domingo, 28 de noviembre de 2021

MEDIA COLUMNA domingo 28 noviembre 2021 "Fin de la pesadilla comunista"

 


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Fin de la pesadilla comunista

 

 

Jorge Morelli

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El significado de la alianza política de Pedro Castillo con César Acuña va más allá de la confianza que el presidente tenga en su paisano de Chota, y más allá también de los negocios universitarios de Acuña. Mas allá de la vacancia incluso. Es un giro que puede tener importancia para el Perú.

 

Desde que Castillo llegó al gobierno, una mitad de los peruanos ha estado sumergido en la pesadilla de la amenaza comunista en versión chavista. La alianza Castillo-Acuña apunta al corazón de ese fantasma.

 

Uno puede creer lo que quiera de César Acuña, pero comunista no es. Por años ha gerenciado una red de universidades y fundado simultáneamente un partido político con presencia en todo el país, le guste o no a la clase política o a la académica.

 

Más de uno ha elegido leer en esa alianza, sin embargo, un supuesto giro de Castillo hacia la chicha asociada al mercantilismo y la corrupción. Si ese fuera el caso, no obstante, solo habríamos vuelto a la “normalidad” con la que hemos bregado sin éxito por décadas. La corrupción vive del sistema, se aloja en sus fracturas, crece en las fallas de su arquitectura. El comunismo, en cambio, lo destruye para sustituirlo por algo que no puede funcionar.

       

La extrema izquierda es un peligro para el Perú no solo porque se cree incorruptible sin serlo, sino sobre todo porque su composición de lugar es errada y su diagnóstico y remedio fallidos. Cree que el Perú se halla en una coyuntura prerrevolucionaria. Y lo está, pero de una revolución burguesa. Cuando la extrema izquierda comprueba palmariamente, sin embargo, que el país no se halla donde ella cree -es el caso de Vladimir Cerrón-, en lugar de aceptar la realidad y trabajar a partir de ella, niega la evidencia y retorna con arrogancia a su zona de confort leninista.

 

Lenin se equivocó. La revolución proletaria que Marx vaticinaba no podía resultar en la Rusia feudal de 1917, una economía de campesinos, no de obreros. La gran transformación no podía venir desde la periferia hacia los centros de la revolución industrial en Inglaterra o Alemania. Debía ir del centro hacia la periferia. Marx lo sabía y dejó constancia de ello en su formidable obra “Formas precapitalistas” (Formen). Si hacia el final de su vida estudiaba a Rusia y se aferraba a esa vana  esperanza, fue solo luego de los fracasos revolucionarios de 1848 y 1870 en Francia, narrados en dos de sus grandes libros. Pero eso solo muestra una duda políticamente poco desinteresada, una grieta en su lectura de la realidad, una debilidad de carácter perdonable en un pensador que ve su obra camino de ser mal usada.  

 

No puede haber revolución proletaria si lo que hay son campesinos migrantes a la ciudad devenidos en emprendedores informales que reclaman igualdad de oportunidades y papeles para sus bienes y activos. Lo que quieren es una revolución burguesa auténtica, no una farsa. Esperan aun la verdadera revolución, la que corresponde al “momento” peruano y a la coyuntura política, la que consolida los derechos de propiedad, no la que los niega o los relativiza con ambigüedades colectivistas. La revolución rusa fracasó por ir contra la historia. Lenin no iba a producir sino a Stalin. No podía sino ser profundamente reaccionario. Y la izquierda peruana fracasa por la misma razón.

 

En buena hora. La ruptura de Castillo con el leninista Vladimir peruano y su alianza con Acuña apuntan a impedir la vacancia, pero pueden significar también el comienzo del fin de la amenaza del comunismo reaccionario.  


 

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jueves, 25 de noviembre de 2021

MEDIA COLUMNA miércoles 24 noviembre 202 "Lamento minero"

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Lamento minero

 

 

Jorge Morelli

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Los mineros piensan en plazos de 30 años, no de cinco. Si el gobierno les pone un impuesto a la “sobreganancia”, lo pagarán. Pero ni un centavo más de sus utilidades irá a la reinversión. Proseguirán en su actividad hasta donde la inercia se los permita y luego echarán llave a la mina y se irán. Tienen espaldas, pueden esperar. Los perjudicados son los trabajadores y las comunidades del área de influencia. En cinco o diez años, cuando ni este gobierno ni su ministra estén ya, el oro, la plata, el cobre  estarán aún ahí. Reabrirán la mina si no la han vendido a otros con más espaldas que ellos mismos.

 

Nada nuevo bajo el sol. Esto es exactamente lo que trató de advertir José María Arguedas describiendo esta misma historia en su mejor novela, "Todas las sangres", para abrirles los ojos a los peruanos. Por ello fue denunciado por la intelectualidad caviar en una famosa asamblea en el Instituto de Estudios Peruanos que es un baldón y una vergüenza para todos ellos.

 

Hoy, más de cinco mil trabajadores de las minas Inmaculada y Pallacata, dos de las cuatro minas ayacuchanas en el centro de la controversia, han rechazado el cierre con que los amenazara la premier, Mirtha Vásquez. Escupió la sopa al gobierno, que venía de lanzar la víspera un giro hacia la seguridad jurídica para las inversiones.“La pretendida medida de cierre es ilegal y arobitraria y se contradice con los anuncios del Presidente, de trabajar para el pueblo”, dijeron los trabajadores de las minas, precisando ser testigos de los estándares ambientales de las mineras. Desde luego, no es una sorpresa que quienes pueden perder su trabajo denuncien la ignorancia, desubicación e impertinencia de la funcionaria.

 

Lo sorprendente es que lo hayan hecho igualmente las comunidades las provincias de Parinacochas, Lucanas y Paucar de Sara Sara, al sur de Ayacucho. En su propio comunicado demandaron que ella se retractara -como ya ocurrió, nunca bien- de su declaración “que desconoce -dijeron- a las personas que se encuentran en un diálogo con la empresa', q0ue la ministra interrumpió y perjudicó.

 

Circula, de otra parte, la versión no confirmada de que la operación de una de las minas en cuestión venía perdiendo 15 millones de soles al mes, y habría estado de acuerdo con el anuncio ministerial, que le permite escapar de la situación. Un alto funcionario de gobiernpo que ni siquiera advierte a quién puede estarle haciendo un favor sin saberlo muestra ante todos no saber lo que hace. Así se abre paso la realidad de las cosas.

 

 

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martes, 23 de noviembre de 2021

MEDIA COLUMNA domingo 21 noviembre 2021 "El poder y el bolsillo"

 


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El poder y el bolsillo

 

 

Jorge Morelli


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Claramente, el Congreso no piensa darle al gobierno facultades para una reforma tributaria. Y este recurrirá entonces al endeudamiento. Lo viene haciendo ya, con emisiones de bonos por miles de millones de dólares y euros, que ha colocado con relativa facilidad en el mercado global.

 

El candado puesto en los 90 establecía que la deuda externa no debía pasar del 30% del PBI. Esa valla quedó por los suelos desde comienzos de la pandemia. La deuda externa alcanzó el 39% del PBI ya antes de Castillo y, según Latinfocus, llegaría a 42% este año. Para fines comparativos, sin embargo, la deuda chilena llega a 72% de su PBI. En suma, el gobierno tiene techo aún para endeudar al país. Y lo hará.

 

Previniendo una inflación masiva -la actual ya llega a 6% anual, algo no visto en tres décadas-, el BCR se ha adelantado a subir la tasa de interés a 2%. Nadie sabe si realmente la inflación será transitoria y bajará cuando se recompongan las cadenas de la oferta global rotas por la pandemia -como creen Joe Biden y la Fed-. Puede  ser permanente en el Perú si no hay inversión y la oferta no es capaz de responder a un aumento inflacionario de la demanda. 

 

La decisión del BCR desatará las furias en ambas orillas, sin embargo. Porque el alza de la tasa para frenar la inflación frena también el crecimiento.  

 

La decisión del BCR no va a contentar ni a empresarios ni a emprendedores ni mucho menos a los trabajadores. Supone el retiro del estímulo monetario que les ha permitido sobrevivir en la travesía de la pandemia. Por gradual que sea, sentirán la pegada.

 

Por su lado, la izquierda en el gobierno se halla aún más descontenta con esta decisión del BCR, que marca el inicio del fin de la política monetaria expansionista en el Perú. No podrá impedirla. Comenzará a sospechar que está en el gobierno, pero no en el poder. Creerá que es objeto de una conspiración política y tramará una venganza.

 

La decisión del BCR no bastará, sin embargo. El banco no puede abatir la inflación por sí solo.

 

De un lado, el endeudamiento va a permitirle al gobierno el populismo a que se compromete a diario con sus ofrecimientos, que no sabe cómo cumplir. Es innecesario enumerarlos. De otro, la oposición radical cree que el gobierno planea una orgía demagógica y ha optado oportunistamente por una política de tierra arrasada, a la espera de que la inflación y el malestar popular se encarguen de la vacancia para la que no tiene votos en el Congreso.

 

Nada nuevo bajo el sol. Vacancia parlamentaria y renuncia por acción de la calle son, desde hace décadas, las formas latinoamericanas del golpe no tradicional. Las hemos sufrido todas en el corto plazo de tres años. Y no hemos aprendido nada. Más de lo mismo nunca produce resultados diferentes.

 

Nada resolverán la vacancia o la renuncia. Por el contrario, como sucedió en Iraq con el Estado Islámico, en Libia y en Egipto luego de la “primavera árabe”, lo que viene después puede ser peor si el pueblo es engañado. La extrema derecha está jugando con fuego.

 

Gobierno y oposición deberían pensar mejor, negociar las facultades legislativas y elaborar una estrategia para domar la inflación, que es el flagelo del pueblo. Si ambas orillas coinciden hoy, en cambio, en impedir el abatimiento de la inflación, estaremos ante la paradoja de que los extremos se tocan cuando se trata del poder o del bolsillo. 


Claramente, el Congreso no piensa darle al gobierno facultades para una reforma tributaria. Y este recurrirá entonces al endeudamiento. Lo viene haciendo ya, con emisiones de bonos por miles de millones de dólares o euros, que ha colocado con relativa facilidad en el mercado global.

 

El candado puesto en los 90 establecía que la deuda externa no debía pasar del 30% del PBI. Esa valla quedó por los suelos desde comienzos de la pandemia. La deuda externa alcanzó el 39% del PBI ya antes de Castillo y, según Latinfocus, llegaría a 42% este año. Para fines comparativos, sin embargo, la deuda chilena llega a 72% de su PBI. En suma, el gobierno tiene techo.

 

Previniendo una inflación masiva -la actual ya llega a 6% anual, algo no visto en tres décadas-, el BCR se ha adelantado a subir la tasa de interés a 2%. Nadie sabe si realmente la inflación será transitoria y bajará cuando se recompongan las cadenas de la oferta global rotas por la pandemia -como creen Joe Biden y la Fed-. Puede  ser permanente en el Perú si no hay inversión y la oferta no es capaz de responder a un aumento inflacionario de la demanda. 

 

La decisión del BCR desatará las furias en ambas orillas, sin embargo. Porque el alza de la tasa para frenar la inflación frena también el crecimiento.  

 

La decisión del BCR no va a contentar ni a empresarios ni a emprendedores ni mucho menos a los trabajadores. Supone el retiro del estímulo monetario que les ha permitido sobrevivir en la travesía de la pandemia. Por gradual que sea, sentirán la pegada.

 

Por su lado, la izquierda en el gobierno se halla aún más descontenta con esta decisión, que marca el inicio del fin de la política monetaria expansionista en el Perú. No podrá impedirla. Comenzará a sospechar que está en el gobierno, pero no en el poder. Creerá que es objeto de una conspiración política y tramará una venganza.

 

La decisión del BCR no bastará, sin embargo. El banco no puede abatir la inflación por sí solo. El endeudamiento va a permitirle al gobierno caer en el populismo a que se compromete a diario con sus ofrecimientos, que no sabe cómo cumplir. Es innecesario enumerarlos.

 

La oposición radical, por su parte, cree que el gobierno planea una orgía demagógica y ha optado oportunistamente por una política de tierra arrasada, a la espera de que la inflación y el malestar popular se encarguen de la vacancia para la que no tiene votos en el Congreso.

 

Nada nuevo bajo el sol. Vacancia parlamentaria y renuncia por acción de la calle son, desde hace décadas, las formas latinoamericanas del golpe no tradicional. Las hemos sufrido todas en el corto plazo de tres años. Y no hemos aprendido nada. Más de lo mismo nunca produce resultados diferentes.

 

Nada resolverán la vacancia o la renuncia. Por el contrario, como sucedió en Iraq con el Estado Islámico, en Libia o en Egipto luego de la “primavera árabe”, lo que viene después puede ser peor si el pueblo es engañado. La extrema derecha está jugando con fuego.

 

Gobierno y oposición deberían pensar mejor, negociar las facultades legislativas y elaborar una estrategia para domar la inflación, que es el flagelo del pueblo. Si ambas orillas coinciden hoy, en cambio, en impedir el abatimiento de la inflación, la paradoja es que los extremos se tocan cuando se trata del poder o del bolsillo.

 

 

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jueves, 18 de noviembre de 2021

MEDIA COLUMNA miércoles 17 noviembre 2021 "!Abatir la inflación, ahora!"

 


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¡Abatir la inflación, ahora!

 

Jorge Morelli

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El gobierno se encuentra ante un dilema. Si no consigue la delegación de facultades del Congreso para la reforma tributaria -y ya sospecha que no la conseguirá-, no tendrá los 12 mil millones de soles que esperaba levantar de los contribuyentes. Recurrirá al endeudamiento. Lo viene haciendo con emisiones recientes de bonos peruanos por cuatro mil millones de dólares y mil millones de euros.

 

El candado puesto en los 90 establecía que la deuda externa no debía pasar nunca del 30% del PBI. Eso quedó por los suelos desde comienzos de la pandemia. La deuda externa alcanzó el 39% del PBI antes de Castillo y, según Latinfocus, llegaría a 42% este año y a 43% en el 2022. Para fines de comparación, según Latinfocus la deuda de Chile llegará a 72% y 72.5% de su PBI en los mismos años.

 

Pero la oposición radical ha llegado a la conclusión de que, ya sea vía deuda o reforma tributaria, lo que el gobierno planea es una orgía populista.

 

Previendo la inflación consiguiente -la actual ya llega a 6%-, el BCR se ha adelantado a subir la tasa de interés a 2%. Eso va a desatar a las furias en ambas orillas.

 

El alza de la tasa es para frenar la inflación, pero frena también el crecimiento. Eso explica el malestar venidero de la izquierda en el gobierno, descontenta con la decisión que marca el inicio del fin de la política monetaria expansionista en el Perú.

 

Es un giro de proporciones enormes. Uno que, con seguridad, tampoco dejará satisfechos a los empresarios, porque supone el retiro de los estimulos monetarios que han permitido a muchas empresas sobrevivir en la travesía difícil de la pandemia. Por gradual que sea el retiro de los estímulos, en adelante las empresas tendrán que adaptarse a la nueva normalidad.

 

Porque la inflación hay que pararla ahora, mañana será demasiado tarde.

 

Así, mientras la izquierda comienza a sospechar que se puede estar en el gobierno y no tener el poder, la derecha que optó por una política de tierra arrasada y esperaba que la inflación se encargue de tumbar al gobierno, verá que el telón de fondo ha cambiado con la decisión de comenzar a frenar hoy la inflación que es el flagelo del pueblo.  Udiean

 

Aquí es donde se pone hoy a prueba al Banco Central en la defensa del candado de las reglas fiscales puesto en su lugar 30 años atrás para que las furias de la inflación nunca más pudieran escapar de su prisión.

 

Si ambas orillas coinciden, en cambio, en impedir el abatimiento de esas furias aun encadenadas, la paradoja sería que los extremos se toquen cuando se trata de la ambición política o del bolsillo.

 

 

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jueves, 11 de noviembre de 2021

MEDIA COLUMNA miércoles 10 noviembre 2021 "Baile del salón rancio"



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Baile del salón rancio

 

 

Jorge Morelli

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El paro de transportes del lunes pasado fue suspendido en Lima. Pero en el Cusco hubo bloqueo de carreteras.

 

Fue suspendido luego de “acuerdos” de los grandes transportistas formales con el gobierno. Firmaron un acta la Confederación de Transportistas Terrestres del Perú, el Gremio Nacional de Transportistas y Conductores (GNTC), la Asociación Nacional de Transporte Terrestre de Carga, y la Unión de Gremios de Transportes Multimodal. Los grandes gremios de carga suspendieron el paro a cambio de los “acuerdos” con el gobierno.

 

¿Cuáles fueron los “acuerdos”? El principal es incluir el diésel en el Fondo de Compensación de Precios de los Combustibles (FCPC) por tiempo indefinido. Así figura entre los puntos del acta firmada.

 

El galón está hoy entre S/11.5 y S/23, pero está por verse si habrá reducción. La experiencia al respecto es que el GLP envasado (balón de gas) que fue incluido en el FCPC hace dos meses, para bajar en 11 soles el balón, ha vuelto a subir. El balón de 10 kilos está entre S/ 38 y S/ 63. Es decir, la inclusión tiene un efecto nulo y es un engaño o terminará desembocando en un subsidio escondido.

  

Pero lo peor es que, si hubiera reducción, esta no es para todos. Solo para los “debidamente autorizados”.

 

Los gremios de carga no son los únicos con “acuerdo”, sin embargo. La reunión de los gremios formales de transporte urbano de Lima con el gobierno fue el 3 de noviembre, cinco días antes del paro. El “acuerdo” en ese caso renovó las rutas a los transportistas por 10 años. Comentó luego el ministro que el plazo de 10 años “se enmarca en el esquema de concesiones que permite a los transportistas títulos estables”. En verdad estas licencias son títulos nobiliarios del más rancio mercantilismo.   

 

El encono en el enfrentamiento permanente entre formales e informales hace perder de vista a los transportisas que el verdadero enemigo es el que tienen en común y es el Estado: el oligopolio público-privado de Petroperú y una empresa privada extranjera, que fija los precios finales de los combustibles al público sin que el organismo regulador pueda o intente siquiera impedirlo.

 

Tal es el margen de discrecionalidad del Estado que al gobierno de turno le resulta fácil enfrentar a los transportistas entre sí -formales versus informales, grandes versus pequeños- para llegar a “acuerdos” con unos contra los otros mientras sube los precios a todos. No es solo para acomodar las alzas internacionales sino para ir mucho más allá, a financiar planes políticos aun más rancios, como el retorno a los campos de La Brea y Pariñas para “abastecer a la refinería de Talara”.  

 

El 30 de noviembre habrá otra reunión de los transportistas formales con el gobierno para evaluar el cumplimiento de los “acuerdos” que suspendieron el paro. Allí se comprobará que -tal como ocurrió con los de marzo, en plena campaña electoral- los “acuerdos” no se habrán cumplido.

 

La nueva fecha del paro es el 1 de diciembre. Y así prosigue el baile del salón rancio.

 


jueves, 4 de noviembre de 2021

MEDIA COLUMNA miércoles 3 noviembre 2021 "Gas para dummies"

 

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Gas para dummies

 

Jorge Morelli

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La masificación del gas es contraria al interés de los consumidores, a la política energética correcta, a la política exterior del Perú y a las prioridades ambientales globales.

 

Es, primero, un craso error geopolítico que hará depender la energía del Sur del Perú de la decisión política boliviana mucho más allá de lo que dure este gobierno.

 

Igualmente, es un grave error estratégico de política energética, que compromete la matriz energética del Perú de manera permanente.

 

Un reciente informe del ex ministro Jorge Baca Campodónico sobre la masificación del gas señala que desde la decisión del Estado, años atrás, de pasar la matriz energética del Perú del petróleo al gas natural, la moratoria de diez años en la construcción de hidroeléctricas se hizo para permitir la colocación del gas de Camisea en la generación de electricidad.

 

Con ello, el Estado distorsionó el mercado de la energía. En 2001, más del 80% de la energía eléctrica era producida por hidroeléctricas. Quince años después, en 2016, la participación de las hidroeléctricas en la producción de electricidad se había reducido a menos de 50%.

 

Por si fuera poco, de una de las tarifas de electricidad más bajas de la región en los 90, hemos pasado a una de las más caras.

 

Pese a que el final de la moratoria en 2017 permitió recuperar en algo la participación de las hidroeléctricas en la producción de electricidad, la masificación del gas impedirá que la energía hidroeléctrica limpia recupere el lugar que debe ocupar en la producción de electricidad.

 

Baca señala además que, “contrario a lo que se nos ha hecho creer, el gas natural no es una fuente renovable de energía limpia sino, por el contrario, de emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Incumpliremos, así, el compromiso de reducir los GEI en 30% para el 2030”, adelanta.

 

Los acuerdos firmados con Bolivia la semana pasada incluyen la interconexión de gasoductos -el peruano y el boliviano- y la construcción de redes de distribución de gas en el Sur peruano. El gasoducto boliviano es para hacer posible la exportación del gas boliviano a través de Ilo a los países del lado del Pacífico. Dado el retraso indeterminado y el enorme costo del frustrado Gasoducto del Sur peruano -que ni siquiera es licitado nuevamente aun-, la dependencia del gas boliviano se convertirá en una situación permanente para el Sur del Perú. 

 

El consorcio Camisea ha declarado que apoya sin reparos la masificación del gas natural. Camisea produce 1,600 millones de pies cúbicos diarios, de los cuales 600 se dirigen al consumo interno, una cantidad similar se exporta, y el 25% se reinyecta en el suelo. Al consorcio le conviene la masificación sencillamente porque solo así venderá más gas.

 

Pero la masificación es una inversión masiva que el Consorcio ha adelantado que no hará. Eso es responsabilidad del Estado, afirma. Esa será la negociación principal ahora y no solo un nuevo reparto de los beneficios entre el Estado y la empresa. Obviamente llegarán a un acuerdo. “El Estado es nuestro socio”, dice ahora Camisea, porque con la masificación el consorcio podrá colocar en el mercado masificado -creado por su “socio”- el 25% del gas que hoy reinyecta en el suelo porque no hay quién lo compre.

 

Qué se debería hacer con el gas de Camisea, pregunta Baca. La tendencia mundial es a derivar el gas natural a la producción de fertilizantes, dice. La lucha contra el cambio climático va a traer consigo el abandono del gas para generar electricidad. El gobierno va contra la tendencia mundial, añade. El G20 acaba de aprobar la nueva meta de reducir el calentamiento global a 1.5 grados centígrados sobre la temperatura anterior a la era industrial. La masificación del gas va contra ese objetivo.

 

En lugar de masificar el gas natural -dice Baca- deberíamos masificar la electrificación del país, pero con una matriz energética limpia y renovable. La propia Bolivia ha tomado ya esa misma decisión y anunciado un plan de electrificación masiva con energía solar para sustituir al gas natural que hoy genera el 70% de la electricidad de Bolivia. Así podrá volver a proveer gas a Brasil y a Argentina y exportárselo al Perú, que ha decidido masificar su uso.

 

Los “socios” -el público y el privado- están de acuerdo en todo esto a espaldas del mejor interés de los consumidores, de la política exterior del Perú, de la política energética de un país que tiene un porcentaje importante del agua del planeta, y de las prioridades ambientales globales

 

Y esto para depender de una fuente de energía que no es limpia y que irá desapareciendo de la economía global. Esta es la definición misma del mercantilismo, que consiste en poner al Estado al servicio de intereses económicos privados y fines políticos miopes.     

 

 

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