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MEDIA COLUMNA
Medio siglo de atraso
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Estuvo en Lima hace algunas semanas un
miembro del Consejo de Estado de Francia, el profesor Bertrand Mathieu. Ofreció
una conferencia en la Universidad Católica.
La conferencia era nada menos que sobre
la Quinta República Francesa. Como he escrito innumerables veces que ese es
exactamente el salto cualitativo que el Perú debe dar, y ya que la Embajada de
Francia tuvo la amabilidad de invitarme, asistí.
La Quinta República Francesa es la formidable
creación política con la que Charles De Gaulle devolvió en 1958 a su país al
equilibrio de poderes dejando atrás el monumental fracaso anunciado de la
Cuarta República.
La Cuarta República Francesa había
fracasado por la misma razón que la Tercera, porque en ambas el Congreso
prevalecía sobre el poder Ejecutivo. Es decir, por falta de equilibrio de
poderes.
Por la misma razón –y De Gaulle lo
sabía bien- había fracasado también la República alemana de Weimar de 1919,
que incubó su propia contradicción en el nazismo. La Constitución de Weimar fue
el resultado del invento puramente cerebral -la norma hipotética
fundamental- de Hans Kelsen, padre de constituciones caviares, incluidas las
nuestras de 1920, 1933 y 1979.
Terminada la tragedia de la Segunda
Guerra Mundial, De Gaulle propuso a Francia en 1946, en el discurso de Bayeux,
una constitución que corrigiese la falta de equilibrio de poderes que había
llevado al fracaso a la Tercera República y a Alemania, a la Segunda República española y a la italiana. No lo escucharon. De
Gaulle se retiró entonces de la política, a su pueblo de Colombey, sabiendo lo
que ocurriría.
Doce años después fueron a tocarle
la puerta, a pedirle que volviera. Lo hizo, con la condicíón de que se aprobara
su propuesta de 1946. Esa fue la Constitución de 1958, la de la Quinta
República que hizo de Francia la democracia que es hoy con gobernabilidad gracias
al equilibrio de poderes.
El error repetido una y otra vez en
la historia francesa desde la Tercera República en 1870 y en la Cuarta aún hasta
1958, por casi un siglo, es el que seguimos cometiendo en el Perú.
En la atmósfera irrespirable
de nuestra reforma política frustrada por enésima vez, sin embargo, fue una brisa de aire
fresco escuchar que la Quinta República permitió a Francia devolverle al pueblo
la soberanía secuestrada por el Parlamento.
El problema no es que el Perú copie
sus instituciones políticas de Francia, sino que lo hace con medio siglo de
atraso.
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