ESTA NOCHE,
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MEDIA
COLUMNA
Hombres honorables
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
Julio
César volvía a Roma luego de la
conquista de la Galia Trasalpina y traía una decisión tomada. El Rubicón
es un riachuelo insignificante, pero investido entonces del poder del Senado.
César debía disolver sus legiones antes de cruzarlo. Era una orden del Senado
por temor al golpe de Estado de los generales victoriosos. Hastiado César de la inoperancia y el desgobierno de la
República por el Senado, sin embargo, cruzó el Rubicón con sus legiones. Su
decisión traería consigo el fin de la República y el comienzo del Imperio. Era
el año 49 antes de Cristo.
El
Senado no se lo perdonaría. Marco Junio Bruto, su propio hijo adoptivo, y Casio
organizarían su asesinato en los idus de marzo del año 44 antes de Cristo en las
puertas del Senado. Lo que siguió ha sido inmortalizado por Shakespeare en la
tragedia que lleva su nombre.
Expuesto
el cadáver de César ante el pueblo de Roma, Marco Junio Bruto explica sus
razones: dice que lo hizo con dolor para salvar a la República de un ambicioso.
Marco Antonio, lugarteniente de César y su compañero de batallas, toma la palabra.
Estos son pasajes del discurso que Shakespeare puso en su boca: “¡Amigos, romanos,
compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar a César, no a alabarle! (…) El noble Bruto os ha dicho que César era
ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta grave, y gravemente la ha pagado.
Con la venia de Bruto, pues Bruto es un hombre honorable…, vengo a hablar en el
funeral de César. Era mi amigo, para mí leal y sincero, pero Bruto dice que era
ambicioso. Y Bruto es un hombre honorable. (…) Todos visteis que le presenté
tres veces una corona real, y (César) la rechazó tres veces. ¿Es esto ambición?
No obstante, Bruto dice que era ambicioso y, ciertamente, Bruto es un hombre
honorable (…)”. Así continúa hiriente el Antonio de Shakespeare hasta conseguir
en el pueblo de Roma un giro de corazón. La turba enardecida incendia entonces las
casas de Bruto y de Casio que huyen de Roma. Perseguidos por Antonio, son
derrotados en Filipos en Grecia el año 42 antes de Cristo, donde Bruto se quita
la vida antes de caer en manos de su adversario.
Han
pasado dos mil años y esta historia se repite una y otra vez en fractales de
espacio y de tiempo, como en los fragmentos de un espejo roto. ¿No ha sido el
Rubicón tantas veces el golpe de Estado, el 18 brumario de Bonaparte y el 5 de
abril de Alberto Fujimori? ¿No ha muerto Alan García por su propia mano para no
caer en las de sus adversarios, como Bruto en Filipos? ¿Ante su cadáver, no dicen
hoy los fiscales que Alan García era un corrupto? ¿Y no son los fiscales hombres
honorables?
Barata
hablará ahora por última vez. Si reitera lo que antes ha dicho y ya sabemos,
como predijo García no aparecerá ya la prueba de su supuesta corrupción, como tampoco
aparecerá nunca la prueba ni el indicio siquiera que incrimine a Alberto Fujimori
en los crímenes de 1992, hace casi 30 años.
Hay
dos hombres cuya inocencia era legalmente obligatorio presumir, pero uno fue injustamente
condenado a prisión mientras el otro se halla en una tumba prematura.
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