sábado, 2 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 1 noviembre 2019



Donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
Crisis de la democracia
de baja gobernabilidad


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Es extraordinario. Ante nuestros ojos se forma en la redes el pensamiento político de una generación de latinoamericanos jóvenes que en 30 años, cuando estén realmente a cargo, no habrán olvidado lo que pasó hoy. Entonces podrán escapar de la trampa de la democracia de baja gobernabilidad.

La generación actual pudo hacerlo. Pero aun falta la masa crítica necesaria para hacer la diferencia

El síntoma inconfundible de la democracia de baja gobernabilidad (DBG) es que el  país se desestabiliza fácilmente si el gobierno no tiene mayoría parlamentaria. La democracia debería asegurar la gobernabilidad especialmente cuando el gobierno no tiene mayoría parlamentaria.

La DBG ha mostrado ha mostrado su rostro este año crucial de 2019 en esta primavera árabe latinoamericana. No solo en el Perú, sino de manera brutalmente violenta en Quito y La Paz nuevamente, y ahora también en Santiago.

La falla estuvo dormida más de una década desde los golpes no tradicionales de masas en Quito, La Paz y Buenos Aires que determinaron la caída de siete presidentes constitucionales -tres ecuatorianos, tres bolivianos y uno argentino- ya fuera por vacancia o renuncia. Todavía están frescos en la memoria los nombres de Jamil Mahuad, de Lucio Gutierrez, del Goni Sánchez de Lozada, de Carlos Mesa, de Antonio de la Rúa. 

La prosperidad latinoamericana luego del colapso de la burbuja global once años atrás la hizo posible el alza del precio de las materias primas. De pronto he aquí que crecía el Perú a tasas de 9%. La prosperidad sumergió la falla de las DBG de toda la región. Pero luego llegó la “normalización” –el eufemismo del siglo-, el giro de política monetaria de la Fed de EEUU. El alza de las tasas de interés y el dólar fuerte recuperaron los mercados financieros globales, y el crecimiento de la economía real desapareció. No solo en Latinoamérica, sino globalmente. También en EEUU. Trump lo sabía y entró en conflicto con la Fed para obligarla a bajar la tasas de interés. Está logrando torcerle el brazo, pero demasiado poco, demasiado tarde.

El malestar actualha puesto en evidencia la falla dormida de las democracias latinoamericanas. Hoy lo que vemos es el fin del silencio sísmico.

La DBA ha puesto al borde del golpe de Estado -o de lleno en él- al Perú, a Ecuador, a Bolivia. Y lo están intentando en Chile. El objetivo es la renuncia de Piñera y la recaída de la mejor democracia de la región en el autoritarismo o cuando menos en la democracia de baja gobernabilidad. Pero Piñera no renunciará y no será vacado. El presidente de Chile debe ser consciente de que su destino compromete hoy a la región entera.  

La violencia también en Ecuador y en Bolivia, y el resultado -solo aparentemente incomprensible- de las elecciones argentinas muestran que el ciclo de la DBG aun no ha sido quebrado en la región. Chile es el bastión.

Chile, como Uruguay, tiene un democracia con equilibrio de poderes, cuya ausencia es lo que define a la DBG en todas partes. Pero no han conseguido sacar a Piñera ni a Moreno en Ecuador. En Bolivia, en cambio, el autogolpe de Evo ha prevalecido y ha recaido en el autoritarismo, como Venezuela hace tantos años. Pero el ciclo de la DBG incuba nuevas recaídas en la Argentina, en Colombia y en el Brasil, donde el golpe de masas puede aparecer.

Salir de la trampa de la DBG requiere un nuevo paradigma y una nueva conciencia de escala latinoamericana. Esta última ya está presente en la nueva generación. Se está formando en las redes en este mismo momento, con comunicación directa entre los jóvenes de todo el continente intercambiando información por primera vez sobre lo que ocurre hora a hora, minuto a minuto. Perpleja aun, esa comunicación necesita todavía desembocar en la conciencia de cuál es exactamente la falla en la DBG.

La reforma de las instituciones políticas no ha comenzado aun en el Perú. Lo que se ha hecho son cambios solo cosméticos al sistema electoral cuando la falla de la DBG está en el sistema de gobierno. Pero el Perú podría ser el modelo de la transición si alcanza la masa critica necesaria para escapar de la trampa de la DBG en el año y medio de que dispone el Congreso que se avecina. Esta será una batalla homérica. No se trata de quedarse a la defensiva del modelo económico. Hay que pasar a la ofensiva, a la reforma del sistema de gobierno para rediseñar el equilibrio de poderes. Así acabaremos con la vulnerabilidad de nuestras democracias de baja gobernabilidad.

Así podremos blindarnos también de los efectos del colapso de las burbujas globales que aun vendrán hasta que cambie la política monetaria global. Las burbujas acabarán cuando se dote a los papeles de los mercados financieros globales de bienes reales. Y eso depende de que, con democracias de verdad, podamos nosotros dotar de papeles a nuestras economias emergentes.
                                                                                                         
El nuevo paradigma está naciendo. Será una herramienta de pensamiento. Se fundará en la duda sistemática de las motivaciones  políticas y en la sospecha radical de los políticos en todas partes. Y dará nacimiento a una democracia de verdad, con representatividad y gobernabilidad, basada en un equilibrio de poderes que será rediseñado. Despues de 200 años, nuestras repúblicas necesitan reingeniería, una reinvención. Ya es hora.



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miércoles, 30 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 30 octubre 2019



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MEDIA COLUMNA
Quitarle el poder a la Fed


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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¿Quieren echarle la culpa a alguien de lo ocurrido en Quito, en Santiago, en Argentina? Piensen en la Fed.

América Latina está creciendo 1% este año, porque la economía global entera se ha desacelerado. A toda costa quieren culpar de esto a Donald Trump y la guerra comercial de EE.UU. con China. Pero la culpa es de la Fed.

La Fed subió cuatro veces la tasas de interés el año pasado, a pesar de la justificada indignación de la Casa Blanca. La prueba de que sabe perfectamente de su fracaso monumental es que ya van dos rebajas este año y la Fed ya prepara la tercera.

Es inútil ya. El daño está hecho. El alza de las tasas de interés encareció el dinero y anuló el efecto de la rebaja de impuestos que hizo el gobierno de  Trump. EE.UU. creció 3% el año pasado, este año no crecerá sino 2%, un tercio menos.

Y la Fed agravó también la guerra comercial. Las cuatro alzas de las tasas en 2018 encarecieron el dólar en todo el mundo. Abarataron las importaciones de EE.UU. desde China. La Fed anuló también, entonces, el efecto de los aranceles de Trump obligando a poner más aranceles peligrosamente para contrapesar el efecto del alza de las tasas.

Eso se llama obstruccionismo. La política económica de la administración ha sido saboteada por la Fed. Con razón Trump está indignado aunque lo diga solo a medias. Nadie le ha hecho tanto daño a EE.UU., al crecimiento de la economía global e indirectamente a América Latina como la Fed estadounidense.

He allí la causa material del problema argentino, ecuatoriano y chileno. Porque el alza de tasas de la Fed interrumpió brutalmente la recuperación que venían ejecutando Macri en la Argentina y Lenin Moreno en Ecuador con extrema dificultad. Y su acto detuvo en seco el crecimiento de Chile frustrando expectativas de sus clases medias -lo que importa no es cuán rica sea la clase media, sino cuál es la percepción frente a las deudas que ya no se pueden pagar-. La Fed le regaló así al eje La Habana- Caracas-Foro de Sao Paulo la ocasión para la causa eficiente, la chispa que incendiara la pradera de Sudamérica.

Y la Fed ni siquiera tenía un pretexto para subir las tasas de interés. No había inflación. Pudo mirar las cosas con más perspectiva. La propia Janet Yellen se lo dijo. La pregunta entonces es por qué la Fed hizo esto. Y la respuesta es que prevaleció el interés privado de los bancos privados de los estados federales que tienen la mayoría en su directorio. Fue su codicia y su vehemencia en fortalecer el dólar para relanzar la economía virtual del mercado financiero sin esperar la recuperación de la economía real, que Trump venía reorganizando.

Es cierto, desde luego, que América Latina no había hecho las reformas económicas e institucionales que debió, y que, por lo tanto, era vulnerable al vendaval artificial e innecesariamente desatado por la Fed, que una vez más nos agarró desprevenidos. Tan desprevenidos como el propio Trump, sin embargo. Hoy Latinoamérica crece 1%, Estados Unidos 2%. Chile y el Perú 2.5%, los mismos que crecían 6% o 9% hace pocos años. ¿Todavía se pregun el lector sobre lo que pasa en Chile, en Ecuador, en Argentina?

Hace algunos años ya, la revista británica The Economist publicó un informe que planteaba ditectamente la necesidad de reformar la Fed para eliminar el control privado del primer banco central global. Esto, que los latinoamericanos hicimos hace décadas, no ocure aun en EE.UU. Es posible que Trump tenga claro hoy que son los intereses privados sobrerepresentados en la Fed lo que ha causado este despropósito de escala global que hoy complica incluso su reelección. Es posible, entonces, que de ser reelegido esté preparado para dar paso a la reforma de la Fed. Pero tendrá que quitarle el poder primero.



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lunes, 28 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 27 octubre 2019




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MEDIA COLUMNA
Alcanzar el gobierno 
y no llegar al poder


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Hoy en la Argentina gana Macri, ha dicho el famoso periodista argentino Gabriel Lanata. “Gana Macri. Esto se da vuelta. Guarden este tuit”, dice. Tiene razón a medias. Pero no es Macri el que gana, sino el peronismo el que hoy perderá. Si se ve forzado a ir a la segunda vuelta, incluso si gana el gobierno, pierde el poder.

Esto se debe a los hechos de Chile y su efecto devastador en la vasta clase media argentina.

La gigantesca manifestación pacífica de más de un millón de chilenos en las calles de  Santiago el viernes contiene un mensaje. No hubo violencia de ningún tipo. Esto no se debió a que no hubiera quién intentara generarla, sino a que los focos fueron sofocados de inmediato por una mayoría de los presentes expresando directa y explícitamente que el pueblo chileno no se va a dejar expropiar la legitimidad de sus reclamos por una turba violentista al servicio de un proyecto político ajeno.

Hoy pasará lo mismo en la Argentina.

Nadie debe engañarse respecto de la verdadera motivación de los chilenos. La no violencia de la marcha no miente. La ciudadanía ha salido a dar un mensaje en dos direcciones al mismo tiempo: al radicalismo, que la violencia no pasará. Al gobierno, que las cosas tienen que cambiar. Al día siguiente de los hechos, grupos de jóvenes salieron espontáneamente a limpiar la ciudad. Son lecciones de civismo del pueblo chileno.

¿En qué sentido deben cambiar? Pues, en el mismo en que cambió la sociedad inglesa y alas sociedades europeas en general luego de la Primera Guerra Mundial: en dirección hacia la igualdad de oportunidades.

En Bolivia, de otras parte, si Evo impone por la fuerza el fraude, habrá perdido igualmente. Si se aferra al gobierno, pierde el poder. Su cuarta reelección nace sin legimidad de origen y la legitimidad de eficacia, que en el tiempo reemplaza a la primera, no le bastará. Su asociación con el Foro de Sao Paulo, Caracas, La Habana y Moscú le pasará la cuenta.  

Las elecciones de enero en el Perú son el siguiente episodio de esta historia.

La batalla final por el continente sudamericano no ha hecho sino comenzar. Y, como hace 200 años, se librará en el sur del Perú, el norte de Chile y Bolivia, por el control de los recursos naturales del siglo XXI: el cobre, el litio y el agua. Una victoria electoral de Evo tendrá un efecto de demostración en el voto del Sur del Perú. No solo en Puno por el “efecto aymara”, sino en Arequipa, Moquegua y Tacna, por la masiva migración puneña. Pero son malas noticias solo si el Perú no tiene una propuesta para resolver dentro de un nuevo paradigma el conflicto entre los que tienen los recursos del subsuelo y los que controlan la tierra sobre ellos. Afortunadamente, ese paradigma ya existe y será el centro del debate del Congreso de año y medio. 

Por el momento, sin embargo, el “huracán” bolivariano desde Venezuela no llegó al sur del continente. No logró derrocar a Piñera, ni a Moreno. No logró siquiera consolidar realmente a Evo en Bolivia y no conseguirá echar mano de la Argentina. Aunque el peronismo ganara hoy el gobierno, no llegará al poder.


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sábado, 26 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 25 octubre 2019



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No han conseguido
capturar el poder


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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El eje La Habana-Caracas-Foro de Sao Paulo no ha podido derrocar a Lenin Moreno en Quito ni a Sebastián Piñera en Santiago, y ha entrado en modo de desgaste ahora exigiendo la renuncia de Piñera, que es la confesión abierta de su verdadero propósito. Los chilenos, sin embargo, ya están alertados. Es demasiado tarde para la captura del poder.  

El fiasco se debe a que, afortunadamente, los miembros del eje han roto la primera regla del manual del golpe de masas: asegurar que las Fuerzas Armadas no responderán el teléfono al gobierno cuando este las llame a poner orden. El manual del golpe indica que, para tener éxito, hay que redireccionar primero los servicios de inteligencia hacia las Fuerzas Armadas y mantenerlas bajo perpetuo estado de vigilancia electrónica, incertidumbre y desasosiego, de manera que la menor señal de conspiración sea reprimida de inmediato y los conspirados apresados. Claramente, ese no ha sido el caso en Quito ni en Santiago, donde las Fuerzas Armadas permanecieron disciplinadamente apegadas a la Constitución. Años atrás en Quito, cuando el golpe contra Jamil Mahuad, la gente tomó el Congreso y procedieron a cocinar en el piso del hemiciclo. Fue posible porque la Fuerzas Armadas pretextando neutralidad no lo impidieron. Esta vez las masas volvieron a intentar tomar el Congreso en Quito, pero no lo consiguieron porque las Fuerzas Armadas lo impidieron.     

En Bolivia, Evo Morales denuncia con descaro un golpe e su contra mientras el fraude electoral es denunciado por Washington y el secretario general de la OEA. Se mantiene en el poder, no obstante, porque las Fuerzas Armadas obedecen la ley y al gobierno de Bolivia sea el que fuere. El capítulo siguiente, en dos días, este domingo, son las elecciones argentinas, que según las encuestas debe ganar el peronismo, aliado del Eje. E, igual que en Bolivia, las Fuerzas Armadas se limitarán a asegurar el orden en las calles sin necesidad de dirimir por la acción o la omisión. El último capítulo ya ocurre en Brasil, donde Bolsonaro acaba de aprobar la reforma de las pensiones que ahorra 200 mil millones de dólares para cerrar la brecha fiscal. Esto, con el sacrificio de que la jubilación en adelante será a los 65 años. El pueblo brasileño con acceso a una pensión de retiro debe ester rumiando su descontento. Previsoramente, Bolsonaro ha ordenado a las Fuerzas Armadas la alerta máxima para salir al paso a la menor señal de desórdenes.

¿Cuál es el hilo conductor de todos estos escenarios? Aunque los golpes de Estado son ahora no tradicionales, de masas y no militares, las Fuerzas Armadas continúan siendo el dirimente cuando fallan las instituciones de la democracia de baja gobernabilidad.

Pero el sustrato es el estatismo. La caviarada genera su propio electorado en el empleo estatal, una vasta hueste de votos cuando llega el momento de una elección. En el Perú son dos millones que con sus familiares pueden llegar a cinco millones de votos, suficientes para inclinar una elección. Lo mismo ocurre en Brasil, en la Argentina, en Chile, en Colombia, Ecuador, incluso en Bolivia.

La caviarada es un fenómeno político sin raíces en la economía real, sino en el empleo estatal. Los radicales, al menos tienen un electorado en el pueblo comunero y minero con raíces en la tierra y en las  minas. Esto los obliga a no distanciarase mucho de los intereses reales de su electorado. El electorado de la caviarada, en cambio, no tiene interés real en la economía y su cúpula medra del monopolio del Estado sobre los recursos naturales, ya se trate de la renta minera del gobierno nacional o del canon regional y local, en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Colombia, Argentina o Brasil. De allí la resiliencia del estatismo. Es lo que lo hace peligroso. 

Para ganar una guerra lo primero es identificar correctamente al enemigo y lo que busca. Claramente, el objetivo del Foro de Sao Paulo ha sido derrocar a Piñera en Chile y a Moreno en Ecuador. No lo ha conseguido. Y ha puesto a toda la región en guardia. Es la primera vez que el pueblo latinoamericano en Santiago, Buenos Aires, Sao Paulo, Río, Quito, Bogotá y Lima ha sido notificado de que se le ha declarado la guerra para capturar el poder.


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jueves, 24 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 23 octubre 2019



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Vizcarra bajo observación


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Latinoamérica está creciendo solo 1 por ciento este año. He ahí el sustrato del malestar que el extremismo instrumenta para llevar a la gente a su corral de borregos.

En nuestro caso, por 25 años la prosperidad económica sumergió la falla en la arquitectura de nuestra democracia de baja gobernabilidad, el fallido equilibrio de poderes. Acabada la cuarta globalización de la Edad Moderna con el colapso de la burbuja global de hace diez años, la desaceleración de la economía en todo el mundo ha hecho reaparecer en la superficie, en todo su horrendo esplendor, la falla en la arquitectura de nuestra democracia.

No obstante, China aún crece 6%. EE.UU creció 3% el 2018 -como Trump había prometido-, pero este año crece 2%. Europa crece 1%, igual que Latinoamérica. De la desaceleración de la economía culpan a Trump, por la guerra comercial con China. Es un error políticamente interesado. La responsabilidad principal es de la Fed, el banco central de EE.UU. Subió la tasa de interés cuatro veces en 2018 -pese a que no había inflación- y frenó el crecimiento en todo el mundo. Arrepentida de su fiasco, la Fed ha bajado la tasa ya dos veces este año. Demasiado tarde. El daño ya está hecho.

En medio de esto, los peruanos –empresarios formales o informales en su inmensa mayoría- defienden con uñas y dientes lo ganado en estos 25 años con la libertad de la economía. Están molestos, lo mismo que en Chile, Ecuador, Bolivia y Argentina. Pero no están seguros de que el gobierno tenga la culpa. Culpan al Congreso. 

Al disolver el Congreso, muchos defensores de la democracia, la legalidad y la Constitución se han subido a un árbol y no quieren bajarse de él. Esperan que venga Viena, la OEA o el Tribunal Constitucional a devolver las cosas al día anterior al 30 de setiembre, el nuevo 5 de abril. Llaman a los peruanos a la resistencia contra el gobierno. Y el pueblo mira perplejo. No está seguro de que Vizcarra sea el enemigo. Los peruanos todavía tienen un juicio suspendido sobre Vizcarra. No están seguros de que sea un peón o un tonto útil del enemigo. Hacen bien. Las guerras se pierden por luchar contra el enemigo equivocado.

El enemigo, en efecto, es el Foro de Sao Paulo -ahora refugiado en México bajo el alias de Grupo de Puebla-, que obedece a La Habana y a Caracas, que corrompió a toda Latinoamérica para capturar el poder, como en Buenos Aires y en La Paz con elecciones fraudulentas. E incendia las ciudades del continente para amedrentar a los pueblos y gobiernos que pretende controlar. Los tumultos de Quito y Santiago han sido planificado por ellos. Ahora lo sabemos gracias a Maduro, que se felicita de que “el plan” salió como estuvo pensado. Como Chávez, Maduro habla demás. Como el pez, por la boca muere.
 
El  objetivo del Foro es Bolivia, Chile, Argentina y el Perú. Por el cobre y el litio, que son los recursos del siglo XXI ahora que va a perder el petróleo de Venezuela. Y el objetivo de la violencia es espantar la inversión privada para que el Estado se haga en todas partes del monopolio de los recursos naturales.

Mucho depende ahora del viento de fuera. Lejos de desestabilizar a Chile, lo que han hecho es ponerlo en guardia. Y habrá que ver la reacción de la opinión pública en Buenos Aires ante la violencia en Santiago. Evo, por su lado, llega a su cuarta reelección nacida de una elección fraudulenta y se enfrenta a una oposición que no parará hasta sacarlo. Está herido de muerte y no lo sabe. Más le hubiera valido perder y dar la pelea desde la oposición. Su cuarta reelección nace muerta sin legitimidad de origen alguna.

¿Puede Vizcarra inclinarse mañana hacia el eje La Habana-Caracas-Sao Paulo? Hay quien desliza en sus oídos esa torpe idea, y ciertamente existe el peligro de que el mandatario caiga en esa trampa. Sería tonto hacerlo. Por el momento, no obstante, el pueblo peruano no está convencido aun de que Vizcarra se haya pasado o vaya a pasarse al enemigo, pero lo tiene con marcación al milímetro,

Vizcarra, en suma, está bajo observación. Porque el Perú es el fiel de la balanza de toda esta historia latinoamericana, pero los peruanos tenemos una ventaja: ya hemos pasado antes por esto y vamos a volver a ganar.

domingo, 20 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 20 octubre 2019



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MEDIA COLUMNA
Malas y peores noticias


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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De guiarse por las encuestas, Evo no alcanzaría hoy en las elecciones bolivianas el 50 por ciento de los votos. Ni conseguiría los diez puntos de distancia sobre Carlos Mesa para ganar en primera vuelta. Según la agencia EFE, Evo tiene 30 por ciento y Mesa 27 por ciento del voto. Bolivia iría a la segunda vuelta, entonces.

Evo va por la cuarta reelección hasta el 2025, a la que llega luego de retorcer la Constitución una vez más con la ayuda de sus jueces para que ésta diga lo que haga falta. Son los sacerdotes, supremos intérpretes del oráculo constitucional. Y este es el mundo andino. Evo tiene 60 años y 14 en el gobierno de Bolivia. Es el curaca.

Pero esta vez no lo tiene todo controlado. En su última reelección a estas alturas tenía  más del 50 por ciento del voto. Ahora va camino de perder la mayoría parlamentaria en el Congreso incluso, si gana. Salvo, por supuesto, que haya fraude electrónico. Sus aliados en Caracas y la Habana son duchos en estos recursos desesperados cuando todo lo demás falla. De modo que hay que prepararse para otra victoria de Evo en primera vuelta con más del 50% de los votos de una vasto contingente de bolivianos inexistentes.

Si tiene lugar, la segunda vuelta boliviana será el 15 de diciembre, a 40 días de la elección del Congreso peruano de año y medio.

Una nueva victoria electoral de Evo tendrá un efecto devastador en el voto del Sur del Perú. No solo en Puno por el “efecto aymara”, sino en Arequipa, Moquegua y Tacna, por la masiva migración puneña que es ya una porción decisiva del electorado en esas regiones.

Esos votos irán al radicalismo de izquierda, no a los candidatos de la caviarada, afortunadamente. Porque los radicales están radicalmente equivocados, pero no son fantasmas. Tienen un electorado enraizado en la tierra, en el pueblo minero y comunero. Son reales. La caviarada, en cambio, es un hecho político puramente mental, ideológico, sin raíces en la realidad. 

Estas son malas noticias, entonces, solo si el Perú no tiene una propuesta para resolver dentro de un nuevo paradigma el conflicto entre los que tienen los recursos del subsuelo y los que controlan la tierra sobre ellos. Afortunadamente, ese paradigma ya existe y debe ser el centro del debate del Congreso de año y medio.  

Las peores noticias no vienen de La Paz, sino de Buenos Aires. El domingo próximo, 27 de octubre, el peronismo va a arrasar en las elecciones y volverá al poder. Necesita solo el 45% de los votos para ganar e primera vuelta o el 40% y diez puntos de diferencia sobre el segundo. Las encuestas le dan entre 50% y 54% contra 32% o 34% al presidente Macri. Este asunto ha acabado.

La caviarada ha destruido a la Argentina. Uno de los países más hermosos de la Tierra -con uno de los pueblos más solidarios y con el mejor humor de esta parte del mundo- ha sido puesto de rodillas y arrastrado a la miseria por una cúpula ideológica que responde a constructos intelectuales en la irrealidad, que ha producido como resultado una generación que vive del empleo público y del favor político sin conexión alguna con la economía real, con las minas o la tierra.

Esta es su receta. Todos deben vivir de la benevolencia del Estado, Todos deben su vida a la lealtad incondicional al poder político, dueño de los recursos. Hoy, los amos de ese pueblo reducido a la condición de mendigo se preparan para celebrar una vez más el domingo con sus aliados de Buenos Aires, de Sao Paulo, de La Paz, de Caracas, de La Habana y del DF mexicano la enésima victoria que les permite seguir medrando del pueblo latinoamericano.

Pero los peruanos nos hemos librado varias veces de ese destino en el pasado. De nosotros depende hacerlo nuevamente. Hemos sido el bastión de la libertad en la región. Volveremos a serlo.

 
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sábado, 19 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 18 octubre 2019



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Desbloqueo
del corredor


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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La decisión de Martín Vizcarra de ordenar a la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas despejar el bloqueo de la carretera por donde sale la producción de Las Bambas al puerto de Matarani se produjo luego de un mes de bloqueo y en el último momento, cuando la minera de la que depende parte importante de los ingresos fiscales del Perú anunció que se hallaba a punto de detener sus operaciones por falta de insumos y de declarar “fuerza mayor” para el incumplimiento de sus contratos.

La decisión política plagada de riesgos es emblemática en la saga del conflicto entre quienes tienen la concesión de los recursos naturales y quienes tienen el control de la superficie en todo el Perú.

La afirmación de la autoridad del Estado en el territorio es algo que se espera desde hace mucho y que ha sido reclamado por largo tiempo desde los sectores empresariales. El bloqueo ha sido una bandera roja para la inversión en el país y no solo en la minería.   

Y hay que decir, igualmente, que el desbloqueo se ha realizado sin enfrentamientos de consideración y al menor costo en materia de uso de la fuerza, con la Policía abriendo campo y el Ejército consolidando las áreas despejadas.

Lo que está por definirse ahora si en lo inmediato la medida es viable en el tiempo. No se puede mantener una carretera vigilada por el Ejército por plazo indefinido. En otras palabras, no basta el desbloqueo. No es sino el primer paso de lo que debe ser una olítica pública para resolver el conflicto en un nuevo marco.

Ese marco solo puede ser el libre contrato entre las partes partes teniendo como referencia precios que no pueden ser determinados por ninguna de las partes ni por el Estado. Solo el mercado puede proporcionar las coordenadas que permiten orientar las decisiones de inversión.

El Estado debe rodear ese libre contrato de cuatro garantías. Primero, que la inversión incluirá la puesta en valor de la tierra de la superficie y su periferia mediante la siembra de agua y de bosque. Segundo, que exista propiedad real tanto de la tierra como de los recursos bajo de ella. Propiedad, no un estado perpetuo de posesión informal sin seguridad jurídica. Tercero, participación justa y equitativa de los peruanos en general y de la población  local en la renta que produce la explotación del recurso natural del subsuelo. Y, finalmente, la garantía de una consulta previa en los términos del Convenio 169 de la OIT.

El proceso social irá llevando de manera natural -a su propio paso, sin vehemencia prematura, sin premura y sin violencia- del régimen comunal de la tierra –una institución andina consgrada en la Constitución, más compleja y sofisticada de lo que el Estado y la empresa imaginan- a la consolidación de la propiedad privada e individual de la tierra. Porque solo la propiedad hace posible la seguridad jurídica que protege el libre contrato entre partes iguales.

Lo que no sabemos aún es si la decisión de Martín Vizcarra de desbloquear ese corredor minero es un acto aislado sobre el que pronto se cerrará la ventana de la oportunidad, o si su gobierno es capaz de la decisión política de asumir ese proceso y llevarlo adelante. Pero lo sabremos pronto no por sus dichos, sino por sus actos.


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