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MEDIA COLUMNA
Cosecha lo
que sembraste
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Pasa casi inadvertida en la lista de las obras que
ejecutará el Reino Unido para la reconstrucción “con cambios” la más importante
de todas ellas. Se trata de las obras para el manejo de 17 ríos y cinco quebradas de la
Costa del Perú.
Siete de esos ríos, los más
grandes -los de Tumbes, Piura, La Leche, Virú, Motupe, Huarmey y el propio Rímac
en Lima-, para marzo del 2021 tendrán un
avance del 30% en defensas ribereñas.
Esas obras permitirán el drenaje
de siete ciudades de la Costa y evitarán -para siempre esta vez- las
inundaciones que hemos visto tanto que ya los casos se confunden en la memoria.
Lo más importante, sin
embargo, no es eso. Es que esas obras involucran la reforestación de las partes
altas de las siete cuencas y el represamiento del agua, que debe tener, según
el contrato con el Reino Unido, un avance de 66% para marzo de 2022. El
compromiso de cumplimiento del plazo es la piedra de toque del éxito de los
contratos.
Por esto, el empleo del exitoso
modelo de los Panamericanos en la reconstrucción del norte era una cuestión de
sentido común. Y es una garantía entonces que sea el Reino Unido el que haya
ganado los concursos para la realización de ambas obras.
Para conseguirlo, sin
embargo, no hemos licitado las obras. Hemos tenido que licitar las licitaciones
mismas, para eliminar en este caso el factor destructivo de la corrupción que
nos carcome en medio de la pandemia misma. Esta es la mayor humillación y la
mejor lección que la República del Perú recibe en su bicentenario.
El propio primer ministro
del Reino Unido, Boris Johnson, nos ha recordado cuán antigua es esa
vinculación. Data de la construcción del Ferrocarril Central, una obra
portentosa de ingeniería del siglo XIX que hasta hoy, con sus inmensos puentes
aun firmes en pie, sigue siendo la arteria principal de la economía del centro
del Perú, por donde llegan a los puertos los minerales que exportamos y que sostienen
la parte mayor del presupuesto del Estado en pleno siglo XXI.
Los más importante entonces
es el manejo del agua de las lluvias en las cuencas altas. Esta tiene que penetrar
en el suelo. Para eso son los bosques que la reforestación debe devolvernso. Es
eso lo que permitirá que los ríos que bajan de los Andes no se desborden en
verano y, con el tiempo, que tampoco se sequen en el invierno.
Es de esperar que esta
lección de hoy nos sirva para asumir de una vez por todas la prioridad absoluta
que tiene para el Perú del siglo XXI la disponibilidad de agua y la urgencia de
innovar para ello la tecnología preincaica que los comuneros de los Andes
llaman hasta hoy “siembra y cosecha de agua”, para poner dentro de la
Cordillera de los Andes diez mil millones de metros cúbicos de agua en cinco
años. Es un volumen equivalente al del
lago Titicaca o cuatro veces la suma de todos los reservorios del Perú de hoy.
Durante siglos descuidamos
los bosques andinos, los talamos para vender la leña, olvidamos la manera de
controlar los huaicos, que por décadas han devastado luego pueblos y tierras.
Hoy, por donde uno vaya en el Perú el primer reclamo de cada pueblo y cada
ciudad es por agua.
Franklin Roosevelt dijo una
vez que un pueblo que abandona su tierra prepara su propia extinción. Eso
hicimos. Hoy, un supremo acto de lucidez y de humildad de parte de los peruanos
es lo que exige aceptar que la regulación hídrica que nuestros antepasados
dominaron hace muchos siglos debamos reaprenderla ahora junto con los
ingenieros ingleses.
Uno cosecha lo que siembra.
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