miércoles, 23 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 23 setiembre 2020

 


Donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


 

MEDIA COLUMNA

Salir de la amnesia

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 


“La manera de quebrar a un hombre o a

un país es la misma: quitarle la esperanza”.


 


Estuve zapeando toda la hora. Este domingo pasado a las ocho de la noche, como hace ya demasiados años, una vez más el aire enrarecido, asfixiante de los programas dominicales de Cuarto Poder y Panorama era irrespirable.  

 

La obsesión de la culpa y el castigo ha llegado ya a tales niveles en los medios que ni siquiera advierten la total desconexión que tienen hoy ya con los televidentes, diga lo lo que diga el rating. No se dan cuenta del profundo desprecio que le inspiran a la gente de a pie.

 

Es la otra cara de la clase política, castigada por el pueblo en las últimas elecciones parlamentarias para reemplazar al Congreso disuelto. El ausentismo fue de 25% de un total de 21 millones y medio de electores hábiles. No fueron a votar 5 millones y medio de peruanos, y los votos blancos y viciados fueron otros tres millones. Sumados a los ausentes, suman 8 millones y medio de peruanos, el 41% del total de los electores.    

 

El 59% por ciento restante son los 13 millones de votos que se dispersaron entre 20 partidos. La bancada más grande alcanzó un millón y medio, algo más del 11%. La ultima en pasar la valla consiguió 6%.

Pese a que el sistema de conversión de votos en escaños está sesgado en favor de las primeras bancadas y en contra de las últimas, los electores se las arreglaron para atomizar al Congreso. El 41% de ausentismo y voto blanco o viciado y la fragmentación del 59% restante fueron la protesta de los millones de peruanos que pulverizaron el Congreso para castigar a la clase política. 

 

Dejaron bien en claro su indignación con una clase que no resuelve los problemas, que los posterga y los esconde y medra de una democracia de baja gobernabilidad. Y a este Congreso, que no representa a nadie, no se le ocurre nada mejor en medio de la tormenta que echar por la borda a quien, mal o bien, se encuentra al timón de la nave.

 

Son ya demasiados años en que el Perú es humillado a diario por la corrupción de la política y también por quienes viven de ella, aunque solo sea por mostrar a diario sola y únicamente el rostro de la vergüenza.  Son demasiados años en que los peruanos se ven obligados a bajar la cabeza ante sus vecinos, ya sea porque la nuestra fue, supuestamente, la peor de las respuestas a la pandemia con el más ineficaz dispendio de recursos. Y el desencanto y la desesperanza incuban a diario la depresión o desatan la violencia.  

 

Pero de pronto, en otro lado de la señal abierta, tropecé con De Soto hablándoles a los peruanos de su país y de su futuro, mostrándoles su enorme potencial olvidado, la riqueza de su espíritu, devolviéndoles la fé perdida, la confianza en sí mismos. Tenemos un Estado fallido –les dijo- y hay que reformarlo. Y les mostró que es posible hacerlo.

 

Hace muchos años que no escuchaba eso. Porque hubo un tiempo, lo recuerdo muy bien, en que los peruanos estaban orgullosos de sí mismos.   

 

     

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domingo, 20 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 20 setiembre 2020



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MEDIA COLUMNA

Proceso de lo grotesco

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

Para entender a un árbol no hay que roer las raíces amargas, ni extasiarse en el canto de las aves en las ramas. Simplemente hay que mirarlo desde cierta distancia. La foto del momento nunca basta, lo que importa es la película en movimiento. No se conoce al árbol rolando las raíces  sino retrocediendo para mirar con perspectiva. Solo así se entiende el proceso del cambio en el tiempo.  

 

Miremos el proceso del sainete que terminó el viernes risiblemente en el Congreso.

 

Comenzó con la vacancia de la Presidencia anterior, fallida en el primer intento, pero forzada luego obsesivamente para conseguir la renuncia del presidente. No se derroca al poder sin consecuencias. Es un hoyo negro y nadie sabe lo que hay al otro lado. El vacío de poder siempre es llenado por lo que hay. Y lo que hubo fue un mandatario astuto y una presidencia improvisada.

 

No era ningún misterio que la vacancia traería consigo el recrudecimiento agravado del conflicto de poderes existente entre el Congreso y el Ejecutivo desde el día mismo de las elecciones de 2016. Todo puente fue dinamitado entonces, todo intento de diálogo acallado o reprimido, todo esfuerzo por reconstruirlo perseguido.

 

Luego de  la vacancia retornamos al conflicto de manera aun más sangrienta. No había que ser adivino para entender que  acabaría con pérdida no solo política sino personal para una de las partes, incluso con la privación abusiva de su libertad.

 

El siguiente eslabón en el proceso sería el intento del Congreso de direccionar el nombramiento del Tribunal Constitucional con el objeto de que el TC, renovado, tomara cartas contra la venganza política mal disfrazada de justicia. No obstante, fue evidente que no habría en el Congreso los votos necesarios para cambiar al Tribunal. El empecinamiento, sin embargo, fuera ya de todo sentido común, sirvió en bandeja al Ejecutivo la disolución abusiva del Congreso como resultado. Se dirá hasta el fin de los tiempos que fue arbitraria. Es una discusión bizantina. El hecho prevaleció porque la opinión pública lo avaló.

 

La retaliación del nuevo Congreso, heredero del encono, vendría con la siguiente censura del gabinete. No le bastó con eso. Luego de la cabeza del presidente del Consejo de Ministros, el Congreso pidió la del primer mandatario en la intentona insensata de vacar la Presidencia de la República por segunda vez en el quinquenio.

 

La cadena de despropósitos no podía desembocar sino en el fiasco que el país ha sido obligado a presenciar mientras las familias luchan como pueden contra la pandemia y las empresas bregan contra la quiebra de la economía.

 

Este es el proceso político de los últimos cuatro años visto desde cierta distancia. Poco tienen que ver en él los actores. El guión estaba escrito de antemano, porque no hicimos ni hemos hecho hasta hoy nuestro trabajo. El milagro de la mayoría parlamentaria absoluta, que tuvo la oportunidad del siglo de corregir la falla en la arquitectura del capítulo político de la Constitución de 1993, dejó pasar la ocasión. No comprendió cuál era su deber. No pagó la deuda que tenía con el Perú.  

 

Lo que hemos visto el viernes no es sino el desenlace de este sainete grotesco.

       

 

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sábado, 19 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 18 setiembre 2020

 

 

 

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MEDIA COLUMNA

Los pueblos ya han

esperado demasiado

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

La deuda del Perú llegaba a 27% del PBI antes de la pandemia y llegará quizá al 39% ahora, debido al gasto de la pandemia. Muy por encima del límite del 30% que no se debía sobrepasar sin poner en peligro el grado de inversión del Perú en el sistema financiero global.

 

El PBI de EEUU era de 21 millones de millones de dólares antes de la pandemia. El de China, de 14 millones de millones de dólares. El PBI mundial, unos 87 millones de millones. La deuda de EEUU hoy es de 110% de su PBI. La mega deuda mundial –ante la cual nadie sabe qué hacer- alcanza a 300% del PBI mundial.

 

Lo que hace posible el crédito es una de dos cosas: la garantía que lo respalda o la credibilidad de quien lo recibe aunque no tenga garantía (o esta sea solo aparente).  

 

Hoy el mundo entero ha tomado prestado sin garantía tres años de su futuro y los ha gastado ya por adelantado. Semejante deuda es ya simplemente imposible de pagar dentro de los parámetros normales. Hay que pensar fuera de la caja. Se puede multiplicar la garantía que la respalda.

 

Hernando de Soto estima que existen en el planeta unos 150 millones de millones de dólares en recursos naturales bloqueados bajo el suelo por quienes controlan la superficie y no permiten sacarlos sin recibir una tajada equitativa.

 

Esos recursos, entonces -sin incluir lo que no está bloqueado-, valen hoy en el mercado global más de cuatro veces el PBI de EEUU y de China sumados, cerca del doble del PBI global y más de la mitad de la deuda mundial.

 

Para poner en valor esos recursos en el mercado mundial -y sanear la deuda mundial con esa garantía-,sin embargo, es necesario poner en valor al mismo tiempo las tierras que se hallan sobre ellos. De otro modo, simplemente, quienes las controlan no permitirán sacar los recursos naturales que se hallan debajo.

 

Hace años dijo De Soto algo que cambió el juego: “el problema del siglo XXI son los papeles sin bienes en los mercados financieros desarrollados y los bienes sin papeles en el resto del mundo”. Son las dos caras de la misma moneda. Esos recursos naturales y las tierras sobre ellos son los bienes sin papeles que pueden crear nuevo valor real que devolver a los papeles sin bienes del mercado global.

 

El valor de esas tierras, sin embargo, no puede fijarlo la empresa que tiene la concesión del recurso otorgada por el Estado respectivo. Tampoco pueden determinarlo quienes ocupan la superficie sobre el recurso. Menos aun puede hacerlo el Estado. Solo el mercado –la oferta y la demanda- puede hacerlo. Pero no el mercado local, donde esa tierra no vale nada, sino el mercado global en las bolsas de Nueva York, de Toronto o de Londres.

 

Solo de ese modo habrá un precio aceptado por todas las partes. Solo de esa manera el valor de la tierra encima se moverá paralelamente al valor del recurso debajo. Solo así quienes controlan la superficie recibirán la parte que equitativamente les corresponde del valor de los recursos naturales.

 

El diálogo simplemente no basta y nunca bastará para enmendar lo que no funciona. La propiedad es la clave del problema. El mercado es la mayor fuente de energía económica en el mundo, pero solo la propiedad es el arnés que puede ponerla al servicio de todos.

 

Las comunidades andinas y amazónicas y los pueblos pobres de la tierra ya han esperado más que suficiente.

 

 

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jueves, 17 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 16 setiembre 2020


 

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MEDIA COLUMNA

No se vota la condición

moral de una persona 

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

Un ministro de Estado, hijo de un respetado ex dirigente de Acción Popular, declara que fue buscado por personas de ese partido para comunicarle que, en caso de que se produjera la vacancia de la Presidencia, él continuaría en la cartera que ocupa.

 

Desde luego, la supuesta confidencia daba por entendido que el actual presidente del Congreso, quien también pertenece a las filas de Acción Popular, accedería a la Presidencia de la República de manera automática.

 

El Ministro no ha revelado hasta el momento la identidad de las personas que le  alcanzaron el presunto mensaje. Como tampoco el presidente, Martín Vizcarra, ha revelado los nombres de dos congresistas que supuestamente le informaron que, previa vacancia, se planeaba unas postergación de las elecciones por dos años que les permitiera quedarse a los parlamentarios actuales.

 

Conocer esos nombres permitirá saber si en efecto hubo una lista de miembros de un supuesto gabinete del gobierno de transición que prematuramente se alistaba. Pero eso es anecdótico. Lo que importa es saber si hay en marcha una vacancia arbitraria.

 

Un connotado jurista ha argumentado que la vacancia es un juicio político que el Congreso resuelve como mejor prefiere. Añade que así lo determinó en 2003 el Tribunal Constitucional de entonces.

 

Si así fuera así, el TC actual puede y debe corregir. El presidente de la República no tiene responsabilidad política. No puede ser objeto de un juicio político.

 

Por lo tanto, la vacancia no puede ser un juicio político. Si lo es, no se aplica al presidente.

 

Si la vacancia no es un juicio político, la causal de “incapacidad moral” solo puede referirse a una condición de la persona. Y, tal como no puede haber un juicio político para votar sobre la “incapacidad física” de alguien, tampoco puede haberlo para votar sobre la “incapacidad moral” de una persona.   

 

Si el Congreso “declara” la incapacidad moral, significa que constata una condición. No debate ni vota sobre en qué pueda consistir la “incapacidad moral” de una persona.

 

La “incapacidad moral”, además, tendría que estar tipificado de antemano en la legislación. Y sucede que esa condición permanente o transitoria no está descrita en ninguna parte de la legislación peruana. La declaración de “incapacidad moral” debe tener un debido proceso, como lo tiene el “indulto humanitario”, que requiere la constatación de la condición de la persona por un equipo médico. Es decir, la “incapacidad moral” tendría que ser constatada por un equipo médico antes de ser “declarada” por el Congreso.

 

La interpretación por el Congreso sobre la condición “moral” de una persona, en cambio, solo puede ser causal de una vacancia arbitraria, y equivale al golpe parlamentario.

 

 

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domingo, 13 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 13 setiembre 2020




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MEDIA COLUMNA
La vacancia arbitraria es
el golpe parlamentario


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


La vacancia de la Presidencia es un hoyo negro. Nadie sabe lo que hay al otro lado. Debió saberlo la mayoría parlamentaria en el Congreso cuando forzó arbitrariamente dos veces la vacancia de la Presidencia de Pedro Pablo Kuczynski. 

El cargo que se le imputa hoy a su sucesor, Martín Vizcarra, es el de obstrucción de la justicia. Según la Constitución, la destitución del presidente tiene cuatro causales, ninguna de las cuales es obstrucción de la justicia. Los hechos denunciados serán investigados y Vizcarra será procesado si tiene responsabilidad en ellos. Pero solo cuando termine su gobierno y ni un minuto antes. Porque eso es lo que manda la Constitución.

Existe en la Constitución también la vacancia de la Presidencia por causal de “incapacidad moral permanente”, que el Congreso declara. Tal estado no está definido en ninguna parte de la legislación peruana. Ningún código o ley en el Perú tipifica en qué consiste esa condición humana. Originalmente, se refería a un estado de deterioro mental evidente por sí mismo, una condición que se constata objetivamente, como la incapacidad física o la muerte, que el Congreso se limita a “declarar” porque no cabe debate alguno. El lenguaje de hace un siglo sobrevive en el texto constitucional no por casualidad.

Esa condición, cuya razón de ser fue otra, ha sido convertida en un instrumento político. Hoy la presunta “incapacidad moral permanente” consiste en lo que el Congreso quiera, algo que depende de la opinión subjetiva y de la interpretación política que las bancadas quieran darle.

En suma, la vacancia de la Presidencia de la República por esa causal es un acto arbitrario.

Es indispensable eliminar de la Constitución esa causal de vacancia porque su única función es darle al Congreso un arma que usa arbitrariamente. Y es una Espada de Damocles no ya sobre la cabeza del Presidente, sino sobre la misma gobernabilidad democrática.

La vacancia arbitraria es parte del fallido equilibrio de poderes que hace de la nuestra una democracia de baja gobernabilidad. Hay una falla en la arquitectura constitucional detrás del ciclo de los golpes de Estado de nuestra historia republicana. El equilibrio de poderes –lo que los americanos llaman checks and balances- no ha existido nunca en el Perú desde la fundación misma de la República, que hoy llega a su Bicentenario.

¿En qué consiste la falla? Es sencillo. Mientras el Congreso tiene tres armas políticas devastadoras -la vacancia arbitraria, la censura de ministros, y la insistencia en las leyes observadas por el Ejecutivo -en ambos casos con la mitad de los votos de la única cámara-, el Ejecutivo tiene una sola arma: la disolución del Congreso. Y, como premio consuelo, la delegación de facultades para legislar, que también depende del Congreso.

Esto ocurre solo en el Perú y en ninguna otra democracia de América, desde Chile y la Argentina hasta México y Estados Unidos. En muchas ni siquiera existe la censura de ministros y en todas ellas, sin excepción, la insistencia requiere dos tercios de los votos de dos cámaras. En nuestro fallido equilibrio de poderes, en cambio, el Congreso prevalece siempre. Por eso se llama a sí mismo el ”primer poder del Estado”.

El fallido equilibrio de poderes ha estado siempre detrás del golpe de Estado del autoritarismo y de la vacancia arbitraria, que es el golpe parlamentario.

Al llegar la República a su Bicentenario, es hora de poner fin a esto rediseñando el equilibrio de poderes del que depende el salto cualitativo a una democracia de verdad.

Es la deuda que la clase política tiene con el Perú.   


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jueves, 10 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 9 setiembre 2020




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MEDIA COLUMNA
Oxígeno en lugar de 
atmósfera que respirar


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


El Perú, según la ideología que se ha apoderado de su Estado, debería parecerse a las misiones jesuitas en las fronteras del Imperio español con el Brasil en el siglo XVIII: un mundo falsamente ordenado, regulado y sometido, con horarios severos y castigos duros, que suprime toda iniciativa individual. Los jesuitas partieron en 1767, expulsados del Imperio español poco antes de la independencia de EEUU, por haberse convertido en un poder político que desafiaba a la Corona con ideas “progresistas” de la Ilustración francesa. Abandonados –hay que imaginar la escena de llanto ante la procesión de los padres-, los indígenas de las misiones fueron arrasados en la frontera del Imperio por los bandeirantes brasileños, instrumentos de penetración comercial y veladamente política. Sobreprotegidos primero y dejados luego a su suerte, los indígenas fueron sacrificados en la frontera de un imperio en decadencia asaltado por bárbaros.

Un orden político asistencialista, sobreprotector y discriminatorio es una mala solución. Peor aun si esgrime una ideología altruista en apariencia. Durante 200 años de República hemos permitido que el Estado peruano haya sido convertido en este penoso y sollozante remedo de la Ciudad de Dios de las misiones del pasado. ¿Qué tiene de sorprendente que al cabo el pueblo terminara por abrazar el cisma informal y le diera la espalda a ese Estado?

La prueba de que hoy mismo esto prevalece la expone Jorge Baca (EXPRESO, domingo 6 setiembre): “El Presupuesto 2021 en lugar de atacar el problema del desempleo y la informalidad, busca incrementar en 66% el número de beneficiarios del programa Juntos, y en porcentajes similares los beneficiarios de otros programas sociales. El gobierno insiste en querer aliviar la pobreza con mayores transferencias monetarias. Lo que la población requiere son oportunidades de trabajo productivo y no subsidios temporales… El sector público –continúa- debe incrementar su inversión en áreas que generen gran número de empleos productivos formales. En el sector rural las actividades de forestación, reservorios, canales, sistemas de riego son las que deberían ser priorizadas. En el sector urbano, la reconstrucción de millones de viviendas precarias… Como dice el ex ministro de Economía Juan Carlos Hurtado Miller, el Presupuesto debe diferenciar lo que es gasto social de lo que es inversión social… especialmente si esa inversión social pone en valor la riqueza escondida en manos de los más pobres. Hernando de Soto sostiene acertadamente la necesidad de otorgar derechos de propiedad. Esa necesidad existe en las viviendas precarias de las grandes ciudades y en las tierras andinas donde el potencial minero y de forestación y reservorios y siembra y cosecha de agua pondría en valor fuentes de riqueza ahora desperdiciada”.

Hasta hoy la ausencia de una atmósfera económica que respirar es sustituida en el Perú por tiendas de oxígeno llamadas programas sociales.En algunos casos se justifica. En la mayoría, es una forma nociva de clientelismo para comprar votos que se desploma no bien se acaba el dinero.

“La iniciativa privada es libre”, dice la Constitución. Salvo breves y honrosos períodos, el falso paternalismo prevalece hasta hoy, como en las viejas misiones de la frontera del Imperio español. No importa la intención, sino el resultado: un pueblo dependiente del aire que se le regala se vuelve servil y la libertad se asfixia donde no hay atmósfera que respirar. El Presupuesto del Bicentenario muestra una vez más el síntoma del mal. Llamar informal al que se rebela contra eso es un eufemismo. Es la respuesta de un hombre libre.


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sábado, 5 de septiembre de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 4 setiembre 2020



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MEDIA COLUMNA
El menor de los males


Jorge Morellin
@jorgemorelli1


En el Perú cerca de 30 mil personas han perdido la vida por la pandemia. Es el 0.1% de su población. Si la cifra fuera el doble sería aún más triste, pero la discusión es inútil. Ambas cifras colocan por igual al Perú como el primer país del mundo en mortalidad per cápita.

El cable de la agencia española EFE al exterior describe la situación: “Más enfermos que nunca, pero menos graves. Menos muertos, pero UCIS en el límite. La curva del COVID-19 en el Perú refleja una compleja realidad que habla tanto de un desastre como de la esperanza de que el virus pueda estar actuando contra sí mismo”.

Continúa EFE: “A partir de junio, una breve y muy elevada meseta en el ritmo de contagios, habilitó al Gobierno a decretar la apertura de la economía, completamente devastada, pero esa reactivación disparó a su vez una nueva oleada de infecciones, que llegaron y arrasaron zonas que antes habían quedado intactas. Y, sin embargo, con una cifra media de nuevos contagios semanales en julio y agosto que casi duplica los registrados en mayo o junio, el número de muertos diario no solo no ha seguido estable, sino que ha caído significativamente. Del mismo modo, los hospitales no solo no se vieron desbordados, sino que han visto disminuir su ocupación”.

¿A qué se refiere EFE con que el virus estaría “actuando contra sí mismo? A que “la enfermedad está siendo menos virulenta, o la población ha superado cierto punto de contagios que complica la reproducción del virus”. En otras palabras, un juicio ecuánime de los hechos tendría que concluir que la pandemia, que se ha ensañado con el Perú por razones que no conocemos bien, está cumpliendo un ciclo dentro de un proceso natural que inexorablemente acabará con ella. La población del Perú está llegando lentamente, pero de manera definitiva, a la prevista inmunidad de grupo.

Pero ese fue siempre el escenario. Todo dependió desde un principio de lo que las familias pudieran hacer por sí mismas y las empresas por sus trabajadores. Era obvio que era poco lo que el Estado peruano iba a poder hacer. ¿Fue la cuarentena prematura o excesiva? Si así fue, ¿quién podía saberlo al principio? No se hizo el seguimiento del entorno de los casos detectados como en otras partes, ¿pero alguien cree realmente que estábamos en condiciones de hacerlo? Personalmente, nunca esperé nada de lo que el Estado pudiera hacer. Me sorprendió incluso que lograra hacer respetar la cuarentena por un buen tiempo. Por eso creo que atribuirle la responsabilidad de esta tragedia a las decisiones o indecisiones del gobierno más que un juicio ecuánime es un acto político.

La población que ignoró la cuarentena lo hizo en su inmensa mayoría porque, viviendo de una actividad informal y al día, no tenía otra alternativa. Mal o bien, a la larga las familias se hicieron cargo y nadie pudo impedirlo. No podemos culpar a los peruanos.

Retrospectivamente, sin embargo, puede decirse que el gobierno sobrereaccionó, falló al estorbar con exceso la respuesta del mercado al fenómeno natural. Obstaculizó innecesariamente la reapertura de las empresas formales, porque desconfió de ellas. No supo o no quiso creer que podían cuidar de sus trabajadores y debían asumir la responsabilidad en algún momento. El momento de la reapertura pasó sin que el gobierno reaccionara. La reactivación con protocolos descabellados y un plan de cuatro fases en cuatro meses ha sido y sigue siendo tardía e indolente.

El gobierno sobrereaccionó porque la megalomanía estatista lo llevó al engaño. Asumió el diagnóstico implícito, nunca debatido, de que existía un supuesto trade off, un juego de suma cero entre salud y economía: que había que elegir una u otra. Hoy sabemos que no era así. No había trade off sino feed back, retroalimentación entre salud y economía.

Nos recuperaremos de esto. Pero produjimos innecesariamente una catástrofe económica e igual tuvimos proporcionalmente más víctimas que todos los demás. México y Brasil se resistieron siempre al cierre indiscriminado. Hoy sabemos que ese era, en realidad, el menor de los males.



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