Donde usted
se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.
MEDIA
COLUMNA
El
poder y el bolsillo
Jorge
Morelli
@jorgemorelli1
Claramente, el Congreso no piensa
darle al gobierno facultades para una reforma tributaria. Y este recurrirá entonces
al endeudamiento. Lo viene haciendo ya, con emisiones de bonos por miles de millones
de dólares y euros, que ha colocado con relativa facilidad en el mercado global.
El candado puesto en los 90
establecía que la deuda externa no debía pasar del 30% del PBI. Esa valla quedó
por los suelos desde comienzos de la pandemia. La deuda externa alcanzó el 39%
del PBI ya antes de Castillo y, según Latinfocus, llegaría a 42% este año. Para
fines comparativos, sin embargo, la deuda chilena llega a 72% de su PBI. En
suma, el gobierno tiene techo aún para endeudar al país. Y lo hará.
Previniendo una inflación
masiva -la actual ya llega a 6% anual, algo no visto en tres décadas-, el BCR
se ha adelantado a subir la tasa de interés a 2%. Nadie sabe si realmente la
inflación será transitoria y bajará cuando se recompongan las cadenas de la
oferta global rotas por la pandemia -como creen Joe Biden y la Fed-. Puede ser permanente en el Perú si no hay inversión
y la oferta no es capaz de responder a un aumento inflacionario de la
demanda.
La decisión del BCR desatará
las furias en ambas orillas, sin embargo. Porque el alza de la tasa para frenar
la inflación frena también el crecimiento.
La decisión del BCR no va a contentar
ni a empresarios ni a emprendedores ni mucho menos a los trabajadores. Supone
el retiro del estímulo monetario que les ha permitido sobrevivir en la travesía
de la pandemia. Por gradual que sea, sentirán la pegada.
Por su lado, la izquierda en el
gobierno se halla aún más descontenta con esta decisión del BCR, que marca el inicio
del fin de la política monetaria expansionista en el Perú. No podrá impedirla. Comenzará
a sospechar que está en el gobierno, pero no en el poder. Creerá que es objeto
de una conspiración política y tramará una venganza.
La decisión del BCR no bastará,
sin embargo. El banco no puede abatir la inflación por sí solo.
De un lado, el endeudamiento va
a permitirle al gobierno el populismo a que se compromete a diario con sus ofrecimientos,
que no sabe cómo cumplir. Es innecesario enumerarlos. De otro, la oposición
radical cree que el gobierno planea una orgía demagógica y ha optado oportunistamente
por una política de tierra arrasada, a la espera de que la inflación y el
malestar popular se encarguen de la vacancia para la que no tiene votos en el
Congreso.
Nada nuevo bajo el sol. Vacancia
parlamentaria y renuncia por acción de la calle son, desde hace décadas, las
formas latinoamericanas del golpe no tradicional. Las hemos sufrido todas en el
corto plazo de tres años. Y no hemos aprendido nada. Más de lo mismo nunca
produce resultados diferentes.
Nada resolverán la vacancia o
la renuncia. Por el contrario, como sucedió en Iraq con el Estado Islámico, en
Libia y en Egipto luego de la “primavera árabe”, lo que viene después puede ser
peor si el pueblo es engañado. La extrema derecha está jugando con fuego.
Gobierno y oposición deberían
pensar mejor, negociar las facultades legislativas y elaborar una estrategia
para domar la inflación, que es el flagelo del pueblo. Si ambas orillas coinciden
hoy, en cambio, en impedir el abatimiento de la inflación, estaremos ante la
paradoja de que los extremos se tocan cuando se trata del poder o del bolsillo.
Claramente, el Congreso no piensa
darle al gobierno facultades para una reforma tributaria. Y este recurrirá entonces
al endeudamiento. Lo viene haciendo ya, con emisiones de bonos por miles de millones
de dólares o euros, que ha colocado con relativa facilidad en el mercado global.
El candado puesto en los 90
establecía que la deuda externa no debía pasar del 30% del PBI. Esa valla quedó
por los suelos desde comienzos de la pandemia. La deuda externa alcanzó el 39%
del PBI ya antes de Castillo y, según Latinfocus, llegaría a 42% este año. Para
fines comparativos, sin embargo, la deuda chilena llega a 72% de su PBI. En
suma, el gobierno tiene techo.
Previniendo una inflación
masiva -la actual ya llega a 6% anual, algo no visto en tres décadas-, el BCR
se ha adelantado a subir la tasa de interés a 2%. Nadie sabe si realmente la
inflación será transitoria y bajará cuando se recompongan las cadenas de la
oferta global rotas por la pandemia -como creen Joe Biden y la Fed-. Puede ser permanente en el Perú si no hay inversión
y la oferta no es capaz de responder a un aumento inflacionario de la
demanda.
La decisión del BCR desatará
las furias en ambas orillas, sin embargo. Porque el alza de la tasa para frenar
la inflación frena también el crecimiento.
La decisión del BCR no va a contentar
ni a empresarios ni a emprendedores ni mucho menos a los trabajadores. Supone
el retiro del estímulo monetario que les ha permitido sobrevivir en la travesía
de la pandemia. Por gradual que sea, sentirán la pegada.
Por su lado, la izquierda en el
gobierno se halla aún más descontenta con esta decisión, que marca el inicio
del fin de la política monetaria expansionista en el Perú. No podrá impedirla. Comenzará
a sospechar que está en el gobierno, pero no en el poder. Creerá que es objeto
de una conspiración política y tramará una venganza.
La decisión del BCR no bastará,
sin embargo. El banco no puede abatir la inflación por sí solo. El
endeudamiento va a permitirle al gobierno caer en el populismo a que se
compromete a diario con sus ofrecimientos, que no sabe cómo cumplir. Es innecesario
enumerarlos.
La oposición radical, por su
parte, cree que el gobierno planea una orgía demagógica y ha optado oportunistamente
por una política de tierra arrasada, a la espera de que la inflación y el
malestar popular se encarguen de la vacancia para la que no tiene votos en el
Congreso.
Nada nuevo bajo el sol. Vacancia
parlamentaria y renuncia por acción de la calle son, desde hace décadas, las
formas latinoamericanas del golpe no tradicional. Las hemos sufrido todas en el
corto plazo de tres años. Y no hemos aprendido nada. Más de lo mismo nunca
produce resultados diferentes.
Nada resolverán la vacancia o
la renuncia. Por el contrario, como sucedió en Iraq con el Estado Islámico, en
Libia o en Egipto luego de la “primavera árabe”, lo que viene después puede ser
peor si el pueblo es engañado. La extrema derecha está jugando con fuego.
Gobierno y oposición deberían
pensar mejor, negociar las facultades legislativas y elaborar una estrategia
para domar la inflación, que es el flagelo del pueblo. Si ambas orillas coinciden
hoy, en cambio, en impedir el abatimiento de la inflación, la paradoja es que los
extremos se tocan cuando se trata del poder o del bolsillo.
La opinión en MEDIA COLUMNA
representa exclusivamente a su autor. Usted puede reenviar y publicar libre y gratuitamente
cualquier MEDIA COLUMNA tomándola de este correo o de
jorgemorelli.blogspot.co