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MEDIA COLUMNA
Salvo el poder,
todo es ilusión
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
No hemos olvidado la confesión sincera de Abimael Guzmán sobre la motivación que lo llevó al terrorismo para la captura del poder.
Socavó por décadas los cimientos de la sociedad peruana infiltrando el magisterio y la magistratura. Sin justicia y sin educación, era previsible el odio del pueblo contra los políticos, contra los poderes, contra el Estado.
Años más tarde, las motivaciones
del neo estatismo caviar y sus tontos útiles es hoy la misma: la captura del
poder. Solo que por otros medios. La violencia ya no es física, es mental. No asesina
a personas, suprime la verdad para una generación equivocada. Su genocidio virtual
sustituye la realidad por una narrativa que lleva a la captura del poder. Sus
declaraciones de intención, sus programas de ayuda social no son sino tiendas
de oxígeno incapaces de reemplazar una atmósfera económica que respirar, su necio
empecinamiento en el cambio constitucional no es sino encubrimiento. Lo que tenemos
ante los ojos es la fría ejecución de una agenda para la captura del poder.
La torpeza increíble del
Congreso de vacar la Presidencia por segunda vez en este quinquenio, sin
embargo, no estaba en sus planes. Ante el hecho, perdieron los papeles y
mostraron todas sus cartas ocultas. Se volvieron locos de miedo.
Salieron a las calles a agitar
con la cobertura de sus medios adictos. Nada pasó el primer día. Al segundo,
perdida ya toda compostura, fueron por una víctima para el sacrificio al ídolo
del poder, una cabeza de turco, un chivo expiatorio. Y lo hallaron. Su víctima
propiciatoria fue el presidente improvisado por la infinita ceguera del
Congreso. Lo derribaron. Y habrían incendiado el Congreso si la Polícía no los
hubiera detenido en la batalla campal de Abancay en que fallecieron esos dos
muchachos cuya muerte hoy no pocos lamentan hipócritamente.
No obstante, la izquierda ha
caído en su propia trampa. No estaba en absoluto en su agenda que su llegada
por primera vez al poder fuera provisional,
solo por ocho meses. Es una migaja. Querían el poder.
Y menos pensaron tener que llevar adelante un proceso electoral lleno de trampas. Las circunstancias los han obligado a asumir la responsabilidad política de las elecciones. Y sus medios serviles no podrán manosearlas ni ayudar a sus candidatos sin ponerse en evidencia. Con una vigilancia de 24 horas siete días por semana, y un mandatario provisional que no ensuciará sus pergaminos, no habrá forma de disimular no ya un fraude sino el intento siquiera de una manipulación mediática del voto.
La izquierda comienza a sospechar que se ha metido donde no debía y acabado donde no quería. Acostumbrada a la intriga, carcomida por la corrupción de las migajas del poder en todos los gobiernos que infiltró, ahora tendrá que dar a una batalla abierta en terreno ajeno.
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