, la composición de la Junta de Portavoces va a cambiar y la primera bancada de la oposición va a perder la mayoría en ella. Y con ello va a perder el control de la agenda del Congreso, porque la Junta de Portavoces decide la agenda.

Perdería también su mayoría en las comisiones parlamentarias, las de castigo especialmente: Etica, Acusaciones Constitucionales y  Fiscalización.

Como se sabe, el burro camina con una mezcla bien dosificada de palo y zanahoria. Cuando la zanahoria no basta, ahí está el palo. Perdida la mayoría en esas comisiones, sin embargo, ya no hay palo para castigar a los rebeldes. 

Y tampoco hay zanahoria en adelante. El incentivo menor para que el partido se hiciera obedecer por la bancada era ofrecer presidencias de comisiones parlamentarias. Ahora habrá menos comisiones que ofrecer. Ha desaparecido tambien la zanahoria mayor: a cambio de obediencia, el puesto en la lista parlamentaria a la reelección. Ya no hay reelección.  

Los partidos se han quedado, pues, sin palo y sin zanahoria con qué hacerse obedecer. En adelante las bancadas les harán caso solo cuando coincidan libremente.

Thomas Hobbes fundó el Estado moderno sobre el principio de autoridad, pero el segundo piso lo construyó John Locke sobre el principio de la libertad de los ciudadanos frente a la autoridad, cualquier autoridad, la del Estado o la del partido. (El tercero lo construyó Karl Marx sobre el principio de la igualdad).

He ahí en breve la historia del Estado moderno, forjada a fuego en los últimos 300 años. La pugna entre el partido y la bancada no podía terminar de otra manera que con el triunfo de la libertad de conciencia sobre la autoridad. Nada va a prevalecer en su contra.

  
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jueves, 20 de diciembre de 2018

ESTA NOCHE miércoles 19 diciembre 2018



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MEDIA COLUMNA
La bancada se saca
de encima al partido


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Luego de dos años y medio de guerra sin cuartel, el enfrentamiento ha concluido por fin con la derrota aplastante del Congreso por el poder Ejecutivo. Esta derrota, además, no es un hecho pasajero del que uno se puede recuperar eventualmente. Es permanente hasta que las nuevas reglas sean modificadas.

Debido a la no reelección parlamentaria ordenada por el pueblo peruano en la consulta del referéndum, en adelante los partidos presentarán a quienes integren sus listas parlamentarias, ya sea por elección partidaria interna o por invitación, como manda la ley. Pero el cambio que ha invertido el mundo es que, una vez elegidos los parlamentarios y ubicados en su curul, en adelante y desde el primer día obedecerán las instrucciones del partido solo si libremente lo desean.

La razón es muy sencilla. No existiendo reelección posible, los partidos han perdido materialmente la facultad de ejercer una autoridad vinculante sobre la bancada. Pueden llevar a sus miembros a una curul, pero no podrán controlar sus votos. Ya no tienen a su alcance la herramienta de la reelección como incentivo para la obediencia. Tampoco tienen cómo excluir a los rebeldes, porque la bancada cerrará filas en su defensa sin ninguna consecuencia. El partido solo puede ofrecer un puesto en la lista parlamentaria de la elección subsiguiente, porque los congresistas están de antemano y constitucionalmente excluidos de la elección siguiente.

Así, no bien concluye cada elección parlamentaria, lo que los partidos podrán hacer es comenzar de nuevo la tarea de reclutar por todo el país candidatos. Las tareas de legislar, fiscalizar y representar están ahora fuera de su alcance. Pertenecen a la bancada, virtualmente autónoma y ajena a la férula partidaria.

¿Es negativo todo esto? No necesariamente. La libertad de conciencia gana una batalla y también el principio constitucional de que los congresistas no están sujetos a mandato imperativo, que se respetará en adelante.

Lo irónico es que por años se habló de fortalecer a los partidos y, al cabo, estos se mutilaron por mano propia. Creyeron poder burlar por la ventana de la bicameralidad la puerta cerrada de la reelección, y no dieron batalla política en defensa de la reelección, lo que habría sido legítimo aunque no fuera popular. Con ello renunciaron sin advertirlo a la autoridad vertical del partido sobre la bancada. En adelante, tendrán que persuadir a los congresistas.   

Desde luego, los partidos tienen otros recursos para hacerse obedecer. Pueden no llevar a los rebeldes a la elección subsiguiente, aunque suena como una amenaza lejana. Pueden enviarlos a Etica o a Acusaciones Constitucionales o a Fiscalización, motivos nunca faltan. Pero esos recursos carecerán de legitimidad ante la opinión pública.

Así, pues, la no reelección tiene el efecto no deseado ni previsto de permitir a la bancada sacarse al partido de encima. Extraño desenlace de un conflicto de poderes que, para comenzar, nunca tuvo ninguna necesidad.   

  
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domingo, 16 de diciembre de 2018

ESTA NOCHE sábado 15 diciembre 2018



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MEDIA COLUMNA
El 5 de abril de Martín Vizcarra


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Vizcarra se ha ganado la confianza del pueblo y de las empresas, pero no la de los partidos.

Terminada la batalla con el Congreso, que ha durado dos años y medio, Vizcarra va a poder poner algo de orden en los dos años y medio que quedan. ¿Qué necesitan las empresas si no es una atmósfera predecible para la inversión? Por poco que logre Vizcarra en ese sentido siempre será mucho mejor que la incertidumbre de la guerra anterior. Ahora, los partidos han perdido el poder en el Congreso y el gobierno va a tener una mayoría parlamentaria.

¿Por qué desconfían los partidos de Vizcarra? Desde la izquierda a la derecha, han presenciado la aparición de un rival. Se apresuran a descalificarlo. Denuncian que ya se instaló el autoritarismo si es que no la dictadura. Muestran miedo.

Es cierto que ha habido una especie nueva de golpe de Estado no tradicional. Uno sin gente en la calle. Pero lo ha hecho constitucionalmente. La consulta popular puede ser una herramienta peligrosa, pero está en la Constitución y Vizcarra no se ha salido de las reglas.

Como solía decir Ronald Reagan, entonces, “no se discute con el éxito”. Pero igual los partidos se adelantan a denunciar la supuesta ilegitimidad del referéndum. La pesadilla de los partidos es que Vizcarra vaya a la reelección el 2021. Eso requeriría una "interpretación auténtica" del Jurado Nacional de Elecciones. Pero esto daría nacimiento a un segundo vizcarrismo con un déficit de legitimidad que haría la gobernabilidad imposible.

Vizcarra no lo sabe, pero es actor del personaje central de un guión pre escrito. El golpe estaba cantado luego de dos años y medio de una guerra insensata, en la que el Congreso sometió al Ejecutivo. Esto ha ocurrido muchas veces en la historia del Perú y seguirá ocurriendo mientras no haya un verdadero equilibrio de poderes. El referéndum ha sido la reacción ante ese estado de cosas. Es el 5 de abril de Martín Vizcarra.

Se veía venir. El guión es el siguiente: en nuestra democracia de baja gobernabilidad, sin equilibrio de poderes, el Ejecutivo necesita una mayoria parlamentaria propia o prestada o no podrá gobernar. Tradicionalmemte,el golpe ha sido para cerrar el Congreso cuando la mayoria propia o prestada es imposible. El 5 de abril de Vizcarra ha conseguido la mayoria parlametaria sin cerrar el Congreso. Es una jugada peligrosa al borde de las reglas, pero sin romperlas.

Esa es la razón por la que los partidos no confían en él.

  
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jueves, 13 de diciembre de 2018

ESTA NOCHE miércoles 12 diciembre 2018



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MEDIA COLUMNA
La alianza con el pueblo
(contra el parlamento)


Jorge Morelli
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Martín Vizcarra va a necesitar una interpretación auténtica si quiere postular a la reelección en el 2021.

No es una buena idea. Si se empeña en ello, el ensayo acabará mal. Su eventual segundo gobierno nacería con la falla estructural de una legitimidad manchada, que la oposición le echará en cara cada día durante cinco años. La vacancia se balancearía sobre su cabeza como una espada de Damocles.

Pero como las furias son malas consejeras, eso es probablemente lo que intentará. No querrá esperar hasta el 2026, como aconseja el sentido común, porque la oportunidad es ahora y mañana quién sabe. Luego de haber jubilado al Congreso con el argumento de que la reelección es indeseable, dirá que la excepción a la regla es el Presidente de la República.

La fórmula política es vieja desde hace siglos: la alianza del gobernante con el pueblo contra la nobleza, representada por el Congreso.

Esa alianza existe tácita o explícitamente en la historia polóitica desde que Julio César cruzara el Rubicón y pusiera fin a la República de Roma dando paso al Imperio romano. La alianza del pueblo con el rey contra la aristocracia o el parlamento es la historia central en el nacimiento del Estado moderno, en Francia e Inglaterra en el siglo XVII.

La estrategia estuvo igualmente detrás del golpe de Estado de Napoleón Bonaparte contra el Directorio en 1799, llamado el 18 Brumario según el calendario de la Revolución Francesa. La alianza del Emperador con los pueblos fue el fundamento de su poder y la esencia de su mensaje a lo largo de todas sus guerras de “liberación” de los pueblos europeos.    

Y la misma estrategia estuvo igualmente detrás del segundo bonapartismo magistralmente caracterizado por Karl Marx en “El 18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte”, cuyo famoso párrafo inicial decía, parafraseando a Hegel, que “la historia se repite, pero la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”.

El profesor canadiense Maxwell Cameron ha querido evocar la misma alianza en el título de su ensayo “El 18 Brumarío de Alberto Fujimori”.

¿Evoca Martín Vizcarra a Alberto Fujimori en la memoria de los peruanos? Cualquier encuesta podría averiguarlo. Vizcarra descubrió el pasado 28 de julio, luego de su mensaje al Congreso, el potencial de la alianza del gobierno con el pueblo contra la odiada “nobleza” parlamentaria, y lo confirmó al día siguiente, luego del desfile militar, cuando el pueblo le gritaba en la calle: “cierra el Congreso”.

Vizcarra ha ganado la batalla. Tan completamente que no le hace falta ya cerrar el Congreso siquiera. Gobernará en adelante contando con una mayoría parlamentaria. Desde el momento en que no hay ya reelección, nadie puede ofrecer a los congresistas actuales puestos en una lista parlamentaria. La prioridad de estos en la segunda mitad del quinquenio será buscar el favor del gobierno para llevar obras a sus circunscripciones. Es la manera de volver en el 2026. O sea, un canje tácito de votos por obras hará posible la gobernabilidad en la segunda mitad de este accidentado período de gobierno.  

Martín Vizcarra tiene éxito hoy en esta alianza vieja como el tiempo, pero la experiencia enseña que, si mañana fuerza su reelección, pondrá su destino en manos de sus enemigos. 

  
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martes, 11 de diciembre de 2018

ESTA NOCHE sábado 8 diciembre 2018



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MEDIA COLUMNA
El éxodo caviar no basta


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Renunció el ministro de Trabajo luego del discurso de su jefe en CADE, donde el Presidente dijo que en el 70% de informalidad existente en el mercado laboral “uno de los factores es el alto costo laboral no salarial” ante el que “el empleador opta por contratos temporales que desprotegen al trabajador”. Habló de construir los consensos políticos y sociales necesarios para la generación de empleo formal. “Aunque muchos tienen miedo de enfrentarlo, lo estamos haciendo”, remató el Premier al día siguiente.

Más claro no canta el gallo. Era un llamado a la necesidad de la reforma, al que el ministro reaccionó mal. Dijo que el Presiente solo estaba iniciando un debate para el cual la opinión del Premier era un insumo. Añadió que no existe ningún plan de reforma, que el Consejo Nacional del Trabajo tendría que estudiarlo, y que se mantendría en el puesto mientras el Presidente quisiera. Horas después presentó su renuncia.       

¿Significa la salida del ministro una redefinición de la línea política del gobierno?

No necesariamente. El éxodo caviar es una constante en todos los gobiernos. El entrismo los lleva siempre a hacerse reclutar por toda nueva administración a cambio de ministerios. Luego de algún tiempo de trabar toda reforma, obstaculizar el avance del país y pelearse con el resto del gabinete, terminan saliendo del gobierno dejando atrás la Tierra Prometida para volver al desierto. No hay nada que lamentar en la salida de los caviares del gobierno de Vizcarra.

Lo importante sería que el gobierno decida acometer la reforma. Bastaría, en tal caso, con que se allane a modificar, con el Tribunal Constitucional, la regla vigente de la reposición como compensación por el despido. Es la primera preocupación de los empresarios. Lo que corresponde a cambio del despido es la indemnización. Las situaciones posibles son muchas. No es lo mismo una discrepancia con el empleador que el caso de la empresa que necesita despedir al borde de la quiebra. Los laboralistas saben muy bien las causales. Ese no es el tema.

El asunto es que la discrecionalidad para imponer la reposición es una mala trampa que ha obstaculizado la evolución de las empresas peruanas y, en última instancia, frenado la economía por décadas desde que el Tribunal Constitucional dispusiera esa arbitrariedad. Es una de las peores decisiones de la historia económica del Perú.   

Y ha llegado el momento de tomar al toro por las astas. El éxodo ritual de la caviarada no es prueba suficiente. Siempre se van del gobierno dejando sembrados tras de sí en lugares clave a expertos en que las reformas se traben y terminen en el pantano. En efecto, hoy la meta de la izquierda caviar y radical es impedir a como dé lugar la inversión en el Perú de los cien mil millones de dólares o más que hacen falta para entrar a la economía global del siglo XXI.
  
Por lo mismo, si el Presidente ha tomado ya la decisión política de liderar la reforma que destraba la inversión, basta eso para justificar su gobierno.

 

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