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MEDIA COLUMNA
El mal menor
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Una encuestadora da cuenta de que el
63% en Lima está a punto de votar blanco o viciado si es que no deja de votar
del todo. Si es cierto lo que la encuesta sugiere, el artículo 184 de la
Constitución dice que el Jurado declara la nulidad del proceso electoral si los
votos blancos y viciados alcanzan los dos tercios de los votos emitidos.
Además, mientras más ausentismo y menos
votos emitidos haya, mayor probabilidad de que los blancos y viciados alcancen
los dos tercios de los votos emitidos.
Pero al margen de que este escenario
se concrete –lo que es improbable-, la pregunta aquí es cuál es el mensaje que
los peruanos están transmitiendo con este estado de ánimo.
Pienso que no es que no quieran
votar, sino que no quieren un Congreso. Ni el anterior ni el nuevo que, por lo
que aparece en los medios, sospechan será más de lo mismo. Pero no es que no
quieran una democracia, sino que están hartos de nuestra democracia de baja
gobernabilidad que no resuelve. Demandan una democracia con gobernabilidad, que
resuelva.
De ahí entonces quizá la relativa aceptación
de Vizcarra, aunque sea decreciente, desde que disolviera el Congreso. La marea
de la memoria ha traido el recuerdo de Fujimori. Si no es políticamente correcto
decir esto, lo siento. Es lo que piensa la gente. Por eso quiere expresar su
malestar votando en blanco o viciando el voto o simplemente no votando en
absoluto. Sospecho que le entusiasma, además, asustar a la clase política con
la fantasía de que se anulen las elecciones. Le divierte poner a la clase
política a parir en un disparadero.
La Constitución no dice qué sucede
en tal caso. Lo que dice el artículo 134 es que, disuelto el Congreso, las
elecciones deben tener lugar dentro de los cuatro meses siguientes. Y el 136
añade que, si no se efectúan en ese plazo, el Congreso disuelto se reúne de
pleno derecho y recobra sus facultades (y no se puede descartar que algún
gracioso esté fantaseando con esa posibilidad).
Pero ese no sería el caso si la
elección se efectuara, pero fuera declarada nula porque dos tercios de los
votos emitidos resultaron blancos o viciados. En este caso, para desmayo de los
malhumorados electores, no quedaría otra salida que convocar de nuevo a
elecciones. Y así sucesivamente hasta que se elija a un Congreso como sea. El castigo
de Sísifo, condenado por el mito griego a empujar una piedra cuesta arriba y
dejarla rodar abajo solo para volver a empezar.
De modo que mejor ir a votar. Pero
no blanco ni viciado, porque esos votos no se contabilizan y usted estará aceptando mansamente lo que decidan los que voten aunque sean pocos. Usted puede elegir entonces
entre dos alternativas. La primera, votar por uno de los partidos que llegarán
fuera de poste para quitarle el poder al Congreso atomizándolo, de manera que
no pueda alcanzar mayoría para nada importante. La segunda, votar por uno de
los caballos favoritos, y soportar un Congreso de pocas bancadas
sobrerepresentadas que se arrogan falsamente hablar por una mayoría de peruanos.
Apueste usted nomás en este casino tirando una moneda al aire. Total, ante
tales opciones quién sabe cuál será el mal menor.
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