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MEDIA COLUMNA
Salgamos de esto
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
El Congreso que será elegido en dos
semanas durará 18 meses y no hará nada importante. Tampoco debe tener la fuerza
para intentarlo. La reforma política está fuera de su alcance. No tiene lo que
hace falta, que es, para comenzar, el diagnóstico correcto.
Hasta algunos supuestos expertos
siguen pensando erradamente que se puede corregir la falla de una democracia de
baja gobernabilidad como la nuestra reformando el sistema electoral para que haya
una mayor representatividad.
El principio de la representatividad
no es un valor absoluto, debe estar en equilibrio con el principio de
gobernabilidad. Pero la clase política peruana no ha madurado lo suficiente aun para aceptar una gobernabilidad
en equilibrio con la representatividad.
Para eso hay que reformar el sistema
de gobierno y no ya, o no solo, el sistema electoral. Porque la falla está en la
relación entre los poderes. Nuestra democracia s diciente porque no hay equilibrio
de poderes. La tan cacareada separación de poderes es una condición necesaria,
pero no suficiente.
Hay que quitarle poder al Congreso
para restablecer el equilibrio con el Ejecutivo. No obstante, la clase política
teme esta reforma. La escamotea y posterga, porque compromete el actual reparto
de poder.
La clase política no tiene la
madurez necesaria para renunciar al poder desmedido que posee en el Congreso. Y
menos aún la tiene un Congreso de novatos que estarán año y medio y no pueden
ir a la reelección.
Este Congreso de transición nada
puede hacer para lograr lo que importa. Basta entonces con que se dedique a
revisar los decretos de urgencia emitidos por este gobierno saliente, y a
intrigar –como si duda lo hará sin éxito-
en torno a cómo restablecer la reelección para el 2021.
Hay que saber lo que es el Congreso
para opinar y conocer los límites de lo que puede y lo que no puede hacer en un
plazo determinado. Precisamente por eso resulta hoy penoso ver a algunos que sí
conocen haciéndose los creyentes y tratando de venderles a los electores la
“marca” de su partido tradicional –hoy todos lo son- a sabiendas de que no existe
posibilidad alguna de que hagan lo que hace falta.
El elector que no esté de acuerdo con
ninguno de ellos y desee expresar su indignación no debe, sin embargo, ni
ausentarse de la elección ni votar blanco o viciado. Esos votos no cuentan. Si quiere
quitarle el poder al Congreso, como hace falta, lo que debe hacer es votar por
cualquiera de los partidos que tenga poca o ninguna probabilidad de pasar la
valla. Escoger uno no será difícil. Son dos tercios de los que están en el
partidor.
De esta manera, la representación será
lo más dispersa y atomizada posible, no habrá mayoría parlamentaria suficiente
para ningún cambio importante –menos aun para una segunda nociva vacancia
presidencial en este quinquenio- y ninguna bancada podrá atribuirse con arrogante
suficiencia la representación del pueblo peruano.
Salgamos de esto. La batalla por el
Perú es el 2021.
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