miércoles, 21 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 21 octubre 2020 "Mes de brujas"

 

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Mes de brujas

 

 

Jorge Morelli

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Dos acontecimientos esta semana provocan un giro de 180 grados en el escenario político peruano.

 

La victoria de Evo Morales en Bolivia y el recrudecimiento de la violencia en Chile –hay dos iglesias incendiadas y más de 500 detenidos- van a poner en aprietos a la izquierda local.  A primera vista parece lo contrario, pero no es así. El electorado peruano no es de izquierda hoy en su mayoría. Es una reciente clase media amenazada de recaer en la pobreza por la crisis de la pandemia. Lo que explicablemente quiere es proteger su patrimonio en peligro, renegociar su deuda con el banco, ver luz al final del túnel. Lo que no quiere es caos urbano como en Santiago  o un nueva recaída en la demagogia de izquierda como en Bolivia.

 

En suma, las candidaturas de extrema izquierda en las próximas elecciones de abril –las de Arana y Verónika, que además van separadas- no se van a beneficiar en nada de una recaída latinoamericana en el grotesco escenario anterior a la pandemia. Sus cómplices del eje La Habana, Caracas, Foro de Sao Paulo, La Paz, Buenos Aires son este fin de mes unos monstruos de mes de brujas.   

 

El segundo acontecimiento fantasmal es la reaparición del zombie de la vacancia de la Presidencia por “incapacidad moral permanente”. He sido y soy enemigo de esa barbarie que debe ser derogada porque es el símbolo del desequilbrio de poderes que amenaza a nuestra democracia. Incluso en el caso de Vizcarra que, como PPK, tenía que ser procesado, de ser el caso, ni un día antes del final de su gobierno. Veremos si esta vez el Congreso tiene los dos tercios de los votos que necesita. La moción, no obstante, será admitida y el Congreso volverá a debatir la manoseada herramienta una vez más hasta la náusea.

 


Examinemos brevemente entonces el escenario político del día siguiente de la segunda vacancia de este malhadado quinquenio.

 

Primero, las candidaturas afines al oficialismo se quedarán sin piso. El gobierno ha promovido de manera activa lo que en otro tiempo fue una estrategia astuta y hoy ya es práctica adocenada: poner varios caballos en el partidor para que cada uno aporte su cuota al Congreso. Los candidatos afines podrían no ser menos de cuatro: Julio Guzmán, Urresti, Salaverry, Cateriano. Tal vez sean cinco si Forsyth, el joven ex alcalde de La Victoria, sigue aun bajo el encanto de ese embrujo del que, sin embargo, ya toma distancia. De darse la vacancia, sin embargo, todos ellos tendrán que correr por su cuenta y bailar con su pañuelo, porque el gobierno provisional entrante de Acción Popular ciertamente no les prestará apoyo ninguno.

 

Tampoco podrá prestárselo siquiera a su propio pupilo en la carrera. El otro Paniagua del segundo gobierno “de transición” de Acción Popular se enfrenta hoy a una candidatura dividida internamente porque el vampiro del populismo ha clavado los colmillos en el cuello de la vieja dama de Paseo Colón. Marcado al milímetro, vigilado por video 24/7, el gobierno provisional de Merino no tendrá margen de acción para favorecer a nadie en la carrera. Ya tendrá bastante trabajo con conseguir siquiera un gabinete.

 

Los candidatos restantes, finalmente –demasiados para enumerarlos aquí-, resultarán involuntariamente beneficiados por la zancadilla que la vacancia desde el interior y la izquierda desde el exterior ponen a media docena de sus adversarios, que rodarán en tropel por la pista de carrera.      

 

 

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sábado, 17 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 16 octubre 2020 "Falsa e hipócrita"


 

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Falsa e hipócrita

 

Jorge Morelli

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El Perú produce unas 150 toneladas de oro al año.

Si esa cifra no incluye la produccion informal de oro, que es de unas 50 toneladas al año -el evento minero reciente la calcula entre 40 y 60 toneladas-, significa que el oro informal es una cuarta parte de la producción. Si la incluye, más gravemente, significa que el informal es un tercio entero de todo el oro que produce el Perú. Y es el sexto productor del mundo.

El oro llegó hace poco en el mercado global al precio de dos mil dólares la onza. O sea, el oro que el Perú produce vale unos diez mil mil millones de dólares anuales a precio demercado. Es un tercio de la deuda del Perú, cada año.

Y el destino de la tercera o la cuarta parte de esa gigantesca fortuna es oscuro. Sale de contrabando a Bolivia o es la moneda en que se paga la exportación de cocaína que, obviamente, no puede emplear cheques ni dólares en efectivo que tendrían que pasar por los bancos o moverse en camiones. El  oro, en cambio, no ocupa tanto espacio y no pasa por el banco. Esa fortuna, en suma, paga por el tóxico inframundo del crimen que corrompe la economía del Perú.

 

Hay intereses creados detrás de este estado de cosas y pretextos absurdos para justificar los controles inútiles de la libre compra y venta de oro en el país. La fracasada formalización de los mineros es parte de ese control inservible. Esta solo refuerza su fuga por las fronteras porque el oro informal no puede ser comprado y vendido libre y legalmente en el Perú.

Este inicuo orden de cosas roba a los peruanos el acceso a lo que hoy es el único refugio del valor en todo el mundo. Si el oro ha llegado al precio que tiene en el mercado global es porque bancos centrales, empresas y personas en todo el planeta lo compran masivamente para proteger su patrimonio de la pérdida permanente de valor de las monedas, los bonos y las acciones en el mercado global.

Salvo en el Perú, desde luego, donde -pese a ser el sexto productor del mundo- los peruanos se ven impedidos de acceder libremente al oro y tienen por único refugio un dólar que, con respecto al oro, vale 50 veces menos que hace 50 años cuando en 1971 Nixon rompió el vínculo del dólar al oro establecido por Keynes en Bretton Woods en 1944.

La libre comercialización del oro en todo el territorio peruano -la mera posibilidad de ir a un banco y comprar o vender oro sin complicaciones innecesarias- liberaría esa riqueza y devolvería a los peruanos el refugio para el valor y la acumulación de capital a que tienen derecho por ser el Perú uno de los pocos grandes productores de oro en el mundo.

Lo fue siempre, pero no lo sabe. Una formalidad falsa e hipócrita lo mantiene en silencio.

 

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miércoles, 14 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 14 setiembre 2020 "Pegado con babas"


 

 

 

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Pegado con babas

 

 

Jorge Morelli

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Desde hace ya 40 años, por influencia de las escuelas de administración, los economistas de esa formación han abrazado el lenguaje del pensamiento opuesto a la desprestigiada economía política a la que juzgan parcializada ideológicamente y polítizada.

 

El precio del nuevo marco filosófico, sin embargo, fue  que el Estado fuera percibido como una especie de mega empresa. La idea-fuerza de ese giro se plasmó en el lenguaje. Las palabras clave desde entonces son “productividad” y “competitividad”. No en balde aparecen ambas incluso en el nombre de los últimos planes elaborados por el Estado peruano -anteriores a la pandemia- para retomar el crecimiento. 


Pero se ha debilitado la defensa política del modelo económico que trajo prosperidad al Perú,  Y, desde entonces, economistas adocenados repiten como loros esos dos conceptos –productividad y competitividad- que recetan cual chamanes para todos los males económicos públicos y privados.

 

Solo que hay una falla de raíz para aplicar con éxito esa receta. Es prematura. Da por resuelta una  cuestión previa que no está aún en su lugar 


Para hablar de productividad y competitividad primero tiene que haber propiedad. Y esta no existe. Es la falla en la base de las economías de las emergentes de todo el planeta. Algo tan elemental que se pierde de vista fácilmente. Tomamos la propiedad como un hecho dado, y pasamos la página.

 

Quizá pasaba lo mismo con la mano invisible de Adam Smith. En la Inglaterra del siglo XVIII, donde los temas institucionales de registro y titulación ya estaban en gran medida resueltos, podía darse por sobreentendida la cuestión de la propiedad y ser ocioso ocuparse del tema. Tal vez Smith no necesitó considerar que fuera de Europa la propiedad era en el mejor de los casos un papel, una especie de título nobiliario sin valor en el mercado financiero.   

 

La propiedad se basa en la seguridad jurídica. En ausencia de ambas, inyectar productividad y competitividad a una economía es slgo de antemano condenado al fracaso. El caso es pan de cada día. Hoy mismo se lleva a cabo en Lima, por ejemplo, un  congreso denominado de “competitividad minera y sostenibilidad social”. ¿De qué sostenibilidad social vamos a hablar, de qué competividad si no hay propiedad?

 

La propiedad de la tierra  es lo que primero importa. No basta con la ficción de creer asegurada la concesión otorgada por el Estado de los recursos naturales del subsuelo a una empresa privada. Ya no es suficiente para que un proyecto minero sea confiable desde el punto de vista de quien invierte. Porque ese título ya no asegura que el recurso podrá ser físicamente extraído y que la operación no será bloqueada por quienes ocupan la superficie.

 

Hace poco, un gran minero peruano me confesaba que en un determinado proyecto había tenido que comprar cinco veces la misma tierra sin adquirir realmente la propiedad. Terminó pagando más de lo que le hubiera costado adquirirla a precios de mercado global una sola vez en lugar de cinco en el mercado local.

 

Sin propiedad, todo es precario, todo se halla hilvanado sin coser, pactado con palabras que se lleva el viento, todo pegado con babas, en suma. Y se desarma a la primera dificultad. 

 

Este es el primer problema de la economía del Perú, lo que la limita y le impide ser libre, lo que la debilita y subordina a un Estado fallido.         

 

Pero el gran evento minero no habla del tema. Como diría Vallejo, es un estruendo mudo. 

 

 

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sábado, 10 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 9 setiembre 2020 "La orgía demagógica del Congreso"




 

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La orgía demagógica

del Congreso

 

 

Jorge Morelli

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El Congreso ha producido la noche del jueves una verdadera orgía demagógica que ha puesto fin a años de esfuerzos del país por crear una meritocracia en la educación pública del Perú.

 

Se trata de la decisión de reponer por razones políticas –no por razones técnicas ni de justicia- a 14 mil maestros separados en 2014 por no haber aprobado o no haber aceptado someterse a la evaluación del caso.

 

Son 14 mil votos comprados por todos los partidos políticos actualmente en el Congreso. La prueba es que la ley fue aprobada por 107 de los 121 congresistas presentes. Y, como de costumbre, el proyecto fue exonerado de segunda votación. El Ejecutivo tiene ahora la posibilidad de objetar -observar es el término oficial- este escandaloso caso de clientelismo mercantilista. Pero, como sabemos por adelantado, el Congreso probablemente insistirá en su ley demagógica con la mitad de los votos de la única cámara, y la promulgará.

 

Esta es, además, solo la porción visible del iceberg. La parte bajo la superficie es bastante más grande.

 

Actualmente, hay unos 240 mil profesores nombrados que se hallan dentro de la Carrera Pública Magisterial. Para ser parte es forzoso tener título de Pedagogía. No vale ningún otro título profesional. En otras palabras, existe un monopolio sobre las plazas de la educación pública en el Perú que las reserva de manera excluyente para los titulados en Pedagogía.

 

A consecuencia del monopolio, una tercera parte entera de los maestros de la educación pública peruana son contratados cada año y jamás nombrados. No se les permite entrar a la Carrera Pública Magisterial con otro título profesional. Alguna vez, Martha Hidebrandt, que tiene título en Pedagogía, que sabe de lo que habla y a quien consulté el tema, me dijo que para enseñar bien es más importante conocer la materia -el qué- antes incluso que el cómo enseñarla.

 

Hoy en el Perú un maestro contratado percibe un sueldo igual al del maestro nombrado que recién comienza en el escalón más bajo de la Carrera Pública Magisterial. Contratado cada año, vive al filo del despido y no puede mejorar su ingreso porque se halla excluido del sistema. Y después hablan de inclusión.

 

Tampoco hay relación entre el mérito y la remuneración, pero hablan de meritocracia. La política controla las plazas de la educación pública y el sistema es manejado por “favores” desde el Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación en el Perú (Sutep). Esa es la columna vertebral de su enorme poder. La Derrama Magisterial no es sino su expresión material.

 

Alguna vez, de visita en Japón gracias a la generosa invitación de su gobierno, pregunté a un importante profesor de la Universidad de Tokio, una alta autoridad en educación japonesa a quien pedí ver, cuál era el momento clave de la historia de la educación japonesa. Me dijo que no era uno, sino dos: el primero ocurrió a mediados del siglo XIX durante la reforma Mei Ji y fue la enseñanza obligatoria de inglés en todas las escuelas públicas de Japón. El segundo fue a mediados del siglo XX, durante el gobierno provisional de Douglas MacArthur al final de la Segunda Guerra Mundial, y fue la cancelación del monopolio del gremio magisterial sobre las plazas de la educación pública japonesa. Entre las mejores del mundo hoy, la educación japonesa necesitó remover de su camino la piedra del poder político del Sutep japonés.       

                    

 

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miércoles, 7 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 7 setiembre 2020 "Volver al Senado"


 

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Volver al Senado

 

 

Jorge Morelli

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El argumento de que el Senado es necesario porque es una cámara pensante y  reflexiva es infantil. No existe tal cosa. La bicameralidad es necesaria por otra razón: porque permite encapsular el conflicto político en el Congreso, que es donde corresponde, y sacarlo del terreno de la relación con el Ejecutivo, donde pone en peligro a la democracia.




Un fallido equilibrio de poderes ha creado esta situación. En el Perú el Congreso tiene más poder que el Ejecutivo, La Constitución le ha dado tres armas letales: la vacancia de la Presidencia, la censura de ministros y la insistencia del Congreso en las leyes observadas por el Ejecutivo. Las dos últimas hasta hoy con solo la mitad de los votos de la única cámara Un 30 por ciento de las leyes son observadas por el Ejecutivo, y el Congreso insiste con la mitad de los votos y prevalece siempre.

Frente a ese poder desmedido, el Ejecutivo solo puede defenderse con dos herramientas: la disolución constitucional del Congreso –bajo condiciones que ahora ya todos conocemos- y la delegación de facultades para legislar, un oremio consuelo que depende del Congreso. El equilibrio de poderes no existe, en suma. Nunca lo ha habido en el Perú. La falla en la arquitectura de nuestra democracia nos acompaña desde la fundación misma de la  República, hace 200 años. Ha creado no un equilibrio sino una jerarquía de poderes donde el Congreso tampoco es ya el “primer poder del Estado”. En las últimas décadas el Tribunal Constitucional le ha quitado ese privilegio. Hoy es el nuevo poder absoluto. Una vez más hemos reinventado el absolutismo contra el cual nació la democracia.

 

Llevará tiempo una reforma del sistema de gobierno que rediseñe el equlibrio de poderes. Mientras tanto, necesitamos una solución provisional para evitar que el tira y afloja normal de la política se convierta a cada instante en un conflicto de poderes que termina ante el árbitro supremo, el Tribunal Constitucional.

 

Para encapsular el conflicto político dentro del Congreso el mecanismo es simple. Un proyecto de ley nace de Diputados y va al Senado para revisión. Si el Senado está en desacuerdo, devuelve el proyecto a Diputados que puede insistir pero solo con dos tercios de los votos. Así el conflicto político se procesa y se resuelve en el Congreso, donde corresponde, sin generar un conflicto entre poderes. Y se evita la judicialización de la política que ocurre cuando el Tribunal Constitucional es el árbitro de todos los conflictos políticos.    

 

La bicameralidad tiene también la ventaja de frenar la sobreproducción legislativa del Congreso, que amenaza la seguridad jurídica. No por el número de normas -ya que el Ejecutivo produce incluso más normas que el Legislativo- sino por la precipitación con que se aprueban, que abre paso a la demagogia. Un ejemplo patético es el del sistema previsional: se hace política hoy con los ahorros de los pensionistas del Perú.  

 

La aprobación de leyes entre gallos y medianoche pudo evitarse con la segunda votación de las mismas. Pero esa regla es violada a diario en el Congreso. Todos los proyectos son aprobados con exoneración de la segunda votación. La bicameralidad acaba con esto para siempre.

 

Esta es, con todo, una solución incompleta, una salida provisional o una puerta falsa por donde circular mientras se repara la desvencijada puerta principal del sistema de gobierno.

 

Eso supone rediseñar el equilibrio de los tres poderes del Estado para devolver a cada uno lo que le corresponde: al Legislativo la resolución del conflicto político; al Ejecutivo el veto sobre las leyes que tiene en todas las democracias salvo la nuestra; y al Tribunal su función, que es el control constitucional de las leyes y no ser el árbitro de la política.

 

Rediseñar el equilibrio de poderes necesita trabajo y tiempo. La bicameralidad nos daría tiempo. La Comisión de Constitución del Congreso tiene un cronograma que permitiría elegir un  Senado en el 2023, con las próximas elecciones regionales.

 

El Bicentenario de la República es el momento de crear, por primera vez en el Perú, un sistema de gobierno con lo que los americanos llaman checks and balances: el mecanismo que, como un pequeño giroscopio, mantiene a una democracia estable dentro de un equilibrio en movimiento.

 

                    

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domingo, 4 de octubre de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 4 setiembre 2020 "Trump versus Biden"


 

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Trump versus Biden

 

 

Jorge Morelli

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Traduzco lo que publicó hace poco Diego de la Torre, porque no hay manera de decirlo mejor: “El debate fue una pelea de perros. De seguro no fue la mejor performance de  Trump. Sin embargo, pienso que los nuevos demócratas de izquierda –como Kamala, Ocasio–Cortez, Pocahontas Warren, el loco Bernie, etc.-  son un peligro no solo para Estados Unidos sino para Occidente. Que Dios nos ayude si capturan el poder en la nación y la democracia más importante del mundo. Como PPK, Biden será sobrepasado y puesto de lado por los neo-marxistas radiactivos disfrazados de progresistas, que salivan ante la perspectiva de destruir auténticos valores americanos, como la familia, la libertad y la igualdad ante la ley. Los progresistas hacen política de identidades instrumentando los temas de raza, género, etc. para multiplicar el divisionismo y la confrontación, situación en la que reinan, asaltan y proyectan el resentimiento contra el ethos de los fundadores de 1776 que hizo posible una nación poderosa, libre y próspera”.

 

Hay que reparar en la fuerza fundamental de este argumento. Es que Biden “será sobrepasado y puesto de lado por los neo-marxistas radiactivos disfrazados de progresistas”. Pone en tela de juicio la buena fe del “progresismo”, porque denuncia su peligrosa ingenuidad. En efecto, la caviarada es es el perfecto tonto útil para la captura del poder.

 

La estratagema es vieja como el hambre. Se puso en escena por primera vez en el siglo XX en Rusia antes de la Revolución de Octubre de 1917, durante el gobierno “de transición” de Kerensky, a quien los bolcheviques Trotsky y Lenin usaron primero y desestabilizaron cuando estuvieron dadas las “condiciones” para la captura del poder.

 

El libreto está escrito, en suma, y ha sido puesto en escena innumerables veces en Latinoamérica con éxito en una única ocasión desde que el castrismo tomara el poder en La Habana en el Año Nuevo de 1959 y desatara una confrontación política sorda, de baja intensidad, que ha durado ya 60 años. Los latinoamericanos sabemos de esto y hemos logrado neutralizar o desactivar esa bomba de tiempo en numerosas ocasiones y en muchos lugares de Sudamérica. En el Perú, especialmente, de manera más eficaz que en cualquier otra parte. Los peruanos estamos mejor vacunados o prevenidos contra este virus.

 

Son los americanos los que no lo saben, porque nunca lo han vivido. No se han visto realmente, cara a cara, con ese animal en su propio terreno. La gran mayoría no reconoce, por lo tanto, las señales de peligro. No está prevenida y no presta atención a las alarmas. Cree que son exageraciones o incidentes propios de una democracia ejemplar. Piensa que el debate realmente gira en torno a cuestiones morales respecto de las maneras de Trump o su modo irritante de tratar a sus adversarios. La opinión pública norteamericana hace juicios morales sobre los personajes, y es ciega ante el guión pre escrito que nadie reconoce y prepara la captura del poder. Sintomáticamente, muy por el contrario, teme que sea Trump quien -como Julio César- planea la muerte de la República.  

 

El progresismo global asume que la violencia anterior a la pandemia en Chile, Ecuador, Bolivia o Colombia, como la permanente catástrofe en cámara lenta de la Argentina, no son sino la consecuencia “natural” de la desigualdad de las sociedades latinoamericanas. Ese falso diagnóstico ha producido remedios errados en Latinoamérica desde hace 60 años. Desconocen hasta hoy mismo que la escalada de violencia en Santiago, Quito y La Paz fue organizada desde La Habana, Caracas, el Foro de Sao Paulo y Buenos Aires. Y se debe a que, desesperado, el progresismo ve llegar inexorablemente su final con la caída del chavismo en Venezuela y el fiasco definitivo del peronismo de izquierda en la Argentina.

 

El enfrentamiento sin cuartel entre Bolsonaro y Lula en Brasil es el campo de batalla principal hoy. Es el modelo de la confrontación polarizada entre Trump y Biden que nunca antes se había visto en Estados Unidos. La buena noticia es que el debate electoral estadounidense ya no versa únicamente sobre sus problemas nacionales y locales, sino sobre la encrucijada política fundamental del siglo XXI. Hoy al fin estamos todos en la misma página en todo el continente. 

 

Y es esto lo que hace de la izquierda latinoamericana una bestia acorralada y peligrosa, capaz de intentar cualquier demencia y jugarse el todo por el todo en un baño de sangre para, en un golpe de suerte, capturar el poder. Por el momento, la pandemia se ha hecho cargo de ellos, pero preparan la ofensiva y atacarán de nuevo. Por eso son cruciales las próximas elecciones del Bicentencario de la República. Porque no por casualidad fue el Perú el centro que irrdió la civilización en esta parte del mundo y el escenario, hace 200 años, de las batallas que decidieron el destino de América del Sur.

 

                    

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