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MEDIA COLUMNA
Si con caldo mejora,
caldo a toda hora
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
El voto
preferencial, creado décadas atrás para sepultar a los partidos políticos, será
empleado hoy por última vez en elecciones. Ha sido eliminado ya de la
legislación y no tendrá lugar en la cédula de votación de las elecciones del 2021.
El voto
preferencial ha sido abolido con el objeto de empoderar a los partidos
políticos. Esta decisión de la clase política, no obstante, nace de un
diagnóstico equivocado. Y desemboca, por lo tanto, en un remedio errado.
Veamos.
La premisa detrás es que el problema de nuestra democracia se origina en la
debilidad de los partidos políticos. Empoderar a los partidos, entonces,
debería lógicamente curar a nuestra democracia. ¿Cierto? Falso. Es exactamente al
revés. La debilidad de los partidos es la consecuencia de nuestra democracia de
baja gobernabilidad.
Lo que
fortalece a los partidos es el éxito en el gobierno en lugar de fracasar
sistemáticamente -como les ocurre a todos- por falta de gobernabilidad.
Es
indispensable en una democracia el equilibrio entre el principio de
representación y el principio de gobernabilidad. Pero la clase política peruana
produce y reproduce constantemente una arquitectura democrática fallida en la
que existe un gravísimo déficit de gobernabilidad y, al mismo tiempo, un
superávit de representación.
Es una escandalosa
sobrerepresentación parlamentaria. Hoy, sin ir más lejos, los partidos
políticos que pasen la valla van a conseguir un número de curules proporcionalmente
mucho mayor que el porcentaje justo y equitativo de los votos que obtuvieron. Y
cada partido creerá representar al pueblo. Pero no es sino sobrerepresentación.
No es sino el efecto de la
decisión de la clase política de que los votos blancos y viciados no sean
válidos. Combinado esto en el caldero de brujas con la magia negra de la cifra
repartidora, un artificio matemático inventado hace décadas. Irónicamente se
hizo con el pretexto de mejorar la gobernabilidad y en los hechos lo que ha
producido es sobrerepresentación parlamentaria que
ha empeorado la gobernabilidad.
Al abolir
el voto preferencial, la clase política ha vuelto a insistir en el error de creer
que, fortaleciendo artificialmente a los partidos políticos con
sobrepresentación en el Congreso, va a corregir la falta de gobernabilidad. La
clase política sigue creyendo erradamente que puede corregir la falla en la
arquitectura de nuestra democracia de baja gobernabilidad con más y más
representatividad. Lo que estos médicos empíricos recetan se resume en dos
palabras: si con caldo mejora, caldo a toda hora.
Pero lo
que falta es gobernabilidad. Se la consigue con un rediseño del equilibrio de
poderes. Esa es la verdadera reforma política y no la que introduce más y más
cambios al sistema electoral agravando la sobrerepresentación para empoderar a
los partidos.
Hoy el
elector piensa que debería permitírsele votar por personas y no verse obligado a
votar por partidos. Es lo que dice hoy la mayoría. Pero hoy hará uso de su voto
preferencial por última vez. Y no lo sabe. Cuando el 2021 vea que ya no existe,
comprenderá que fue eliminado para empoderar y sobrerepresentar a partidos
políticos en que no confía.
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