sábado, 11 de febrero de 2017

ESTA NOCHE sábado 11 febrero 2017




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MEDIA COLUMNA
Recuerdos del Chino


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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El diario brasileño Folha de Sao Paulo publicó el pasado jueves la noticia de que en octubre de 1993 Alberto Fujimori anuló una licitación de Chavimochic, de 100 millones de dólares, porque descubrió en ella una sobrefacturación de 54 millones de dólares. “Redujimos el costo de la obra en 54 millones de dólares”, dijo entonces el Presidente a la periodista que vino desde Sao Paulo a entrevistarlo. Y añadió directamente, en respuesta a su pregunta, que la empresa contratista “sí, fue Odebrecht”.

La noticia fue desestimada por los medios de Lima, y solo mereció unas líneas, que lo honran, del diario Correo. Pero es una ocasión para recordar el gobierno de Alberto Fujimori.

Muchos no olvidarán nunca el “shock” que en agosto de 1990 detuvo en seco la hiperinflación. La expresión del entonces premier, Juan Carlos Hurtado Miller -“que Dios nos ayude”-, es el símbolo de esa decisión política. Pero lo que pocos conocen es que la decisión no se limitó solo al sinceramiento de los precios.

Un análisis de El Comercio ayer sobre aquellos hechos lo destaca. Recuerda que, mpás allá de eso,“quedaron atrás las fuentes de la hiperinflación: los subsidios, los controles de precios y de divisas, que distorsionaban los incentivos y la asignación de recursos; el crónico desbalance fiscal financiado por el BCR; el intervencionismo estatal en todos los campos de la economía; y, sobre todo, ese concepto que los economistas llaman “emisión inorgánica de moneda” y que en el Perú recibió el popular apelativo de la ‘maquinita’. Esto es lo que ha mantenido la inflación a raya desde entonces.

En 1997 la inflación bajó por fin de los dos dígitos. El análisis lo atribuye a Julio Velarde, por entonces a la cabeza del equipo técnico que lo logró. Por fortuna, Velarde conduce hasta hoy el Banco Central de Reserva y no ha olvidado un ápice de todo eso. Su buen consejo técnico no habría sido puesto en práctica jamás, no obstante, si no fuera por la decisión política de Alberto Fujimori, sostenida a lo largo del tiempo hasta convertirla en un hábito que ningún gobierno posterior se ha atrevido a romper en 27 años.

Cuando hacia el final de su desastroso gobierno, el humalismo dejó un desbocado déficit fiscal, este gobierno lo tuvo que corregir, con el respaldo de la opinión pública y del diario EXPRESO.   

En ese entonces Fujimori tomó no solo la decisión política correcta, sin embargo, sino que, para acabar con el peligro para siempre, consagró en la Constitución principios que nos rigen hasta hoy. Uno, maravillosamente simple, para poner al Perú a salvo para siempre de todo dirigismo estatista: “la iniciativa privada es libre”. El otro, operativamente práctico, prohibió para siempre al Banco Central de Reserva de prestarle dinero al gobierno. Desde entonces y hasta hoy, quienes conocen de finanzas públicas saben lo que significa que Fujimori, por primera vez en la historia de la República, tuviera el valor de ponerle “candado a la maquinita”.

Parece sencillo. No lo es. Esa decisión política suponía que el Estado peruano pusiera límites a su propio poder. Renunciara libre y voluntariamente al poder desmedido que, a lo largo de décadas y décadas de la República, había permitido al gobierno recurrir a este mecanismno maligno cada vez que, en medio de la desesperación de la crisis económica, necesitaba echar mano de un dinero inexistente para salir de cualquier modo de la crisis política.

Nadie ha tenido hasta hoy el valor de tomar decisiones políticas como esas. Limitando su propio poder, Fujimori no solo dio ejemplo, estableció un parámetro que nos gobierna hasta hoy.

Preso injustamente, Fujimori sigue orientando a los gobiernos del Perú con sus decisiones. En la soledad de su celda, su retribución es la eterna gratitud de los peruanos.    



REPORTE DE NOTICIAS en Internet
Las siguientes notas periodísticas de política y economía han sido seleccionadas, editadas y ordenadas
temáticamente. No se las debe citar como tomadas directamente de sus fuentes originales, las mismas que se indican sólo como una forma de reconocer el crédito y agradecer la cortesía.



GOBERNABILIDAD, DEMAGOGIA, AUTORITARISMO, DEMOCRACIA



El Comercio
“Con este billete, hace cinco años, usted se hubiera podido comprar una casa de US$40.000”, dijo el entonces primer ministro y titular de Economía, Juan Carlos Hurtado Miller, en un mensaje a la nación, mientras sostenía un billete de quinientos mil intis con ambas manos. Buscaba trasmitir, de manera dramática, la pérdida de valor de la moneda peruana durante el primer gobierno de Alan García. 
Era el 8 de agosto de 1990 y el Perú experimentaba una hiperinflación que carcomía la economía y mantenía a los peruanos en tensa incertidumbre. Tras anunciar el temido ‘shock’, una liberalización de precios que disparó el costo de varios productos de primera necesidad a la estratósfera, el mensaje de Hurtado Miller terminó con cuatro palabras que pasaron a la historia: “Que Dios nos ayude”.
No se puede concluir que Dios nos ayudara, pero sí que el regreso a criterios básicos de racionalidad económica luego de décadas de heterodoxia y distorsiones logró controlar la rienda de la hiperinflación. Con el ‘shock’ quedaron atrás las fuentes de la hiperinflación: los subsidios, controles de precios y de divisas que distorsionaban los incentivos, y la asignación de recursos; el crónico desbalance fiscal financiado por el BCR; el intervencionismo estatal en todos los campos de la economía; y, sobre todo, ese concepto que los economistas llaman “emisión inorgánica de moneda” y que en el Perú recibió el popular apelativo de la ‘maquinita’.
Pero el ‘shock’ no se llevó consigo a la inflación de más de un dígito. Al menos no inmediatamente. Como recordó esta semana el Banco Central de Reserva (BCR), fue recién en febrero de 1997 que la inflación anualizada bajó hasta 9,4%. Este mes se cumplen 20 años de aquel logro. 
Para Gustavo Yamada, director del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico y actual vicepresidente del BCR, el papel de Hurtado Miller fue clave para el inicio de la estabilización, pero también la de Julio Velarde, actual presidente del ente emisor. 
“Él ha estado en el directorio desde los años 90 y estuvo en las discusiones para diseñar la estabilización”, rememora Yamada. De hecho, como ha recordado el economista Ricardo V. Lago, en 1990 el presidente oficial del BCR, Jorge Chávez, estaba terminando su doctorado en Oxford, por lo que fue Velarde quien lideró el equipo que paró en seco la inflación. 
Para salir de la hiperinflación fueron claves el ‘shock’ y las políticas de estabilización que controlaron el déficit fiscal y apagaron la ‘maquinita’ que lo financiaba.
Pero llevar la inflación a un solo dígito y mantenerla allí por dos décadas requirió otras medidas. Según el economista Juan José Marthans, uno de los factores clave fue la modificación en la ley orgánica del Banco Central de la Reserva (BCR), que le dio autonomía constitucional a la entidad para que pudiera manejarse con independencia. “El directorio del BCR estaba aparentemente politizado”, recuerda Marthans. Desde entonces, lo que ha primado en su conformación es un perfil con formación económica, especializado en política monetaria o con experiencia bancaria.
Además, el trauma de la hiperinflación le dejó al BCR una obsesión. “Nuestro banco central tiene la particularidad de que solo se preocupa por la inflación”, explica Diego Macera, gerente general del Instituto Peruano de Economía. Otros bancos centrales, como la Reserva Federal de EE.UU., tienen mandatos adicionales, como procurar el pleno empleo.
Finalmente, un último avance fue establecer metas explícitas de inflación en el 2002, con lo cual se fija un objetivo de alza de precios conocido por el público. Ello permite anclar las expectativas inflacionarias.
“Una de las razones por las que estudié Economía era porque quería entender por qué los precios subían todos los días. Y no solo algunos precios, sino todos los precios todo el tiempo”, recuerda Yamada. Ahora, enseña a sus alumnos lo que hizo el Perú para cortar de raíz con ese problema.



El Comercio, EFE
El gobernador encargado de la regulación financiera de la Reserva Federal (Fed), Daniel Tarullo, anunció hoy que dejará el banco central en abril, una semana después de que el presidente de EE.UU., Donald Trump, prometiera dar mar ha atrás a la reforma financiera.

Tarullo, quien fue designado por el expresidente Barack Obama (2009-2017) en 2009, saldrá del banco central estadounidense "en torno al 5 de abril".
"Dan lideró el trabajo de la Fed para crear un nuevo marco que asegurara la seguridad y salud de nuestro sistema financiero tras la crisis", señaló Janet Yellen, presidenta de la Fed.
Tarullo, de 64 años, era miembro con voto permanente en las reuniones de política monetaria del banco central estadounidense. Su salida facilita que Trump remodele la Fed.
Trump firmó una orden ejecutiva la pasada semana en la que iniciaba la revisión de la reforma financiera conocida como "Ley Dodd-Frank", impulsada por el presidente Obama. 



El Comercio
Cómo reactivar la economía
José Carlos Saavedra, director en Apoyo Consultoría
El Caso Odebrecht definitivamente va a afectar el crecimiento económico y la generación de empleo este año. La situación de partida no ayuda, pues la economía está débil, y a eso se suma el impacto de los huaicos en algunas ciudades.
Lamentablemente, el impacto de los escándalos de corrupción no está limitado a su efecto directo sobre la economía, generado por la paralización o retraso de proyectos de inversión (que se estima en más de US$1.000 millones menos de inversión o 0,5% del PBI solo este año). El impacto indirecto puede ser mucho más importante y duradero debido a la incertidumbre y la cautela que genera el entorno actual. Hay empresas con buenos proyectos de inversión que los postergarán porque no saben cómo todo esto afectará sus negocios. Hay bancos que decidirán no financiar o encarecer el financiamiento de iniciativas rentables. Hay funcionarios que no firmarán documentos por temer ser el último eslabón de una cadena de decisiones, cuyo origen podría ser irregular. La parálisis es la respuesta más probable a un entorno como el actual. 

Esto genera el riesgo de que sigamos creciendo a tasas mediocres, insuficientes para generar empleo de calidad, ensanchar la clase media y mejorar el bienestar de las familias. La economía peruana seguirá subutilizando su potencial y esto generará costos elevados a la sociedad. Varias empresas seguirán operando con capacidad ociosa, con lo que tendrán poca necesidad de realizar inversiones o de contratar mayor personal. El mercado laboral seguirá débil y probablemente la mayoría de personas que ingresen al mercado tendrán que conformarse con un empleo informal, mal remunerado y sin derechos. Muchos egresados trabajarán haciendo algo que no rentabilice lo que estudiaron. 
¿Qué pueden hacer el Ejecutivo y el Congreso para evitar que esta mala situación se consolide? Primero, tratar de reducir la incertidumbre lo más pronto posible. Las empresas, los bancos, los trabajadores del Estado y la población necesitan separar “la paja del trigo” para poder subcontratar a una constructora, para poder prestarle a una empresa o para poder firmar la licitación de una obra pública sin temor a que luego aparezca un esqueleto en el clóset. 
Segundo, se justifica una mayor expansión del gasto público. El ajuste fiscal del cuarto trimestre del año pasado –intencionalmente o no– fue muy fuerte e hizo daño a la economía. Pero si hay que ver el vaso medio lleno, este ajuste fiscal también ha generado espacio para que el gobierno gaste más, manteniendo la deuda pública en niveles bajos, siempre y cuando se asegure que este mayor gasto tenga un impacto real en el crecimiento económico. 
Lamentablemente, la experiencia señala que anunciar un mayor presupuesto no asegura poder gastarlo. Por eso, los esfuerzos deben estar concentrados en los proyectos de obra pública que tengan todos los estudios listos para poder ser ejecutados lo antes posible. 
Pero además quizá sea momento de evaluar mecanismos alternativos no convencionales pero más directos para asegurar el impacto en la actividad económica. Una opción es un programa de incentivos para dinamizar el mercado de viviendas sociales, nuevas y formales, con mecanismos de mercado, a través de Techo Propio o incluso Mivivienda (recordemos que, en parte, los huaicos son muy dañinos debido a la falta de viviendas formales). Otra opción es dar incentivos a la contratación formal de trabajadores, de manera agresiva y temporal. La ventaja es que estas dos políticas solo generarían costo fiscal si es que un peruano tiene una casa nueva y segura, o un nuevo empleo formal, por lo que el impacto estaría garantizado.
Incrementar más el gasto público probablemente generará un mayor déficit fiscal en el corto plazo, pero el costo que esto podría generar es mucho menor al riesgo de dejar que la economía se quede atascada en un crecimiento mediocre hasta las próximas elecciones.



Peru21
La Comisión de Fiscalización del Congreso pediría facultades especiales al Pleno del Legislativo para investigar el contrato para la construcción del aeropuerto de Chinchero, en Cusco, durante el gobierno de Ollanta Humala.
Las indagaciones alcanzarían también a la adenda del referido contrato suscrita días atrás por el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski.
El presidente de Fiscalización, Héctor Becerril, precisó que la próxima semana ese grupo de trabajo debatirá y votará el pedido de que se indague sobre este tema. “No hay ninguna duda de que hay irregularidades en el contrato, hay indicios gravísimos de corrupción porque nadie entrega una obra a concesión por cuarenta años a una empresa privada”, comentó Becerril.
Consultado sobre el eventual respaldo del fujimorismo a la moción de interpelación contra Vizcarra, Becerril respondió escuetamente que este asunto será analizado la próxima semana. Otras fuentes del grupo naranja revelaron a este diario que no habría consenso aún para respaldar una interpelación contra el primer vicepresidente.
El vocero de Acción Popular, Yonhy Lescano, por su parte, informó que su grupo evalúa presentar una moción de censura contra Vizcarra.



El Comercio
La decepción al cuadrado
Carlos Meléndez
(…)
…la indignación silente del peruano promedio. Somos una suerte de perdedores profesionales de la política, hemos normalizado la decepción. Nos es inevitable. La constatación recurrente del fraude ya no hiere sino profundiza la desafección. No hay odio, sino indiferencia. El escándalo se convierte en la broma de moda y da paso al olvido, esa estrategia cotidiana de supervivencia que nos lleva a perder nuestra capacidad de reivindicación cívica. Nuestra clase media –colectivo que normalmente se moviliza por causas republicanas como la “anticorrupción”– no le debe su ubicación de clase al Estado ni a la política. Por lo tanto, no hay reclamo sino comprobación: “Todos son iguales” y es mejor no comprarse el floro electoral de cada cinco años.
Esta seguidilla de estadistas corruptos no va a generar necesariamente la oportunidad política para un candidato antisistema tradicional. Para el ciudadano promedio no está en cuestión el “modelo” –a pesar de que no ha mostrado superioridad en prevenir la corrupción–. Tampoco está ávido de un moralizador que inyecte ánimo ante la escasez de ideas. Malas noticias para Verónika Mendoza y Julio Guzmán, respectivamente. Más bien se abre la cancha para la posibilidad del retorno del pragmatismo clientelar. Es decir, para quien reparta la torta con más eficiencia y cinismo. En una sociedad donde la coima se ha institucionalizado –faenón para los de arriba, clientelismo para los de abajo–, el populismo está más cerca que la regeneración de la clase política.


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