lunes, 9 de diciembre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 8 diciembre 2019



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MEDIA COLUMNA
Huamanga hace suya
la fuerza de la propiedad

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


En la Universidad Nacional San Cristobal de Huamanga, en Ayacucho, donde nació Sendero Luminoso, los intelectuales que hoy dan forma al paradigma del pensamiento en esa región han hecho un giro definitivo. En Huamanga hoy se debate sobre la idea de la propiedad.

“De mendigos a propietarios” es el nombre que asignó la UNSCH a la conferencia a la que invitaron ayer a Hernando de Soto y a Miguel Vega Alvear.

Este es el qué de la cuestión, y lo que en verdad importa. El resto de la discusión versa sobre el cómo. Esto, es ¿quién debe ser el propietario de los recursos naturales?

La Constitución dice que son patrimonio de la Nación. Los recursos estratégicos para el siglo XXI –el cobre, el litio- son entonces de todos los peruanos.

El Estado los concesiona a las empresas que pueden extraerlos. Pero el bloqueo sistemático de la extracción por las comunidades que tienen el control de la superficie sobre los recursos demuestra que el sistema tiene una falla. Y el diálogo no basta para repararla. 

Ante el impase, la posición de las comunidades ayacuchanas y de la intelectualidad huamanguina hoy es que la propiedad de los recursos naturales del subsuelo debe ser de las comunidades que tienen el suelo sobre los recursos.

Como todos los peruanos, los comuneros ayacuchanos y la intelectualidad huamanguina tienen todo el derecho de presentar una modificación constitucional para proponer al país ese cambio. Pero es necesario advertir que es un camino incierto.

Si el subsuelo fuera de propiedad solo de quien tiene el suelo sobre ellos, los recursos naturales no serían ya de todos los peruanos, sino solo de algunos peruanos. Esto no se condice con la vocación igualitaria de los peruanos, de la intelectualidad huamanguina y de los propios comuneros ayacuchanos. Ese camino sería incierto por inequitativo e injusto para con todos los demás peruanos -incluidas las comunidades que no poseen recursos mineros bajo su tierra- que tienen igual derecho a participar en la renta que producen los recursos estratégicos y quienes probablemente no aceptarán esa propuesta.

Para hacer justicia a las comunidades que tienen las tierras encima de los recursos naturales no hace falta cambiar la Constitución. Su participación equitativa en los recursos puede conseguirse de inmediato sin entrar al largo camino de una modificación constitucional de resultado incierto.

Eso se puede conseguir dándole a las tierras de la superficie encima de los recursos su justo valor de mercado. No el precio que dice la empresa, no el que dice el Estado y tampoco el que dice quien controla la tierra. Ninguno de ellos sabe. Solo el mercado puede determinar de manera objetiva e imparcial cuál es el valor de esa tierra. Solo el mercado puede decirlo de manera aceptable para todos. Pero no el mercado local, donde la tierra vale muy poco, sino el mercado global. Del mismo modo que es el mercado global el que determina de manera imparcial y objetiva cuál es el valor de los recursos naturales que están debajo.

Existe el derecho de proponer la reforma constitucional que los huamanguinos quieren. Para qué elegir ese camino largo e incierto, sin embargo, cuando existe otro equitativo y justo para todos los peruanos y con resultados concretos y a plazo cierto para todas las comunidades del Perú que tienen recursos naturales debajo de sus tierras.

Es la idea de la propiedad -la fuerza del cambio- lo que Hernando de Soto y Miguel Vega Alvear propusieron ayer en Huamanga a un auditorio lleno en el aula magna de la universidad que fue el símbolo de una era que al fin ha quedado en el pasado.


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domingo, 8 de diciembre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 6 diciembre 2019



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MEDIA COLUMNA
El centro del tablero

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Se ha desbaratado el plan del enemigo, que era controlar el litio y el cobre boliviano, argentino, chileno y peruano, los recursos para el siglo XXI. Porque el gobierno de Evo ha caído, y Bolivia era el centro del tablero.

El proyecto del gasoducto para abastecer con gas natural boliviano a siete regiones del Perú, que habría puesto la llave de la energía del Sur en manos de Evo, queda en suspenso ahora. Ese gasoducto habría sido construido por la estatal rusa Gazprom. Ya había contratos firmados al respecto por Evo.

El interés ruso en la región –legítimo, en principio- es en el litio y el cobre para el siglo XXI.  Pero no es aceptable para el Perú el gasoducto boliviano. Tampoco si no está Evo ya, porque generaría la dependencia energética del Sur del Perú respecto de Bolivia, lo que compromete la soberanía peruana. Por la misma razón, muchos advierten en Europa que el gasoducto Nordstream2 desde Rusia a Alemania, también de Gazprom, generará dependencia de Europa del abastecimiento de gas ruso. Otro tanto sucede con el Turkstream, el gasoducto desde Rusia a Turquía, un país de crucial importancia estratégica para la OTAN.

Volviendo a lo nuestro, el litio está en Bolivia, en Chile, en Argentina y también en el Perú. Su explotación en el Sur -por Yellow Cake en Macusani, a la que el Estado peruano pone extrañas trabas- se dará incluso en condiciones más rentables que en los salares chilenos de Atacama, los bolivianos de Uyuni o los argentinos. Ellos emplean salmuera en salares, necesitan gran cantidad de agua escasa, y extraen apenas un tercio del recurso. La nuestra es de litio en roca a tajo abierto y está asociado al uranio. Nuestra operación será definitivamente más rentable. Y el Estado peruano arrastra los pies sospechosamente. 

Retomando el hilo, ahora que va a perder el control del crudo de Venezuela, el plan del enemigo era echar mano del litio y del cobre del sur del Peru, del norte de Chile y del oeste boliviano y argentino. Para esto se proponía conseguir gobiernos “amigos” en los cuatro países. Aun si debía derrocarl a los existentes, por lo visto. Y al único que consiguió derrocar es al gobierno de Bolivia. Solo pudo conseguir el gobierno argentino que, con la sociedad Fernández & Fernandez, es económicamente inviable. Como en el ajedrez, quien controla el centro del tablero gana la partida. El centro del tablero era Bolivia y el enemigo ha perdido la partida.

Ahora, sin embargo, es indispensable ganar la paz.

Para ganar la paz la clave es la propiedad. En nuestro caso, reconocer los legitimos intereses reales de los comuneros y mineros informales del Perú en la propiedad de la tierra, comenzando por el suelo inmediatamente sobre los recursos naturales del cobre y del litio. El Estado es y seguirá siendo el titular de los recursos naturales, porque son de todos los peruanos. Los concesionará a las empresas que tengan el capital y el conocimiento para extraerlos.

Pero ganar la paz significa aquí y ahora reconocer a los comuneros y a los mineros informales la propiedad de la tierra inmediatamente encima de esos recursos, permitiendo que esa tierra tenga un precio de mercado, uno que no puede ser fijado por la empresa, ni por el Estado ni por el dueño de la tierra, sino solo por el mercado. Y por el mercado global, no el local donde la tierra no vale nada. Es eso, o los comuneros y mineros que controlan la superficie no dejarán sacar los recursos que están debajo.

Esto es lo que propone al Perú y al mundo Hernando de Soto. Esta vez lo está haciendo en la propia Huamanga. Es hora de que los grandes mineros lo escuchen en lugar de aferrarse a la manera tradicional de actuar, que ya no funciona.

Es hora de cambiar. Son los comuneros y los mineros informales del Perú quienes tienen raíces en la tierra y en las minas quienes tienen un interés real en la propiedad de la tierra. Como los ronderos ayer, ellos no son el enemigo, ellos detendrán al enemigo. Ellos son el futuro del Perú.

  
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jueves, 5 de diciembre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 4 diciembre 2019




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Hartos de ustedes

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Las imágenes llegan hoy desde el DF mexicano. De nuevo marchan por el Paseo de la Reforma y el Zócalo contra López Obrador, del Grupo de Puebla; contra Evo, refugiado en el DF; contra Maduro y la cúpula de Caracas; contra los herederos de Fidel en La Habana, cuyos nombres ya nadie recuerda; contra Lula y el Foro de Sao Paulo que diseminó la corrupción por todas partes; contra la sociedad de comediantes Fernández & Fernández de Buenos Aires. Los pueblos de América Latina recién comienzan a entender que la izquierda no es otra cosa que una opción reaccionaria.

Es parte del malestar que provocan las democracias de baja gobernabilidad. Las mismas que incuban la demagogia y luego la recaída en el autoritarismo en un ciclo sin fin. 

Pero ya estamos hartos de su perpetuo autoengaño, de su estupidez incurable, de su hipocresía insufrible. En suma, estamos hartos de ustedes.

Puede que en Europa todavía abunden tontos útiles de la caviarada, pero en América Latina van a perder el poder. En Caracas y en la Habana, como lo ha perdido Evo en Bolivia. Su ofensiva en esta primavera árabe sudamericana ha sido un total fracaso. No tumbaron a los gobiernos de Chile ni de Ecuador. Perdieron las elecciones en Uruguay ante Lacalle como en Brasi ante Bolsonaro. Si consiguieron engañar aun la buena fe del pueblo mexicano, eso ya no corre más, como muestran las imágenes apenas luego de un año con AMLO en la presidencia. Si han creido engañar al pueblo argentino, equivocan también. Son victorias pírricas, porque el desastre de ambas economías es inmanejable. Tendrán que administrarlo ustedes y la responsabilidad será suya. 

Frustrado como todos, el papa Francisco ha intuido correctamente: "Hay gobiernos débiles, muy débiles, que no han conseguido poner orden y paz dentro", dijo refiriéndose a Chile, Colombia, Bolivia. Y agregó que es un “problema que no entendemos". 

No es difícil de entender, sin embargo.

El malestar de la gente en todas partes no proviene solo de la desigualdad, sino de la “debilidad” del gobierno en responder, lo que no es sino la consecuencia de que la democracia de baja gobernabilidad es, en efecto, incapaz de  resolver los problemas del pueblo en todas partes. 

La democracia baja gobernabilidad produce el fracaso de todos los partidos en el gobierno. Pero todo se origina en una falla en la arquitectura de la democracia de baja gobernabilidad, en un mal equilibrio de poderes. 

Las reformas que el gobierno de Piñera viene pidiendo a su Congreso, por ejemplo, prueban que también Chile, la mejor democracia de la región, tenía todavía rasgos de una democracia de baja gobernabilidad. Esa misma falla en el propio país del Papa, Argentina, es aun peor. Y lo mismo ocurre en el Perú, Bolivia y Ecuador. Si el Vaticano entendiera esto con claridad podría incluso mediar fructíferamente en los conflictos de este hemisferio, como se lo piden desde Bolivia y Venezuela.

Solo la infinita tolerancia de los latinoamericanos ante el desorden institucional al que están acostumbrados ha hecho posible que el cadáver político del castrismo haya podido arrastrarse hasta hoy. Pero todo tiene un límite. La violencia que hemos vivido ha sido montada por ustedes y nunca se les paso por la cabeza siquiera que estaban organizando su propia derrota. No son un adversario digno. Han jugado sucio y han perdido. No se han ganado en estas batallas ni siquiera el respeto debido a un enemigo legítimo.

     
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domingo, 1 de diciembre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 1 diciembre 2019



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Imanes de locos

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Hace como cuarenta años diseñé un plan para llegar al poder. Primero, ser profesor universitario. Segundo, trabajar en el Estado. Tercero, fundar un instituto de estudios para no dejarle al enemigo el campo libre en la lucha por el paradigma generacional. Cuarto, usar el instituto para echar mano de un periódico. Quinto, usar el periódico para construir un partido. Finalmente, llegar al poder co el partido. 

Mi plan funcionó a medias, aunque para nada en el orden indicado. Como regla general, eso prueba que los planes valen poco en la vida y que lo que importa es pesar sobre la realidad como el agua, que se precipita por la grieta que se abre aunque no obedezca a ningún plan. Carpe diem. Después de todo, como decía Lennon, la vida es lo que le pasa a uno mientras está ocupado haciendo otros planes.

Además, en el Perú -donde todo es cambiante- las reglas, las premisas mismas sobre las que descansaba mi plan se fueron al hoyo. Primero, resulta que llegar al gobierno hoy no significa llegar al poder. Hubo un tiempo en que los politicos eran líderes. Hoy basta con un héroe producido mediáticamente. Cualquiera llega al gobierno, pero ya nadie llega al poder.   

Segundo, tampoco los partidos políticos sirven ya de nada. Nadie cree en ellos. Ninguno de los jóvenes que conozco tiene el menor interés en aproximarse a alguno y, si me preguntaran, trataría de disuadirlos. No tiene sentido hacerse de un partido. Un medio de comunicación es más eficaz si conseguir el gobierno se trata, pero tampoco sirve para llegar al poder.

Partidos y medios no son hoy vehículos de ideas. Sirven para acarrear emociones, impresiones de los sentidos. Siento, luego existo es el paradigm de la era. Y las redes son el universo de la nueva realidad. La verdad cruda es que partidos y medios no son hoy sino imanes de locos, alucinados con proyecto. Solo se puede alcanzar una apariencia de poder fugaz y engañosa. Todos hemos tenido nuestra cuota de fama. Grande o pequeña, es una ilusión vana. Por ahí no se llega al poder, ni siquiera al gobierno ya. El demencial Pensamiento Gonzalo decía que, salvo el poder, todo es ilusión. Hoy el poder mismo es una ilusión.     

Queda traducir ideas en imágenes instantáneamente comunicables. Es el nuevo lenguaje ecuménico. El diseño emocional es toda una apuesta al azar. En una de esas, quién sabe, como el burro del cuento que toca la flauta una vez por un instante una imagen, una palabra, un acto cualquiera se conecta con lo que la gente siente. No es sino la sombra de una idea en la pared de la caverna pero, nunca se sabe, una chispa puede reinventar el fuego.

      
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sábado, 30 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 29 noviembre 2019



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Nada es a prueba de idiotas

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Las empresas legítimamente interesadas en proteger el modelo de una economía en libertad jamás debieron dar semejante cantidad de dinero a los partidos politicos. Debieron ofrecérselo a los think tanks de quienes podían dar la batalla política, y apoyar a los medios de comunicación que pudieran acogerlos. Así es como se gana una batalla política. No arrojándole dinero al problema. 

Habría sido una inversion no solo infinitamente más eficiente en resultado, sino absolutamente inobjetable desde un punto de vista ético.

No somos pocos los que hace décadas, desde medidados de los 80, tocamos puertas para pedir a las empresas apoyo para institutos que pudieran dar respuesta al falso desafío intelectual del enemigo. Era para dar la batalla, contestar y competir en su propio terreno con las ONG de izquierda financiadas desde fuera. No era difícil vencer. Sus productos eran mediocres por estar construidos sobre cimientos endebles y con arquitecturas fundadas en premisas falsas y lecturas ideologizadas que podían refutarse fácilmente con solo atender al proceso de la realidad sin prejuicios.

Pero algunos empresarios sienten solo desprecio por los intelectuales,  incluso por los que podían defender el principio constitucional de que la iniciativa privada es libre. En vez de eso, prefieren campañas mediáticas entregando verdaderas fortunas a los partidos para que ganen elecciones instrumentando medios para aturdir a la opinión pública y sembrar el miedo para acorralar el voto. Eligieron el camino ilegítimo solo porque no era ilegal. Nada es a prueba de idiotas.

Hay tontos convencidos de que el dinero es omnipotente y produce resultados instantáneos. El dinero no lo puede todo, el lavado de cerebro es más poderoso. El enemigo ha hecho su trabajo minuciosamente, paso a paso, en etapas perfectamente conocidas: desmoralización, desestabilización, captura del poder. Desmoralizar a un país toma 20 años. Se ha completado el proceso cuando el pueblo es avergonzado y humillado diariamente y convencido sistemáticamente de que su patria es una trampa sin salida.

No somos pocos, sin embargo, los que recordamos bien la década en que vencimos a la hiperinflación, al terrorismo senderista y al emerretista en la embajada japonesa, la década en que redujimos a un tercio las hectáreas sembradas de coca, en que firmamos la paz para siempre con un país hermano. Creo no equivocarme si digo que los peruanos estábamos orgullosos del Perú.

Si hace 20 años hubiéramos podido hacer el trabajo paciente de apelar a la lucidez, de crear una narrativa que alcanzara a todos los peruanos significados para su historia de los que estar orgullosos, habríamos evitado la desmoralización. Desmoralizados, los seres humanos se consuelan en el desencanto de que ya nadie los tomará por tontos. Pero falta algo en sus vidas y no sabén lo que les falta.

Los empresarios peruanos hoy no volverán a donar jamás un centavo a un partido politico. Pero au es necesario devolverles a los peruanos su historia -que les ha sido expropiada- y recuperar su dignidad que un día conocieron y necesitan hoy para seguir adelante.

      
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viernes, 29 de noviembre de 2019

jueves, 28 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 27 noviembre 2019



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Los monopolios privados


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Un decreto de urgencia ha aprobado la ley de Control de la Concentración Empresarial, también llamada ley de fusiones. Es una ley antimonopolio, pero en el Perú nunca llamamos a las cosas por su nombre.

¿Existen hoy en el Perú monopolios privados o públicos? Juzgue el lector. A grandes rasgos, las primeras veinte megaempresas del Perú suman ingresos por unos 50 mil millones de dólares anuales, una cifra equivalente al 25% del PBI. De las veinte, cuatro están en energía, cuatro en minería, cuatro en finanzas, cinco en comercio, dos en telecomunicaciones y una en salud. 

En energía, una es estatal y la otra privada: Petroperú y Repsol. En minería, las cuatro son privadas: Antamina, Cerro Verde, Southern y Las Bambas. En finanzas, tres son bancos privados: BCP, BBVB y Scotia. En comercio hay cinco grupos privados: Intercorp, Ferreycorp, Supermercados Peruanos, Trafigura y Cencosud. Los dos en telecomunicaciones son Telefónica y Claro (Carso). Finalmente, EsSalud vive en un limbo sui generis: no es formalmente estatal ni realmente privada.    

Son, pues, entre dos y cinco las empresas a la cabeza de cada sector, apenas un puñado. Y diez son privadas. Dos son públicas (o semipúblicas): Petroperú y EsSalud. 

Dejando de lado a las mineras -que no se relacionan con el consumidor directamente-, ¿qué probabilidad existe de que en cada uno de esos cuatro sectores en el Perú –energía, finanzas, comercio y salud- prevalezca la competencia libre en beneficio del consumidor antes que el monopolio, el oligopolio o la concertación en su perjuicio?

Son muy pocas las megaempresas en cada sector de nuestra economía, y es fácil la concertación entre ellas. Por eso no basta con legislar la concertación a futuro. La regulación al presente es necesaria. Veamos.

La primera ley antimonopolio fue la del gobierno de Theodore Roosevelt en Estados Unidos hace un siglo contra el monopolio petrolero de la megaempresa Standard Oil de John Rockefeller. Dio lugar a una decisión judicial que obligó al hombre más poderoso del país a divider su imperio en 36 empresas diferentes. Después de eso, no obstante, fue aun más rico que antes. Conclusión tentativa: no es solo, entonces, que el monopolio -privado o público- sea perjudicial para el consumidor, sino que lo es para la propia empresa pública o privada que lo maneja, para cada economía en particular y para la economía global. Hay interés público en la libre competencia no solo en defensa del consumidor, sino de la libertad de la economía.  

¿Cómo pudo ocurrir entonces la concentración que condujo a las empresas “demasiado grandes para quebrar”? Su origen es posible rastrearlo hasta la decisión política que Nixon se vio obligado a tomar en 1971 al romper el vínculo del dólar con el oro, vigente desde Bretton Woods en 1944. El déficit fiscal generado por la guerra de Vietnam en defensa de Asia no le dejó otro camino. Hasta Milton Friedman estuvo de acuerdo en que no había otra salida. El resultado es que desde entonces la marea creciente de dinero fácil y barato en la economía global distorsiona las señales para la inversión en todo el planeta. Desvía la inversión global hacia la economía virtual de las finanzas de Wall Street apartándola de Main Street USA y de las economías reales en todas partes hasta crear las megaburbujas globales que vemos colapsar. El mecanismo es este: el dinero fácil y barato multiplicó a escala global las fusiones y adquisiciones de megaempresas entre sí. Estas no siempre crean riqueza nueva y, más bien, siempre traen aparejado el peligro de la concertación o sus formas agravadas, el oligopolio y el monopolio. Es lo que hace la plata barata.

Nunca acabarán los males derivados de la decisión política de Nixon hasta que volvamos a tener un referente del valor, una estrella polar en el firmamento que guíe a las naves de la economía global. Pero la lección para nosotros aquí y ahora es que, como muestra la experiencia, no bastan una ley de control de la concentración empresaria ni un organismo regulador –el Indecopi, si vamos al caso- si este no puede abrir a la libre competencia un mercado cerrado.  


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