jueves, 29 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 28 octubre 2020 "La izquierda caviar es reaccionaria"


  

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MEDIA COLUMNA

La izquierda caviar

es reaccionaria

 

 

Jorge Morelli

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El fantasma de la derecha flota sobre la campaña. Es un virus, una enfermedad contagiosa, una lepra bíblica. Que no deba ser así es lo de menos, es estéril discutir con un lugar común. De modo que los candidatos tienen que tomar distancia de la derecha.  

 

Esa confusión semántica esconde lo que en verdad importa: qué es ser reaccionario.  

 

No es reaccionaria la izquierda radical, ni siquiera la anti minera. No puede serlo porque está indisolublemente ligada a los intereses reales del pueblo enraizado en la tierra y en las minas, arraigado en la aspiración a la propiedad, que esa izquierda no puede desconocer ni traicionar. Consecuentemente, ha hecho suya hoy la idea de la propiedad y propone que el poseedor del suelo sea dueño también del subsuelo.  

 

Desde luego, es libre de presentar una reforma constitucional en ese sentido. Pero no será fácil. Desde Roma, no ha existido Estado alguno dispuesto a renunciar a la propiedad del subsuelo. Estados Unidos es una solitaria excepción, y siempre sujeta a limitaciones. Esa salida puede ser políticamente inviable hoy, pero no es reaccionaria.  

 

La izquierda caviar, en cambio, depende del Estado, trabaja para el Estado, gana un sueldo del Estado y su estrategia electoral es un pobre truco: generar empleos en el Estado para conseguir esos votos. Se llama clientelismo. Es profundamente reaccionario.  

 

La izquierda caviar no responde a ningún interés real en la economía, sino exclusivamente a una pura idea política. Por lo mismo, propone iniciativas desconectadas de la realidad. Deduce sus propuestas desde la ideología, de arriba hacia abajo. No las construye por inducción de abajo hacia arriba a partir de la experiencia.  

 

Este es su limite. Nunca irá más allá de eso. La izquierda caviar, a diferencia de la radical, jamás podrá proponer la propiedad del subsuelo. Ni  siquiera del suelo. Necesita que el Estado los controle.  

 

Nunca escapará de la obsesión del monopolio de la gestión de los recursos por la empresa estatal. Cuando ha tenido que ceder, al cabo de poco vuelve a lo mismo. Por ejemplo, proponer que los fondos de pensiones pasen de las AFP a una entidad estatal que concesiona su gestión es reaccionario. Los fondos de pensiones son de propiedad de los pensionistas del Perú. No son del Estado.    

  

Y es reaccionario, por lo mismo, el monopolio del Estado de la gestión de los recursos naturales. Mientras la izquierda radical toma distancia de eso al demandar la propiedad privada de los recursos para las comunidades, la izquierda caviar no puede hacerlo. Tiene que mantener los recursos en manos del Estado para luego capturar el Estado. Ese es su plan, al que vuelve una  otra vez sin aprender. La izquierda caviar no puede avanzar, solo volver atrás. Es reaccionaria.    

 

Lo verdaderamente revolucionario, en cambio, no es la propiedad privada del subsuelo,que es de todos los peruanos y no solo de unos pocos. Lo revolucionario es la propiedad privada del suelo. Pero –y he aquí la diferencia- dotado de papeles que se compren y vendan en las bolsas globales. Solo así su valor subirá y bajará junto con el de los recursos debajo. Es lo que una parte de la izquierda recién ha comenzado a comprender.     

 

 

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viernes, 23 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 23 octubre 2020 "Donde nace la ira"


  

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Donde nace la ira

 

 

Jorge Morelli

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El domingo Evo Morales ha vuelto al poder. Las elecciones de Bolivia la semana pasada, y las del Perú, Chile y Ecuador el próximo año son las grandes batallas políticas del momento.

 

Muchos creen que el populismo es el factor primordial, porque las recientes clases medias latinoamericanas se hallan expuestas hoy por la pandemia a la recaída en la pobreza, y ven en esto el caldo de cultivo de la amenaza populista.

 

Pero pienso que lo decisivo en Bolivia sigue siendo el factor indígena, que aun pesa masivamente en el electorado. Es el caso también de las regiones andinas de Ecuador y del sur del Perú, y en Chile el de las minoritarias regiones mapuches del extremo sur del continente. La identidad étnica no es solo un factor cuantitativo, sino uno cualitativo, que vuelve a pesar hoy en la balanza política latinoamericana. 

 

Hace medio siglo ya desde que se desbordó la migración masiva de los pueblos a las ciudades en todo el continente como en todo el planeta. La migración ha cambiado la geografía política en todas partes.

 

Paralelamente comenzó también una deserción masiva del segmento educado de las sociedades que abandonó al Estado a su suerte en todas partes.

 

Esta deserción abarcó progresivamente la magistratura de la administración de justicia, la seguridad ciudadana, el magisterio de la educación pública, la atención de la salud. Los jóvenes más educados prefirieron las empresas modernas. Y, para defenderse del Estado arcaico, se atrincheraron en el oligopolio privado: de la energía, de las finanzas, del comercio, de las telecomunicaciones, de los medios. En las economías pequeñas el oligopolio parece un hecbo natural.

 

Una tecnocracia mediana nacida en el Estado pasaría desde entonces a copar la función pública en las economías y las sociedades latinoamericanas. Con una educación técnica mediocre y una fuerte carga de reivindicación social y política (introducidas luego de contrabando en el derecho),el Estado se fue convirtiendo poco a poco en un instrumento de lucha política, de confrontación y retaliación contra el ámbito privado. Y la segmentación de lo privado y lo público fue adquiriendo un perfil social estratificado, étnicamente identificado, que albergó con el tiempo un mal disimulado racismo y se convirtió en el neo-etnicismo que hoy gana las elecciones en Bolivia a la tecnocracia de Carlos Mesa, cada vez más aislada.

 

Sin liderazgo, carente hasta de una narrativa convincente de inclusión, la inercia ha ido produciendo la actual dinámica social latinoamericana. Y la pandemia ha venido a llover sobre mojado. Este el volcán del que emanan el desencanto y la ira contestataria en todas partes.

 

En las elecciones de los otros tres países andinos el próximo año se miden las fuerzas centrífugas de la confrontación política y la división étnica, contra las fuerzas centrípetas de la inclusión económica en el mercado y la ciudadanía en la nación.

 

En su Bicentenario, el Perú tendrá que recordar que es mucho más antiguo que la República.

 

 

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miércoles, 21 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 21 octubre 2020 "Mes de brujas"

 

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Mes de brujas

 

 

Jorge Morelli

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Dos acontecimientos esta semana provocan un giro de 180 grados en el escenario político peruano.

 

La victoria de Evo Morales en Bolivia y el recrudecimiento de la violencia en Chile –hay dos iglesias incendiadas y más de 500 detenidos- van a poner en aprietos a la izquierda local.  A primera vista parece lo contrario, pero no es así. El electorado peruano no es de izquierda hoy en su mayoría. Es una reciente clase media amenazada de recaer en la pobreza por la crisis de la pandemia. Lo que explicablemente quiere es proteger su patrimonio en peligro, renegociar su deuda con el banco, ver luz al final del túnel. Lo que no quiere es caos urbano como en Santiago  o un nueva recaída en la demagogia de izquierda como en Bolivia.

 

En suma, las candidaturas de extrema izquierda en las próximas elecciones de abril –las de Arana y Verónika, que además van separadas- no se van a beneficiar en nada de una recaída latinoamericana en el grotesco escenario anterior a la pandemia. Sus cómplices del eje La Habana, Caracas, Foro de Sao Paulo, La Paz, Buenos Aires son este fin de mes unos monstruos de mes de brujas.   

 

El segundo acontecimiento fantasmal es la reaparición del zombie de la vacancia de la Presidencia por “incapacidad moral permanente”. He sido y soy enemigo de esa barbarie que debe ser derogada porque es el símbolo del desequilbrio de poderes que amenaza a nuestra democracia. Incluso en el caso de Vizcarra que, como PPK, tenía que ser procesado, de ser el caso, ni un día antes del final de su gobierno. Veremos si esta vez el Congreso tiene los dos tercios de los votos que necesita. La moción, no obstante, será admitida y el Congreso volverá a debatir la manoseada herramienta una vez más hasta la náusea.

 


Examinemos brevemente entonces el escenario político del día siguiente de la segunda vacancia de este malhadado quinquenio.

 

Primero, las candidaturas afines al oficialismo se quedarán sin piso. El gobierno ha promovido de manera activa lo que en otro tiempo fue una estrategia astuta y hoy ya es práctica adocenada: poner varios caballos en el partidor para que cada uno aporte su cuota al Congreso. Los candidatos afines podrían no ser menos de cuatro: Julio Guzmán, Urresti, Salaverry, Cateriano. Tal vez sean cinco si Forsyth, el joven ex alcalde de La Victoria, sigue aun bajo el encanto de ese embrujo del que, sin embargo, ya toma distancia. De darse la vacancia, sin embargo, todos ellos tendrán que correr por su cuenta y bailar con su pañuelo, porque el gobierno provisional entrante de Acción Popular ciertamente no les prestará apoyo ninguno.

 

Tampoco podrá prestárselo siquiera a su propio pupilo en la carrera. El otro Paniagua del segundo gobierno “de transición” de Acción Popular se enfrenta hoy a una candidatura dividida internamente porque el vampiro del populismo ha clavado los colmillos en el cuello de la vieja dama de Paseo Colón. Marcado al milímetro, vigilado por video 24/7, el gobierno provisional de Merino no tendrá margen de acción para favorecer a nadie en la carrera. Ya tendrá bastante trabajo con conseguir siquiera un gabinete.

 

Los candidatos restantes, finalmente –demasiados para enumerarlos aquí-, resultarán involuntariamente beneficiados por la zancadilla que la vacancia desde el interior y la izquierda desde el exterior ponen a media docena de sus adversarios, que rodarán en tropel por la pista de carrera.      

 

 

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sábado, 17 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 16 octubre 2020 "Falsa e hipócrita"


 

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Falsa e hipócrita

 

Jorge Morelli

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El Perú produce unas 150 toneladas de oro al año.

Si esa cifra no incluye la produccion informal de oro, que es de unas 50 toneladas al año -el evento minero reciente la calcula entre 40 y 60 toneladas-, significa que el oro informal es una cuarta parte de la producción. Si la incluye, más gravemente, significa que el informal es un tercio entero de todo el oro que produce el Perú. Y es el sexto productor del mundo.

El oro llegó hace poco en el mercado global al precio de dos mil dólares la onza. O sea, el oro que el Perú produce vale unos diez mil mil millones de dólares anuales a precio demercado. Es un tercio de la deuda del Perú, cada año.

Y el destino de la tercera o la cuarta parte de esa gigantesca fortuna es oscuro. Sale de contrabando a Bolivia o es la moneda en que se paga la exportación de cocaína que, obviamente, no puede emplear cheques ni dólares en efectivo que tendrían que pasar por los bancos o moverse en camiones. El  oro, en cambio, no ocupa tanto espacio y no pasa por el banco. Esa fortuna, en suma, paga por el tóxico inframundo del crimen que corrompe la economía del Perú.

 

Hay intereses creados detrás de este estado de cosas y pretextos absurdos para justificar los controles inútiles de la libre compra y venta de oro en el país. La fracasada formalización de los mineros es parte de ese control inservible. Esta solo refuerza su fuga por las fronteras porque el oro informal no puede ser comprado y vendido libre y legalmente en el Perú.

Este inicuo orden de cosas roba a los peruanos el acceso a lo que hoy es el único refugio del valor en todo el mundo. Si el oro ha llegado al precio que tiene en el mercado global es porque bancos centrales, empresas y personas en todo el planeta lo compran masivamente para proteger su patrimonio de la pérdida permanente de valor de las monedas, los bonos y las acciones en el mercado global.

Salvo en el Perú, desde luego, donde -pese a ser el sexto productor del mundo- los peruanos se ven impedidos de acceder libremente al oro y tienen por único refugio un dólar que, con respecto al oro, vale 50 veces menos que hace 50 años cuando en 1971 Nixon rompió el vínculo del dólar al oro establecido por Keynes en Bretton Woods en 1944.

La libre comercialización del oro en todo el territorio peruano -la mera posibilidad de ir a un banco y comprar o vender oro sin complicaciones innecesarias- liberaría esa riqueza y devolvería a los peruanos el refugio para el valor y la acumulación de capital a que tienen derecho por ser el Perú uno de los pocos grandes productores de oro en el mundo.

Lo fue siempre, pero no lo sabe. Una formalidad falsa e hipócrita lo mantiene en silencio.

 

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miércoles, 14 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 14 setiembre 2020 "Pegado con babas"


 

 

 

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Pegado con babas

 

 

Jorge Morelli

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Desde hace ya 40 años, por influencia de las escuelas de administración, los economistas de esa formación han abrazado el lenguaje del pensamiento opuesto a la desprestigiada economía política a la que juzgan parcializada ideológicamente y polítizada.

 

El precio del nuevo marco filosófico, sin embargo, fue  que el Estado fuera percibido como una especie de mega empresa. La idea-fuerza de ese giro se plasmó en el lenguaje. Las palabras clave desde entonces son “productividad” y “competitividad”. No en balde aparecen ambas incluso en el nombre de los últimos planes elaborados por el Estado peruano -anteriores a la pandemia- para retomar el crecimiento. 


Pero se ha debilitado la defensa política del modelo económico que trajo prosperidad al Perú,  Y, desde entonces, economistas adocenados repiten como loros esos dos conceptos –productividad y competitividad- que recetan cual chamanes para todos los males económicos públicos y privados.

 

Solo que hay una falla de raíz para aplicar con éxito esa receta. Es prematura. Da por resuelta una  cuestión previa que no está aún en su lugar 


Para hablar de productividad y competitividad primero tiene que haber propiedad. Y esta no existe. Es la falla en la base de las economías de las emergentes de todo el planeta. Algo tan elemental que se pierde de vista fácilmente. Tomamos la propiedad como un hecho dado, y pasamos la página.

 

Quizá pasaba lo mismo con la mano invisible de Adam Smith. En la Inglaterra del siglo XVIII, donde los temas institucionales de registro y titulación ya estaban en gran medida resueltos, podía darse por sobreentendida la cuestión de la propiedad y ser ocioso ocuparse del tema. Tal vez Smith no necesitó considerar que fuera de Europa la propiedad era en el mejor de los casos un papel, una especie de título nobiliario sin valor en el mercado financiero.   

 

La propiedad se basa en la seguridad jurídica. En ausencia de ambas, inyectar productividad y competitividad a una economía es slgo de antemano condenado al fracaso. El caso es pan de cada día. Hoy mismo se lleva a cabo en Lima, por ejemplo, un  congreso denominado de “competitividad minera y sostenibilidad social”. ¿De qué sostenibilidad social vamos a hablar, de qué competividad si no hay propiedad?

 

La propiedad de la tierra  es lo que primero importa. No basta con la ficción de creer asegurada la concesión otorgada por el Estado de los recursos naturales del subsuelo a una empresa privada. Ya no es suficiente para que un proyecto minero sea confiable desde el punto de vista de quien invierte. Porque ese título ya no asegura que el recurso podrá ser físicamente extraído y que la operación no será bloqueada por quienes ocupan la superficie.

 

Hace poco, un gran minero peruano me confesaba que en un determinado proyecto había tenido que comprar cinco veces la misma tierra sin adquirir realmente la propiedad. Terminó pagando más de lo que le hubiera costado adquirirla a precios de mercado global una sola vez en lugar de cinco en el mercado local.

 

Sin propiedad, todo es precario, todo se halla hilvanado sin coser, pactado con palabras que se lleva el viento, todo pegado con babas, en suma. Y se desarma a la primera dificultad. 

 

Este es el primer problema de la economía del Perú, lo que la limita y le impide ser libre, lo que la debilita y subordina a un Estado fallido.         

 

Pero el gran evento minero no habla del tema. Como diría Vallejo, es un estruendo mudo. 

 

 

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sábado, 10 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 9 setiembre 2020 "La orgía demagógica del Congreso"




 

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La orgía demagógica

del Congreso

 

 

Jorge Morelli

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El Congreso ha producido la noche del jueves una verdadera orgía demagógica que ha puesto fin a años de esfuerzos del país por crear una meritocracia en la educación pública del Perú.

 

Se trata de la decisión de reponer por razones políticas –no por razones técnicas ni de justicia- a 14 mil maestros separados en 2014 por no haber aprobado o no haber aceptado someterse a la evaluación del caso.

 

Son 14 mil votos comprados por todos los partidos políticos actualmente en el Congreso. La prueba es que la ley fue aprobada por 107 de los 121 congresistas presentes. Y, como de costumbre, el proyecto fue exonerado de segunda votación. El Ejecutivo tiene ahora la posibilidad de objetar -observar es el término oficial- este escandaloso caso de clientelismo mercantilista. Pero, como sabemos por adelantado, el Congreso probablemente insistirá en su ley demagógica con la mitad de los votos de la única cámara, y la promulgará.

 

Esta es, además, solo la porción visible del iceberg. La parte bajo la superficie es bastante más grande.

 

Actualmente, hay unos 240 mil profesores nombrados que se hallan dentro de la Carrera Pública Magisterial. Para ser parte es forzoso tener título de Pedagogía. No vale ningún otro título profesional. En otras palabras, existe un monopolio sobre las plazas de la educación pública en el Perú que las reserva de manera excluyente para los titulados en Pedagogía.

 

A consecuencia del monopolio, una tercera parte entera de los maestros de la educación pública peruana son contratados cada año y jamás nombrados. No se les permite entrar a la Carrera Pública Magisterial con otro título profesional. Alguna vez, Martha Hidebrandt, que tiene título en Pedagogía, que sabe de lo que habla y a quien consulté el tema, me dijo que para enseñar bien es más importante conocer la materia -el qué- antes incluso que el cómo enseñarla.

 

Hoy en el Perú un maestro contratado percibe un sueldo igual al del maestro nombrado que recién comienza en el escalón más bajo de la Carrera Pública Magisterial. Contratado cada año, vive al filo del despido y no puede mejorar su ingreso porque se halla excluido del sistema. Y después hablan de inclusión.

 

Tampoco hay relación entre el mérito y la remuneración, pero hablan de meritocracia. La política controla las plazas de la educación pública y el sistema es manejado por “favores” desde el Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación en el Perú (Sutep). Esa es la columna vertebral de su enorme poder. La Derrama Magisterial no es sino su expresión material.

 

Alguna vez, de visita en Japón gracias a la generosa invitación de su gobierno, pregunté a un importante profesor de la Universidad de Tokio, una alta autoridad en educación japonesa a quien pedí ver, cuál era el momento clave de la historia de la educación japonesa. Me dijo que no era uno, sino dos: el primero ocurrió a mediados del siglo XIX durante la reforma Mei Ji y fue la enseñanza obligatoria de inglés en todas las escuelas públicas de Japón. El segundo fue a mediados del siglo XX, durante el gobierno provisional de Douglas MacArthur al final de la Segunda Guerra Mundial, y fue la cancelación del monopolio del gremio magisterial sobre las plazas de la educación pública japonesa. Entre las mejores del mundo hoy, la educación japonesa necesitó remover de su camino la piedra del poder político del Sutep japonés.       

                    

 

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